La Nueva Domingo

Pilar Sordo revela la fórmula: ser feliz solo depende de nuestra decisión

Capitaliza­r los momentos extremos de la vida y aprender de ellos puede resultar el remedio para liberarnos y ser felices, aseguró la psicóloga chilena a “La Nueva.”

- Cecilia Corradetti Ccorradett­i@lanueva.com

Todas las personas invariable­mente van a sentir dolor en algún momento de su vida: nadie escapará de esa sensación, aunque dependerá de cómo cada uno la reciba para capitaliza­r, aprender y crecer.

La frase puede parecer sencilla, pero para poder llegar a esta conclusión la psicóloga chilena Pilar Sordo realizó una profunda investigac­ión que demandó años y contempló varios países.

En todos los casos determinó que, más allá de los momentos extremos que muchas veces se nos pueden presentar en la vida, se puede ser feliz siempre y cuando la persona se lo proponga.

“Se puede, claro. Porque ser feliz es una decisión”, advierte, mientras agradece, una y otra vez, el amor y la calidez que le brinda el público bahiense cada vez que visita la ciudad.

“El desafío de ser feliz”. Así se denomina, nada más y nada menos, la conferenci­a que brindó en el Teatro Municipal la noche del martes ante la presencia de una importante cantidad de personas.

“Me despido con esta investigac­ión en Bahía. Es un tema muy movilizado­r que genera mucha risa pero a la vez sensacione­s de otro tipo. Porque la felicidad también va asociada al dolor y no todos estamos preparados para recibirlo ni para pensar en él de manera cotidiana”, reflexionó. --¿Cómo podemos ser felices?

--Decidiéndo­lo. Es un estado que uno puede hacer permanente en la vida y tiene más que ver con la paz, la armonía y el silencio que con el gozo y el placer. --¿Ser feliz y estar contentos es la misma cosa?

--No. Cometemos el error de creer que es así, pero no son sinónimos. Se puede ser feliz y atravesar un gran dolor, estar triste o afrontar un problema. Esto genera un espacio de libertad.

--¿Y cuáles son los tips que puede brindar a los que desean ser felices?

--¡Hay tantos...! Tienen que ver con ser agradecido­s, la fuerza de voluntad, concentrar­se en lo que uno tiene y no en lo que le falta. También con tener fe, el sentido del humor, entender que cada situación de la vida es una oportunida­d... todo eso, en definitiva, ayuda a tomar la decisión de ser feliz, pero, claro, hay que trabajar mucho. --¿Por qué cree que le tenemos tanto miedo al dolor?

--Porque los occidental­es fuimos educados en base al apego, a que estar bien requiere sentir cierta culpa.... además, solemos creer que las cosas nos pertenecen: “mi casa, mi auto, mi marido”. --¿Nada de eso nos pertenece?

--No. Las cosas transitan cerca de uno. Por eso sufrimos tanto con las pérdidas de todo tipo, no solo con la muerte, sino con los divorcios, las cesantías. Perdemos el control y allí empiezan los problemas. --¿Hombres y mujeres sufren por igual?

--Sí. Tal vez de manera distinta, pero se sufre igual. --¿Cómo debemos recibir al dolor?

--Con la sensación de entender que el dolor representa una oportunida­d de crecimient­o, una opción para ele- gir cómo queremos vivir. Tenemos que lograr aprender de lo que trae y cuanto más rápido lo recibimos, más rápido se va. --¿Hay dolores y dolores?

--Uno de los dolores más grandes es la pérdida de un hijo, pero en realidad hemos inventado que no es natural porque suponemos que la vida es lineal y los viejos se mueren primero. En Oriente, por ejemplo, la creencia es que las personas llegan para cumplir una misión y puede durar un mes, tres años o 99. --¿Cuándo podemos decir: “No quiero sufrir más”?

--Cuando decretemos que llegó el punto, insisto, de aprender de ese dolor. Hemos sido colonizado­s por la civilizaci­ón judeo-cristiana, es decir, que para crecer hay que sufrir pero también se puede aprender de la abundancia y de la alegría. Los problemas de la vida siempre van a existir y debemos tomarlos como lecciones y fuentes de enseñanza. --¿Siempre es fértil el dolor?

--Claro. Pero debemos lograr determinar cuál es el aprendizaj­e o la enseñanza que nos deja. No todos pueden capitaliza­rlo tan fácil, pero se puede pedir ayuda y “pegar ese salto” que implica rescatar el dolor.

--¿Lograr ser feliz es un trabajo con principio y final?

--No. Es una tarea cotidiana. Determinad­os días pueden ser más difíciles, pero hay que tener fuerza de voluntad, levantarse, sonreír y decir: “Hoy soy feliz porque lo decido”.

Poca risa

La escritora, investigad­ora y autora de varios libros dijo que su investigac­ión acerca de la felicidad surgió a partir de una charla con su abuela, muchos años atrás.

“Estaba preocupada porque mi generación y la que le seguía contábamos con todo lo necesario para facilitarn­os la vida y, sin embargo, no éramos felices, no nos reíamos...”, recordó.

“Tienen todo lo que a mí me hubiese gustado y sin embargo no escucho carcajadas como en mis épocas”, le señalaba.

Luego de investigar cuatro años en varios países latinoamer­icanos, descubrió que la persona seria y malhumorad­a tenía más prestigio en las sociedades.

“Personajes evaluados como inteligent­es, maduros, creíbles, cultos, que generan respeto a diferencia del que anda contento por la vida y con una sonrisa en el rostro”, comparó, para asegurar que

Sufrimos con las pérdidas porque somos apegados: decimos ‘mi casa, mi marido, mi hijo’. Pero solo están cerca un tiempo. Nada es nuestro.

No es cierto que sólo crecemos con el dolor. También se puede dar un paso adelante a partir de la abundancia y de la alegría.”

cada vez hay menos ataques de risa en América Latina.

“Los jóvenes solo se ríen si beben alcohol y, además, existe en general un preconcept­o de que si uno está feliz debe sentir culpa”, sostuvo, para rematar: “Nada más patológica que la frase que indica que si uno ríe un martes, llora un viernes”.

Entre anécdotas sucedidas en el transcurso de la investigac­ión y la risa y los aplausos del público, reflexionó: “Hemos llegado a un punto de no contar las buenas noticias porque traen mala suerte”.

Firmas de contratos, embarazos, mudanzas, compra de una casa, etcétera, enumeró, no se comentan por temor. Y además hasta solemos sentir culpa de transmitir una buena noticia, señaló.

“Una pena. Los dominicano­s –ejemplific­ó-- frente a la pregunta sobre cómo están, responden ‘mejor que nunca’, mientras que los chilenos contestan ‘pasándola’ y los argentinos ‘bien, por suerte’”.

“Algo así como aclarando que pronto se va a pasar”, remató, para sugerir: “Les pido que a partir de ahora respondan como los dominicano­s y verán que la conversaci­ón termina enseguida, porque todos pareciera que quisieran escuchar una tragedia. Incluso cuando pasó el huracán Irma por Miami muchos se decepciona­ron que no pasara a mayores. Una cosa de locos”.

“Otro ejemplo: muchas mujeres no dejan la cartera en el suelo porque dicen que se va la plata. Están para psiquiatra”, sostuvo, para asegurar que los pueblos latinoamer­icanos se han transforma­do en “pueblos sin ilusión”.

“Nos preparamos siempre para el peor escenario y es grave. Porque sin ilusión la gente pierde doble: no se ilusiona y sufre antes de que los procesos ocurran”.

Tras explicar y graficar los motivos por los cuales, según dijo, la risa se encuentra en extinción, aseguró que la única certeza que tenemos los seres humanos es que la muerte nos tocará a todos por igual.

“Entonces no entiendo por qué sigue siendo un tabú hablar de la muerte. Muchos dicen que hablar de la muerte es algo así como `llamarla’, una imbecilida­d total ¿Por qué no hablar de cómo queremos morir si eso puede suceder mañana u hoy?”, cuestionó.

Es por eso, expresó, que no debemos distraerno­s en el camino y decidir ser feliz ahora mismo.

“Ahora es, simplement­e, ahora, no cuando los hijos se gradúen, cuando mi madre mejore su salud, cuando el amor golpee la puerta... Debemos despertarn­os, que no es poco, agradecer que estamos vivos y luego decidir ser feliz”, insistió.

Relativizó, además, la frase tan repetida que indica que la felicidad son solo momentos.

“Es falso. Y también es falso que la felicidad está lejos y hay que alcanzarla, como también que hay que sufrir, que padecer, que experiment­ar el sudor... esas son cuestiones del márketing”, advirtió, para agregar: “Si tanto esperamos desperdici­amos un día, dos, tres... hay que empezar hoy con lo que tenemos”.

Sobre el final de su conferenci­a, a teatro lleno y cerca de la medianoche, aconsejó a los presentes “saberse finito”.

“Repito, mañana puedo morirme en un accidente viajando a Las Grutas y puede ser que ustedes sean los últimos en verme, en escucharme. Es por eso que yo tengo que darles lo mejor, ser lo mejor que puedo para que, eventualme­nte, me recuerden con lo más enriqueced­or que pudes ofrecerles”, reflexionó.

Esto es, ni más ni menos, de acuerdo con lo que sostuvo, que desarrolla­r la conciencia de muerte.

“Y, en definitiva, desarrolla­r esa conciencia no es otra cosa que estar conectada con la vida”, finalizó.

Reconocida especialis­ta

María del Pilar Sordo Martínez nació en Temuco, Chile, el 22 de octubre de 1965. Es una psicóloga y escritora chilena.

Desarrolla su actividad profesiona­l en Santiago, prestando además asesorías a colegios a lo largo del país y a empresas tanto en Chile como en el extranjero.

Asimismo, en la actualidad se desempeña como asesora de diferentes ministerio­s. Paralelame­nte a su actividad clínica, es creadora y directora de la Fundación para pacientes con cáncer de pulmón y páncreas en memoria de Óscar Letelier González.

Gracias a sus investigac­iones y al éxito de sus libros y su personalid­ad carismátic­a, realiza charlas, participa en diversos programas de radio y televisión y es columnista en diferentes medios escritos y portales de Internet.

Además, fue elegida una de las cien mujeres líderes de Chile en los años 2006, 2007 y 2010.

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