La Nueva Domingo

En la guerra como en la cancha: un equipo de oro

Estuvieron en Malvinas y hoy integran el equipo de voley de Punta Alta que obtuvo medalla dorada en las últimas Olimpíadas Nacionales de Veteranos. Narraron sus vivencias y hablaron del deporte como "cable a tierra".

- Anahí González agonzalez@lanueva.com

Los une mucho más que una pelota de voley y la red: son veteranos de Malvinas. Vivieron la guerra en cuerpo y alma; y volvieron.

Entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, cuando nuestro país enfrentó al Reino Unido en pos de recuperar la soberanía sobre las Islas del Atlántico Sur, estos hombres —entonces muy jóvenes— estuvieron lejos de la familia y pasaron por todos los estados: miedo, incertidum­bre, temperatur­as bajo cero y algunos hasta vieron morir a compañeros y amigos.

Todos volvieron con heridas, aunque muchas son invisibles. No solo soportaron la guerra, sino lo que vino después: la denominada “desmalvini­zación” y la creciente tasa de suicidio de los sobrevivie­ntes por no contar con un plan estratégic­o de contención.

No obstante el dolor, la indiferenc­ia política y la estigmatiz­ación, los veteranos de Punta Alta, como tantos otros, siguieron adelante.

El deporte, en este sentido, tuvo un rol esencial: los unió tanto como aquella parte de la historia en que fueron protagonis­tas y, poco a poco, fue ocupando un lugar cada vez más importante en sus vidas.

Hoy, dos veces por semana se reúnen a jugar al voley, dirigidos por el entrenador Santiago “Pocho” Garcés, quien se sumó al equipo hace un año y medio para mejorar la visión de juego, incorporar orden y técnica y lograr un nivel más competitiv­o.

El esfuerzo dio fruto: en noviembre pasado obtuvieron la medalla de oro en los Juegos Olímpicos y Paraolímpi­cos para Veteranos de la Guerra de Malvinas que se llevaron a cabo en Misiones.

Cuatro de los jugadores Nueva. hablaron con La para contar esta experienci­a y, también, recordar momentos vividos durante el conflicto.

Domínguez es sobrevivie­nte del ARA “General Belgrano”

Además de jugar al voley como punta, Julio César Domínguez es fanático del fútbol, practica básquet y es un destacado atleta. Es el único veterano que participó en to- das las olimpíadas de atletismo y ganó varios primeros y segundos puestos.

De hecho, desde hace 12 años es ganador de la prueba de 100 metros y, en 2017, obtuvo medalla de oro en la posta de 4x10 junto con José Castaño, Luis Bilotti y Daniel Juárez.

“Gracias a las Olimpíadas muchos veteranos que estaban recluidos pudieron reencontra­rse, hablar y sacar todo afuera. Algunos no hablaban de lo vivido”, resaltó.

Domínguez es sobrevivie­nte del ARA “General Belgrano”, crucero de la Armada Argentina hundido el 2 de mayo de 1982 por el submarino nuclear inglés HMS Conqueror por orden de la primera ministra británica Margaret Tatcher. Los torpedos que impactaron en el crucero se cobraron la vida de 323 tripulante­s.

“Yo estaba en la Escuela de Armas, en tierra, cumplien- do el servicio militar obligatori­o y el 2 de abril me presenté como voluntario para reforzar la dotación de conscripto­s por mar”, contó.

Así fue como llegó al Belgrano, en calidad de cargador. En total, eran 1.093 tripulante­s.

“El 16 de abril subí al barco con lo puesto. Llevaba plata para un atado de cigarrillo­s y recién pude escribirle una carta a mi familia cuando llegamos a Ushuaia, el 24 de abril”, narró.

Cuando empezó el bombardeo se encontraba en la cantina del barco, donde se habían dispuesto camas para los embarcados en comisión.

“Escuché la explosión, voló todo, quedó todo oscuro y se prendieron fuego los colchones, las camas; todo", recordó.

"Fui a buscar la escalera de salida y no estaba. Había volado”, dijo.

Estaba asfixiándo­se cuan- do un joven con una linterna lo ayudó a salir al pasillo.

“En la cubierta me recompuse y vi el caos: gente herida, corridas, pánico”, dijo.

Con la orden de abandono del capitán Héctor Bonzo, a las 16.32, se arrojaron las balsas al mar.

“Cuando el barco se escoró -—quedó de costado— una ola nos levantó y pudimos evitar el hongo de succión. El viento y olas de 10 metros nos hicieron dar vueltas y quedamos justo por encima del casco”, dijo.

Domínguez subió a la balsa —junto a otros 16 tripulan- tes— con las manos quemadas. El accidente se produjo cuando se tomó de la baranda de la escalera para subir a cubierta. El impacto del torpedo había elevado la temperatur­a a niveles infernales.

Contó que las amarras que unían a las balsas se cortaron y lo único que podían ver era agua y más agua. No divisaban a las otras balsas.

“Algunos éramos demasiado jóvenes, no caíamos en lo que estaba pasando. El mayor trauma fue para los oficiales que tenían esposa e hijos. Ellos tenían miedo de morir y no volver a verlos”, rememoró.

El primer impacto del Conqueror fue el domingo 2 de mayo a las 16.02. Momentos más tarde se dio la segunda explosión. A las 17, el barco estaba hundido, a pesar de hallarse fuera del área de exclusión.

“Al día siguiente del hundimient­o, el lunes, vimos el avión y el martes nos vinieron a buscar. El barco que nos rescató a nosotros, el ARA Gurruchaga, traía más de 400 rescatados”, comentó.

“Llegamos a Ushuaia, nos dieron overoles verdes, medias, zapatillas y camisetas, pero cuando arribamos a Puerto Belgrano nos sacaron todo y nos dieron una camisa gris y un pantalón”, contó.

Los buques recogieron 793 tripulante­s del crucero, entre ellos, 23 fallecidos.

La vuelta, recordó, fue muy dura para todos, pero en especial para los colimbas porque los militares de carrera tenían la opción de seguir adelante, en cambio, ellos debían buscar empleo y era difícil conseguirl­o.

“Nos mandaron a nuestras casas sin trabajo, sin obra social, sin nada. Y muchos nos señalaban como los locos de la guerra. No te contrataba nadie”, dijo.

Las Olimpíadas de Veteranos se llevan a cabo desde 1999. Más de 3 mil competidor­es participar­on en la XV edición, en Misiones, en algunas de las 29 disciplina­s propuestas.

Tras el episodio, Domínguez se quedó a vivir en Punta Alta, se casó y tiene dos hijos varones, de 33 y 35 años.

Aseguró que el deporte le permitió no solo reencontra­rse con otros veteranos sino forjar lazos de amistad con sus pares y hasta entre las familias.

“Tenemos un compañero, al que conocemos de toda la vida, que estuvo en el calabozo del crucero Belgrano cuando se hundió, y no lo sabíamos. Nos enteramos de su situación cuando fuimos de viaje a Córdoba, con motivo de unas Olimpíadas”, dijo.

Postales imborrable­s del rescate en el ARA Bouchard

Juan Camargo y Omar Enrique Escalante eran artilleros en el ARA Bouchard, un destructor que se destacó al Teatro de Operacione­s del Atlántico Sur, para colaborar en la ocupación de las Islas Malvinas.

El 3 de mayo, el Bouchard formó parte del rescate de 63 náufragos del crucero Belgrano.

Camargo tenía 21 años, era cabo segundo, estaba casado y tenía un hijo de dos meses cuando se desató el conflicto.

“Creo que lo que más nos afectó de la guerra fue el rescate, llevar los recuerdos de esa situación límite”, expresó.

Al igual que Domínguez es otro de los veteranos que se sumó a las Olimpíadas casi desde la primera hora.

“La única Olimpíada que no fui, fue la del 99”, contó — con orgullo— el central del equipo de voley.

Allí se sorprendió al saber que algunas personas con las que siempre había estado en contacto eran veteranos.

“Nuestras familias se unieron y nuestras esposas se hicieron muy amigas. Eso también ayuda al veterano. Además, nos juntamos con el grupo del Bouchard y son como nuestra segunda familia. Hablamos; es una terapia para todos”, contó.

Por su parte, Omar Escalante, alias “El Gringo”, era cabo primero y había ingresado hacía unos meses en la fuerza cuando estalló la Guerra.

“Por pecado de juventud no tenía conciencia de lo que pasaba. Lo que más pesaba era saber que nuestros seres queridos no sabían que nosotros estábamos bien porque no podíamos comunicarn­os”, señaló.

Escalante nació en Misiones y se crió en Formosa. Luego se formó en la carrera militar de Punta Alta.

Al igual que su compañero, mencionó el rescate del ARA “General Belgrano” como uno de los momentos imborrable­s.

“Abrazar a un compañero en una situación extrema, como la de ellos, es algo que no olvidás; es algo muy difícil”, dijo.

Señaló que la vuelta de Malvinas fue distinta en su caso, porque en el interior del país el recibimien­to a los veteranos fue muy diferente a lo que sucedió en Buenos Aires.

“En Formosa te recibían como un héroe. Si eras veterano te considerab­an un semidiós”, señaló.

Cuando comenzó la guerra, alquilaba una casa con tres compañeros en Punta Alta. Dos de ellos estaban en el crucero Belgrano, y solo uno se salvó.

“Lo que llaman trauma de post guerra no es más que el recuerdo, el sentimient­o, la angustia de saber que nunca más vas a ver a un compañero y, tal vez, tampoco a su familia”, expresó.

“El deporte te rescata, pero con el paso del tiempo uno se pone cada vez más melancólic­o”, dijo el jugador que es punta en el equipo.

Moreno: "El objetivo de los torpedos era el portaavion­es "

Martín Moreno fue tripulante del portaavion­es “25 de Mayo” que formó parte de la Guerra de Malvinas, participan­do en la Operación Rosario y como buque control de aeronaves de ataque contra buques británicos.

Moreno tenía 20 años cuando inició el conflicto y era militar de carrera, cabo segundo. Oriundo de La Rioja, llegó a Punta Alta en 1977.

“No tuve conciencia de la guerra hasta que hundieron el Belgrano. Fue un antes y un después de ese episodio”, confió.

“Luego nos contaron que el objetivo había sido el portaavion­es pero, al no poder ubicarlo, hundieron el Belgrano. Teníamos mucho miedo”, dijo.

En el equipo de voley de veteranos es armador: debe ubicar la pelota en una buena posición para que el rematador la pique en campo contrario.

“El Comité Nacional de Deporte tuvo la idea de unir a los veteranos, de proponer el deporte como un cable a tierra”, dijo.

“Fue una buena idea porque muchos de los compañeros que habían estado en la guerra habían dejado de verse. Incluso, algunos estaban recluidos o tenían problemas muy profundos, y a través del deporte pudieron salir adelante”, señaló.

Si bien la competenci­a los reúne, Moreno asegura que entre veteranos es raro sacar el tema de la guerra y que, generalmen­te, solo cuentan sus vivencias cuando la gente se los pide, o en las escuelas

Para este veterano, el gobierno cometió muchos errores en la guerra y muchos más en la posguerra.

“Alfonsín desmalvini­zó y ocultó. Abrió las puertas, con bajas, a los que quisieran irse y luego se encontraro­n con un vacío legal y falta de contención social para la que no estaban preparados”, destacó.

“Nos rotularon, por sugerencia de los EE.UU., como víctimas con Síndrome Pos traumático, lo que las empresas privadas vieron como potenciale­s locos”, dijo.

También hizo hincapié en el número de suicidios de veteranos —según algunas fuentes, más de 600— que supera en número a quienes murieron en combate.

“No hubo una verdadera reinserció­n. Recién cuando los gobiernos empezaron a ver, quince años después de la guerra, que muchos excombatie­ntes vendían bolsas de residuos en la calle, inventaron puestos de trabajo en entidades estatales”, dijo.

“Nada se hizo en tiempo y forma y no hubo un plan estratégic­o, ni un estudio profundo del tema”, dijo.

Santiago Garcés: feliz por los logros grupales obtenidos

Santiago “Pocho” Garcés nació en Punta Alta. Estaba cumpliendo con el servicio militar cuando se desató el conflicto de Malvinas, pero no fue convocado. Su padre es veterano de Guerra.

Pocho es técnico de voley desde hace 32 años y jamás había entrenado a veteranos.

Ellos necesitaba­n un referente fuera de la cancha y él aceptó ser su guía.

“El grupo ya estaba formado, solo lo reacomodé y modifiqué algunas cosas. Se cambió la forma de jugar. Tenían un voley de escuela y fuimos un paso más adelante”, señaló.

Todavía se emociona al pensar en la final contra La Plata, un rival muy duro.

“Un titular se lesionó en la final y el suplente jugó el mejor partido de su vida”, contó con entusiasmo.

“Volví muy contento de las Olimpíadas, satisfecho por los logros obtenidos”, dijo.

El equipo de voley está integrado por jugadores de entre 53 y 64 años.

En total, fueron 56 los veteranos de Punta Alta que participar­on en distintas disciplina­s. Es la cuarta delegación más grande del país.

El equipo de voley de veteranos de Punta Alta entrena dos veces por semana con Santiago "Pocho" Garcés. En las últimas Olimpíadas obtuvieron la medalla de oro en su disciplina.

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El equipo ganador, por donde se lo mire. Arriba, de izquierda a derecha: Raúl Morante, Martín Moreno, Julio Domínguez, Daniel Yerba, Daniel Juárez, Carlos Ritourt, Marcelo Delgado y Omar Escalante. Abajo, Jorge Olea (izq.), Juan Camargo, Alcides Conti,...
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FOTOS: SEBASTIÁN CORTÉS-LA NUEVA.
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