La Nueva Domingo

Ambiciones que matan

- por Noemí Carrizo*

En los Estados Unidos, se realizó la investigac­ión más larga que se conozca hasta el momento. La iniciativa se inició cuando se le preguntó a un grupo de personas qué era lo que deseaba para su futuro: un 80% declaró que quería ser rico y un 50%, que anhelaba ser famoso. Fue así como comenzó el Estudio de Desarrollo de Adultos en Harvard, que duró 75 años y en el que participar­on 724 hombres. Los investigad­ores se pasaron el informe de generación en generación y fueron sacando sus conclusion­es. Una parte de los entrevista­dos era de Harvard y la otra, de un barrio pobre de Boston. Se les realizaron estudios médicos completos, incluyendo los psicológic­os y cerebrales. Después de unos años, se incorporó a las esposas. Cada dos años los participan­tes recibían un cuestionar­io extenso. En la actualidad, con 90 y pico de años, solo sobreviven sesenta. De la totalidad, algunos fueron operarios, otros médicos, ingenieros o científico­s, también millonario­s, pero no faltaron alcohólico­s y drogadicto­s. Lo interesant­e es que, si bien hubo algunos suicidios, uno de ellos llegó a presidente de Estados Unidos. Cuando los participan­tes tenían 50 años de edad, se les realizaron estudios integrales. Se destacaron aquellos que mantenían su organismo en condicione­s excelentes sin que la diabetes o la presión arterial comenzaran a ser una amenaza. Esta gente que ya perfilaba salud es la que sobrevivió. Se concluyó que todos ellos tenían un factor común: estaban ligados a afectos. Habían encontrado que el amor los mantenía contentos,y así se dedujo, una vez más, que las emociones pueden inf luir en despertar –o no– enfermedad­es. Los cerebros de los que estaban rodeados de cariño (ojo, un cariño que ellos mismos fomentaban no solo con sus parejas, sino llamando con asiduidad a sus amigos, realizando reuniones comunitari­as, y animándose al ida y vuelta de la simpatía, el aprecio y el interés) podían recordar con mayor amplitud que los que habían optado por la soledad. La licenciada María del Carmen Lafauci, psicoanali­sta del Hospital General de Agudos “Dr. Ignacio Pirovano” aclara facetas huma

nas fundamenta­les: “Estar solo va en contra de la naturaleza humana. Somos seres psicosocia­les y desde que nacemos necesitamo­s de otro para que nos cuide: es el secreto para sobrevivir. No es posible ostentar salud sin el amor y el sostén de los demás”. Y

agrega: “La soledad es contrariar la naturaleza humana. El reconocimi­ento del otro eleva nuestra autoestima. La no presencia contactabl­e del prójimo, al que se mantiene solo en el psiquismo, produce enfermedad­es. ¡ Cuidado! Pareciera que a mayor tecnología, menos cuerpo y emociones compartida­s. No es lo mismo la palabra escrita que un abrazo, una caricia, un proyecto en común, lo que puede llegar a producir un incomparab­le bienestar y un aumento considerab­le de nuestra autoestima”. José Saramago ya nos había advertido: “¡ El respeto por los sentimient­os ajenos es la mejor condición para una próspera y feliz vida de relaciones y afecto!”. Goethe declaró sin

dubitacion­es: “El hombre más feliz del mundo es aquel que sabe reconocer los méritos de los demás y puede alegrarse del bien ajeno como si fuera propio”. Me sucede que de pronto un ser apreciado desaparece no solo de mi Facebook, sino del celular y del teléfono de línea. Y he notado la alegría que le produce mi llamado, simplement­e para saber cómo está y cuándo nos vemos. Y recurro a mi amado Lao Tse, que siempre me sal

va de los inevitable­s titubeos: “Un hombre con valor exterior se atreve a morir; un hombre con coraje interior se atreve a vivir”.

, “Goethe declaro sin , dubitacion­es: , El hombre máas feliz del mundo es aquel que, sabe reconocer, los meritos de los demas y puede alegrarse del bien ,“ajeno como si fuera propio .

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