Ajuste e inflación, un cóctel que acentuará las protestas
Junio y julio serán dos meses “especiales”, porque el humor de los argentinos estará muy atado a lo que puedan hacer Messi y la Selección en Rusia.
Ajuste será una de las palabras clave de los meses que vienen, lo que amenaza con profundizar la etapa de furiosas protestas preparadas por sectores del peronismo, la CGT y las “organizaciones sociales”, que ven en Mauricio Macri a un enemigo que busca bajar salarios y quitar derechos.
El Partido Justicialista, desde los ultrakirchneristas hasta los gobernadores “racionales”, con la fuerte presencia movilizadora de la CGT, parece empezar a convencerse de que, unido, tiene chances de volver al poder en 2019.
Esa sospecha puede terminar uniendo el agua y el aceite en un partido que históricamente supo acomodarse a las demandas de los distintos sectores con tal de detentar el poder.
Con el nuevo recorte de gastos por 20.000 millones de pesos anunciado por el ministro Nicolás Dujovne, más el congelamiento de vacantes en el Estado y el fuerte ajuste a aplicarse para lograr el auxilio financiero del FMI, es de esperar que el escenario de tensión social de la Argentina no haga más que complicarse en los próximos meses.
El riesgo es que distintos sectores apuesten a la radicalización y eso extreme la violencia ya vista cuando el Congreso trató la reforma previsional a fines de 2017.
La invasión por parte de un sector de los estatales de ATE que impidió una conferencia de prensa de Dujovne y los objetos hallados en algunos micros provenientes del conurbano para participar de la Marcha Federal revelan la existencia de sectores dispuestos a todo con tal de desestabilizar.
Casi desde que asumió, a Macri le vienen augurando un mal final de su mandato, y esa lógica puede agudizarse a partir del fuerte ajuste que viene.
Aún no trascendieron demasiados detalles de las “condiciones” que impondrá el FMI para liberar unos 30.000 millones de dólares de respaldo a la Argentina, pero sus recetas son conocidas y cumplirlas implica altos costos sociales.
El Gobierno estaba enterado de esto, y si optó por ese “mal menor” significa que tras la suba de tasas de los Estados Unidos el crédito externo se ha vuelto casi inaccesible para la Argentina.
Algo de esto intuyó el ministro de Finanzas, Luis Caputo, quien recomendó tomar toda la deuda posible entre enero y febrero de este año, pero esa estrategia no alcanzó.
Si bien más del 80 por ciento de las necesidades financieras del 2018 están cubiertas, el 2019 se plantea exigente en materia de endeudamiento y Cambiemos quiere tener controlada la variable cambiaria, al fin de cuentas la que pone de peor humor a los argentinos.
La devaluación de mayo fue durísima: las reservas cayeron en más de U$S 6.500 millones y el peso se depreció 21% en ese mes.
A esto se suma que a me- diados de junio habrá otro fuerte vencimiento de Letras del Banco Central, por unos $ 600.000 millones, que volverá a tensar la cuerda en los mercados.
Las principales consultoras visualizan un dólar a $ 27 a fin de año, lo que arrasa con cualquier proyección de contener la escalada de precios.
La inflación se proyecta hacia el 28% anual, casi el doble de la ya lejana meta impuesta por el Gobierno, y altera los ánimos entre sindicatos como Camioneros, que exige un aumento del 27%.
Otros gremios, como Co- mercio y Construcción, comenzaron a hurgar en activar la “cláusula de revisión”, mientras los estatales, duros (ATE) o negociadores (UPCN), rechazan de plano la propuesta de subir apenas 12% los salarios.
Con esa negociación abierta, el Gobierno encima acaba de anunciar que congela las vacantes en el Estado por dos años.
El choque no termina ahí: el acuerdo con el FMI incluiría la eliminación de “derechos laborales adquiridos” por parte del personal estatal, similares a la fuerte suma que cobraban los choferes del Banco Central, una “tortuga” que se le escapó en su momento a Federico Sturzenegger, y que ahora se corregirá.
Macri admitió que entre julio y septiembre todavía impactarán fuerte las alzas de tarifas, y se lo vio menos optimista de lo habitual en sus últimas apariciones.