El día que Cerri despertó con un dolor muy extraño
Se apagaba 2007 cuando la apacibilidad que caracteriza al lugar se vio conmocionada por un hecho de sangre.
Como en todas las poblaciones pequeñas, la información corrió más rápido que el viento y con las primeras luces del cálido sol de los últimos días de diciembre de 2007, un frío sepulcral fue despertando a la comunidad de General Daniel Cerri, no sólo habituada a su apacibilidad pueblerina, sino orgullosa y cuidadosa de ella.
Es que junto a la vía de agua que circula bordeando un sector del predio del club Sansinena yacía el cuerpo sin vida de un hombre al que la vida había traído hasta el lugar, lejos de su Bolivia natal.
A poco de avanzar aquel viernes 21, se fue determinando que se trataba de Ricardo Castro Castro (64 años), quien vivía en Gurru- chaga 1455, vivienda que actualmente sigue habitando su familia.
Llegado el mediodía personal policial arrestó a un menor de catorce años que sería el autor del crimen, aunque poco después, por disposición de la justicia, fue entregado a sus progenitores.
El cuerpo, que presentaba no menos de media docena de heridas realizadas con un elemento punzocortante, se encontraba en una zanja, en las inmediaciones del arroyo, sobre el sector donde se encuentran los fogones del complejo deportivo.
“Yo trabajaba en la pileta, pasando el barredor de fondo con otro muchacho (en referencia a Nelson Barrera, entonces encargado de mantenimiento del predio del club Sansinena), pero yo iba a la mañana temprano y recorría hasta el fondo, que son como tres cuadras, para juntar alguna botella de cerveza, cargarla y luego venderla por cuenta mía”, comienza relatando Carlos Alberto “Cucusa” Lara.
“Había unas mesas lindas y estaban manchadas con sangre. Como vi unas cuantas vacas de la fábrica (por la CAP) pensé que habían carneado algún ternero, pero miro hacia la acequia y veo a un hombre tirado boca arriba, con una bicicleta encima del cuerpo. No miré más, porque del susto agarré mi bicicleta y me fui para la cancha”, relata el hombre, cuyo apodo responde a la admiración que su padre tenía del boxeador Jorge Ramos, protagonista de célebres peleas con Oscar “Cachín” Méndez y Julio César Obregón en los años 1965 y 67.
“Al capataz le dije ‘che, ahí hay uno tirado; no sé si no está muerto’. Él no me creyó, ‘andá, deja de j..., vamos a pasar el barredor’ me con- testó. Como insistí me dijo ‘no me hagas ir de gusto hasta allá’, pero agarró el auto y fuimos; y sí, estaba muerto”, concluyó.
Un buen hombre
Sonia Castro se golpeó con la terrible realidad cuando a las 7 la policía llegó a su casa para informarle lo sucedido.
“De mi papá tengo los mejores recuerdos. Él se iba con los amigos, pero a las 12 (de la noche) siempre estaba en casa. Recuerdo que a las 3 (de la tarde, del día 20) yo estaba comiendo luego de volver del trabajo (en el frigorífico Siracusa) y llegó mi padre. Fue a comprarme una gaseosa y alrededor de las 5 apareció con un hombre y un muchacho, diciéndome ‘mirá qué compré’. Eran una cubierta y una cámara (para bicicleta)”, comienza relatando la mujer.
“Después me acosté, porque estaba muy cansada, y cuando me desperté a las 2 para ir a trabajar él no estaba. La nena (por su hija) era chiquita y por eso no fui al frigorífico”, dijo.
Aparecido el cuerpo, los investigadores se dirigieron hasta el bar El Gauchito, donde el día anterior Castro y el menor habían compartido una mesa.
“El hombre siempre fue cliente mío. Él me pide una copa de vino y el menor, también; pero le digo ‘no, a vos no te voy a despachar’, entonces le di una gaseosa. Y después se fueron. Eran, más o menos, la una y media o dos de la tarde”, recuerda Rogelio Guido (77), por más de 30 años dueño del negocio que desde hace un lustro puso a la venta, aunque está transitoriamente ocupado porque “tenía que pagar la luz y me cuesta”.
“Yo abría más o menos a las 9. Y al otro día llegó un policía que me dijo ‘¿vos sabés lo que pasó?’, le contesté que no y me dijo ‘lo mataron a Castrito’. Yo les dije que no conocía al pibe y les comenté que me había dicho dónde vivía, porque le había preguntado de dónde era y me dijo que el papá era camionero. El lugar era cerca de la casa de este hombre que, para mí, era un buen tipo”, concluyó.
“De mi papá tengo los mejores recuerdos. Él se iba con los amigos, pero a las 12 (de la noche) siempre estaba en casa”, dijo Sonia Castro.