El lugar que ocupa el trabajo en nuestra vida cotidiana se modificó. De los baby boomers a los millennials, aparecen los “desencajados”, quienes tratan de mediar entre los viejos mandatos y las nuevas demandas.
AYER, TRABAJO Y SACRIFICIO. HOY, PLENITUD LABORAL. DOS MODELOS, UN VIRAJE DE RUMBO Y TODA UNA GENERACIÓN QUE SORTEA LA DIFÍCIL TAREA DE LIDERAR LA TRANSICIÓN.
Un trabajo menos condicionado, más flexible, versátil y motivador. Hacia eso evoluciona, en un viaje sin escalas, el mercado laboral de esta era. Como en todo barajar y dar de nuevo, las válvulas de escape son la variable humana; en este caso, una generación que se debate entre dos modelos, aspirando a los beneficios del recién llegado, pero educada en la filosofía del que se va. “En el viejo paradigma, la identidad la daba el trabajo. Todo lo demás estaba en otro nivel: la familia, los amigos, los
hobbies, el deporte, el ocio… Esta concepción fue central en la mentalidad de los baby boomers, una generación que hoy promedia los 65 años y que abandonó muchos intereses por su total dedicación a lo profesional”, introduce Paula Molinari, conferencista y consultora especializada en Recursos Humanos. “El nuevo paradigma se expresa de otra forma. La identidad se construye a partir de la vida completa, que incluye el trabajo, pero no en forma exclusiva”, describe quien también es presidenta y fundadora de la consultora Whalecom. Las personas que recién ingresan al universo del trabajo (nacidas en los albores del nuevo milenio) se pavonean con comodidad en este escenario renovado; sin embargo, quienes lideran el ente de batalla y allanan el camino son profesionales que ostentan unos 30 o 40 y tantos. Molinari reflexionó acerca de ellos y los catalogó bajo el término de “desencajados”. De allí el título de su más reciente libro: Desencajados. Herramientas para el nuevo mundo del trabajo. “Podríamos hablar de ellos como los abanderados del paradigma que se inicia. Creen sinceramente que el disfrute y la satisfacción en el trabajo son posibles y vienen a ejercer un cambio. Exploran oportunidades, hacen ensayos, se replantean su realidad. Tienen el síndrome y la responsabilidad de una generación de transición. Por supuesto que no es sencillo, ya que tienen que cuestionar sus viejos mandatos, pero están dispuestos a poner esfuerzo, optimismo y convicción en el proceso de cambio”, detalla la especialista que tiene su propio blog: pmolinari.com
El quiebre
El modelo caduco, más enfocado en la dirección y el control, se caracterizaba por organizaciones piramidales, decisiones centralizadas y compartimentos estancos, a la vez que ponía el foco más en la presencia que en los resultados. El actual, bautizado como “modelo de colaboración”, es transparente, incentiva a los empleados a trabajar interconectados, tiene estructuras chatas y fomenta la cercanía. Molinari lo resume de esta manera: “En el primero, tu tiempo es de la empresa; en el segundo, tu tiempo es tuyo”.
Tal vez por esto, cada vez más, las consultoras de trabajo o los encargados de reclutar a los talentos que emergen se topen con una inquietud recurrente entre los aspirantes: cuál será la misión social, ambiental o cultural que encarnará el empleo. O sea, qué harán ellos por la comunidad que
los rodea. “Antes, en la actividad laboral, el concepto de lealtad incluía cierta falta de cuestionamiento. Hoy no es más así: a la gente le importa para qué trabaja y para qué existe esa empresa en el mundo. Esto tiene que ver con la búsqueda de sentido en el trabajo. De esa forma, se lo conecta no solamente con lo vocacional, sino también con la finalidad, con el aporte, con una socie
dad mejor”, explica Molinari. Por su parte, Viviana Blas, licenciada en Psicología y coach ontológico especializada en management y liderazgo,
suma la variable del placer: “Las actividades que nos gustan son aquellas que nos permiten desplegar nuestros talentos. Cuando las hacemos, sentimos que fluimos con ellas y el tiempo se pasa rápido. En cambio, cuando nuestras labores no están acompañadas por el desarrollo de nuestras capacidades, surgen el aburrimiento y la insatisfacción”. Esto último, en los adultos jóvenes de esta era, significa que la actividad que se está llevando adelante está cercana a su fecha de vencimiento. “El hastío es una emoción que aparece cuando lo que hacemos ya no nos interesa, no nos gusta
“Debemos tener bien en claro qué nos hace sentir bien y qué no. Aunque a veces nos parezca una fantasía o una ilusión, el trabajo ideal existe, solo que hay que atreverse a soñarlo”. Paula Molinari
o no genera ningún valor a nuestra vida. Entonces, interpretamos que esas actividades nos hacen perder tiempo y ya no le encontramos sentido a seguir realizándolas”, analiza Blas, autora, entre otros
libros, de Conoce tus emociones (y sé feliz), La inteligencia optimista y Alcanza tu propia cumbre. Y aconseja: “En ese caso, debemos detectar nuestras emociones negativas, conectarnos con ellas y escuchar el mensaje que nos quieren transmitir para poder destrabarlas. Tanto el aburrimiento como la insatisfacción nos están diciendo que precisamos hacer un cambio en nuestro modo de vida y tomar contacto con aquellos deseos que nos contentarán a nivel interior”. Y es entonces cuando los “desencajados” se recategorizan y pasan a ser “exploradores”. ¿Cómo son? Así los define Molinari: “Son personas en modo explorador porque se mueven continuamente hacia una situación de trabajo mucho más cercana a la plenitud. Como líderes de equipo, por ejemplo, tienen la convicción de que cuanto más se ocupen de su propio desarrollo, mejores serán a la hora de ayudar en el desenvolvimiento de sus colaboradores”.
Tomar cartas en el asunto
Convivir con el mandato de un hogar y de un sistema en donde el trabajo y el sacrificio fueron palabras mayores puede generar ciertos escollos a la hora de entrar en la vertiente de un empleo que conviva con la plenitud. Sin
“Necesitamos un plan de acción que detalle cuáles serán los pasos a seguir. Lo mejor es trazar pequeñas metas hasta lograr concretar nuestro fin mayor”. Viviana Blas
embargo, hay formas de poner en duda este bagaje cultural. “Es necesario entender que hay un abanico inédito de posibilidades y animarse a experimentarlas. Algunos ejemplos son el trabajo eelance, el boom de la movida de los emprendedores, la libertad horaria que cada vez ofrecen más empresas, las tercerizaciones”, dice Molinari, aunque hace lugar a las complicaciones que pueden surgir ente a corporaciones o empleadores “chapados a la antigua”: “Es entonces cuando recomiendo una conversación franca que plantee qué es lo que uno aprecia de ese
trabajo y qué es lo que no le gusta o no lo hace sentir bien y querría modificar. Por supuesto, esto siempre debe ir acompañado de una idea de solución”. Claro que, para mantener esa conversación, antes hay que profundizar el diálogo con uno mismo y saber con claridad hacia dónde se quiere enfo
car el timón. “Una vez que identificamos que el malestar emocional se relaciona con nuestra actividad, llega el momento crucial de hacernos otra pregunta: ‘¿Cuál es la labor que permite desplegar nuestras capacidades?’. La respuesta a este interrogante nos permitirá conectarnos con lo que nos apasiona, lo cual nos llevará a tener en claro cuál será el próximo objetivo”, sugiere
Blas. Y acota: “En este punto, necesitamos rea- lizar un plan de acción que detalle cuáles serán los pasos a seguir. Lo mejor es trazar pequeñas metas hasta lograr concretar nuestro fin mayor”. Por su lado, Molinari agrega una variante: evitar caer en la tentación de que el cambio provenga de afuera, de
una empresa, de un empleador. “La idea no es ir a buscar un puesto que otro nos da: la empresa y nuestro principal activo somos nosotros –sentencia–. Lo que queremos hacer y, por ende, lo que queremos ser, a veces sí tiene que ver con un papel en una nueva compañía; pero, a la vez, puede estar vinculado a algo que hacemos y ofrecemos por nuestros propios medios. Pensar en un puesto nos ata a un formato tradicional”. No hay una fórmula para el éxito, pero, para concluir, la especialista en recursos humanos se atreve a esbozar un consejo que apuntala la cruzada: “Debemos tener bien en claro qué nos hace sentir bien y qué no. Es importante saber que si decidimos solo por dinero, vamos a equivocarnos. Aunque a veces nos parezca una fantasía o una ilusión, el trabajo ideal realmente existe, solo hay que atreverse a soñarlo”.