La Nueva Domingo

El pasado que vuelve

LAS NOVELAS HISTÓRICAS ESTÁN EN AUGE, DE LA MANO DE MUJERES QUE LAS ESCRIBEN. HÉROES Y HEROÍNAS VIAJAN AL PRESENTE PARA TRANSMITIR SUS MENSAJES DE LUCHA Y SUS IDEALES.

- Por Andrea Albertano. Fotos: Gentileza Editorial Planeta, Vergara y Mariana Guarinoni.

La imagen ilustra la portada de La adelantada de los mares del sur, la novela de Mariana Guarinoni.

Para ponerse a escribir sobre alguien, dicen los que saben, hay que sentirse atraído por su figura o por algún hecho con el que haya dejado huella. Admiración, interés, curiosidad son las chispas que prenden las llamas de un sinfín de autoras argentinas que, más que nunca, están apostando por la novela histórica. Viviana Rivero es top en ventas y sus presentaci­ones en las librerías son un éxito de público, pero, allá por 2010, era una mujer que ejercía la abogacía y que decidió contar la vida de una de las pioneras que se dedicaron a la enseñanza en su libro Mujer y maestra. Con este título ganó un concurso literario que la llevó a replantear­se su presente. Fue entonces cuando dio un golpe de timón y dejó su profesión para ponerse

a escribir. “Reflexioné sobre cuáles habían sido las mujeres más influyente­s en nuestro país y llegué a la conclusión de que las más importante­s fueron las docentes. Ambienté la novela en la época de la fundación del primer colegio laico en Córdoba porque me pareció enriqueced­or adentrarme en cómo eran las mujeres de ese tiempo”, desliza Rivero. Por su parte, Mariana Guarinoni, autora de Hijas del sol, es otra de las que se vieron movilizada­s por la histo

ria.“Tres de mis novelas están basadas en personajes reales: La adelantada de los

mares del sur trata sobre Ysabel de Barreto, la única mujer que comandó una flota de galeones de la marina española a fines del siglo XVI. En La dueña de la

santa, me enfoqué en Ana de Matos y Encinas, quien compró una estatuilla milagrosa y le regaló la construcci­ón de una iglesia en su honor, que hoy es la Basílica de Luján. Poco se conocía de ella, pero descubrí una vida increíble que merecía ser novelada. No me equivoqué:

miles de lectoras se engancharo­n con los secretos de Ana”, declara Guarinoni. Y

agrega: “Mientras estudiaba e iban emergiendo las diversas realidades, sentí un inmenso orgullo por esas mujeres. No respondían al modelo callado y tranquilo que muchas veces nos hicieron creer, sino que fueron mujeres determinan­tes en distintas etapas de la humanidad”. Mercedes Güiraldes es editora de novelas históricas en el Grupo Planeta, una voz autorizada que analizó y si

guió de cerca este fenómeno: “El género está en auge desde hace años. Creo que se debe a que une el entretenim­iento de una trama bien pensada y narrada con la informació­n. El lector disfruta y aprende simultánea­mente. Los argumentos más atractivos son aquellos en los que la historia de amor y la historia con mayúsculas están bien imbricadas. Así, atrapa y f luye”. La tirada de las novelas históricas tiene un piso: entre cuatro y diez mil ejemplares (aunque pueden ser más).

Pero siempre aparece quien rompe el molde y supera las expectativ­as: “Las obras de Rivero siguen batiendo récords, incluso los propios, porque cada título vende más que el anterior. Se da algo rarísimo: es bestseller y longseller, el

sueño de todo editor”, afirma Güiraldes. Por su lado, Guarinoni sostiene que las novelas románticas no son ninguna novedad, sino que lo que aumentó considerab­lemente en los últimos años es su producción local. “Surgieron escritoras que ofrecieron tramas más cercanas a nosotros, a nuestros orígenes. Eso genera empatía”, resume.

De resilienci­a y epifanías

Cristina Loza es otra de las escritoras de novela histórica que supo ganarse el cariño y la devoción de sus lectores. Fue vendedora de recipiente­s de plástico y de vinos, entre otros rubros, para mantener su hogar y a sus hijos, ya

que quedó sola muy joven. “Era fisioterap­euta pero no abundaban los pacientes, y los polluelos piaban fuerte en el nido. Así que tuve que elegir entre la pluma o el tenedor. Eso sí: estoy convencida de que cuando tenés el don, es como una pepita de oro en tu interior que espera el

instante propicio para brillar”, opina. Debutó con la novela Malasangre, que

ella misma define “de iniciación”. “Es el despertar de una niña al universo de los adultos, ocupados en sus vidas y sin tiempo para mirarla. Es histórica por situarse en un paraje cordobés, con el peronismo que atraviesa tanto el argumento como a sus personajes”, comenta quien continuó su bibliograf­ía con El revés de las lágrimas, con la que reconoce haber empezado a sanar sus pro

pias heridas. “El revés de las lágrimas nació para desnudar la historia de una cautiva que, lejos de ser llorosa y sometida, toma el destino en sus propias manos. Fueron tres años de bucear por vericuetos políticos y antropológ­icos que a la vez me sirvieron para desandar la pena por la muerte de mi esposo”, admite. En una búsqueda intensísim­a de material y de fuentes, Loza recreó un idioma ágrafo, el ranquel, que rescató de un glosario de Juan Manuel de Rosas y otro del general Juan Domingo Perón, por su madre araucana. “Para corroborar todo esto, viajé a La Pampa. Allí me encontré con Germán Canuhe, jefe de la confederac­ión ranquel, que prologó mi novela, por el respeto con que los traté. No solo fue finalista del premio Planeta, sino que hace años que se edita para los colegios secundario­s”, se enorgullec­e. Y cuando le preguntamo­s si hay una forma de resilienci­a en la escritura contesta: “Siempre. La escritura nos permite arrojar luz en zonas sombrías de nuestra alma, y luego somos espejo o despertado­r para los que nos leen. Escribo para comprender y poder dar mi visión sobre cómo percibo el mundo. Es una epifanía”.

Del periodismo a las letras

Con años en los medios como periodista, Florencia Canale le otorga un valor supremo a la tarea de investiga

ción. “Leo todo lo que puedo. Tal vez el periodismo no precise de semejante obsesión como la que necesito a la hora de escribir mis novelas, pero la investigac­ión es una de las patas primordial­es”, desta-

ca la autora de La hora del destierro. Y prosigue: “Me terminé inclinando por este género porque me desvela el pasado, la historia argentina y la mundial. Es una manera seductora de abordarla. Y eso lo veo reflejado cuando converso con mis seguidores, ya que se acercan agradecien­do esta clase de libros porque antes no los entusiasma­ba la historia”. Guarinoni era fanática de la estadounid­ense Louisa May Alcott (célebre por su novela Mujercitas) y el italiano Emilio Salgari, pero de chica se ena

moró de la narrativa histórica. “Cuando después de veintidós años de periodismo me invadió la sensación de que había llegado a un techo en mi carrera y era el momento de hacer un cambio, la posibilida­d de escribir ficción histórica se convirtió en realidad”, repasa quien en Puerto prohibido recrea la ciudad de

Buenos Aires del 1600. “Vivíamos en medio del contraband­o oficializa­do desde el gobierno y la batalla de Hernandari­as para derrotar ese mal. Son datos que poca gente maneja. Y a los lectores les gusta enterarse de cosas nuevas a través de la ficción”, sintetiza. n

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