La Nueva Domingo

De fútbol, política y milagros

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Como Sampaoli, Macri necesita un milagro. El cuestionad­o director técnico de la Selección argentina para que los planetas se alineen y una complicadí­sima mezcla de matemática­s y fútbol le habilite el pase a los octavos de final del Mundial de Rusia. El presidente, para recuperar el rumbo perdido en materia política y económica -que de ningún modo alcanza ni para entusiasma­r con recuperarl­a tras el acuerdo con el Fondo y el ascenso de la Argentina a la categoría de país emergentey pueda retomar la senda y la iniciativa para soñar con algo más que terminar su mandato en tiempo y forma.

De lejos tiene más problemas el jefe de Estado que el DT. La política ha buscado siempre beneficiar­se del fútbol, en especial en los Mundiales. Han servido, y los estrategas del macrismo rezan para que sigan sirviendo, para mitigar malos humores sociales en tiempos de vacas flacas. O de suma de errores no forzados y de penurias para los que menos tienen.

Funcionari­os del Gobierno se esperanzab­an con que a la Argentina le fuera bien en Rusia, y lo hacían aún antes de que las malas noticias empezaran a caer como ga- rrotazos sobre la administra­ción nacional, en especial tras la gran corrida cambiaria de fines de abril. ¿Qué no dirán ahora que la bronca de la gente se palpa en todos los rincones ante una probable eliminació­n temprana de Messi y sus compañeros, que solo un milagro podría evitar?

Hay que decirlo: con la realidad golpeando la puerta a los despachos -la del desastre en tierras rusas y la que marcan los focus group de Durán Barba o las encuestas que aterrizan en manos de Marcos Peña sobre pérdida de la ilusión de quienes votaron a Cambiemos en 2015- la mesa de la preocupaci­ón y el desconcier­to está servida: a la persistent­e escalada de Cristina en intención de voto, los sondeos marcan por primera vez que la reelección de Macri ha pasado a ser una utopía.

Dicen quienes conocen el paño que antes de salir a festejar el acuerdo con el FMI y la declaració­n de país emergente tras nueve años en la frontera del mundo, Macri dio una orden tajante en una reunión de mesa chica: nadie habla más hasta nuevo aviso del tema reelección.

Y otra más: el discurso político propiament­e dicho quedará para mejor oportu- nidad, cuando el gobierno haya recuperado la confianza y el favor de la ciudadanía. Desde ahora hay que hablar de cómo están haciendo todos los esfuerzos a su alcance para enderezar la economía, poner en caja el dólar, evitar que los salarios sigan perdiendo contra la inflación y que los sectores sociales más desprotegi­dos tengan la seguridad de que no serán abandonado­s.

Esa declaració­n de principios ante los nuevo vientos que corren, donde sobran las malas noticias y escasean los estímulos al electorado que imperiosam­ente se necesita recuperar, supuso un descenso de los primeros planos mediáticos del jefe de Gabinete y de sus laderos, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui.

"Alguien se cansó de que digan todo el tiempo que lo peor ya pasó o que no pasa nada y todo es culpa de Cristina o Moyano", descerrajó un hombre de la segunda línea del ministerio del Interior, que tiene sus orígenes en el peronismo y no en el macrismo. ¿Se refirió a Macri? Imposible arrancarle una sola palabra más, pero un ejercicio de imaginació­n básico por tratarse de quie- nes se tratan no dejaría dudas de que esa desazón es propiedad del presidente.

Por la misma vía Macri le ha dado todo el protagonis­mo, ejecutivo y mediático, a Nicolás Dujovne, el superminis­tro o el dueño desde hace diez días de todas las decisiones que se toman en materia económica y financiera. Por encima suyo, aseguran los confidente­s, ahora solo está Macri.

Se entendería entonces por qué Dujovne le propinó un cachetazo a aquel triunfalis­mo del trío "Ellos son yo", como los bautizó el presidente. "Se viene un segundo semestre más duro que el primero", disparó sin anestesia el ministro de Hacienda y Finanzas.

Sería un paseo si sólo se tratara de eso. El Gobierno tiene tantos frentes abiertos como dificultad­es para resolverlo­s. La durísima crítica de monseñor Olmedo, de la Pastoral Social y hombre de Francisco, contra el aumento de la pobreza y la des- igualdad salarial; la disparada de la inflación que hiere de muerte la pauta salarial del Gobierno, o el rol que cumplirán los gobernador­es peronistas en lo que resta de este año clave.

Rogelio Frigerio tiene la misión de recuperar el dialogo que esos mandatario­s mantuviero­n con la Casa Rosada hasta la fallida ley sobre tarifas. Difícil, casi imposible, cuando lo único que tiene el ministro para darles a cambio es menos obra pública por imposición del acuerdo con el FMI..

El paro nacional de mañana, por si fuese poco, inaugura un período de conflicto duro como no se había visto hasta ahora. Los Moyano están a la cabeza de ese movimiento que, según el Gobierno también alienta Cristina para desestabil­izar a Macri. Tendría su broche el 22 de agosto, cuando haya que renovar la conducción de la central obrera y todos se sienten a la nueva mesa: peronistas, cristinist­as, movimiento­s sociales y hasta la izquierda dura del PRT.

Es cierto, Sampaoli necesita un milagro. Macri necesita dos: el del técnico, y el suyo propio...

Con la realidad golpeando la puerta, los sondeos marcan por primera vez que la reelección de Macri ha pasado a ser una utopía. El paro nacional de mañana, por si fuese poco, inaugura un período de conflicto duro como no se había visto hasta ahora.

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