Un taller dentro de la cárcel brinda opciones para reinsertarse mejor
En el Penal de Villa Floresta se lleva adelante un programa para internos jóvenes. Socialización, convivencia y respeto hacia el otro son los pilares.
“Quiero hacer las cosas bien. Ahora tengo otra mentalidad, antes vivía el día a día”, dice Emiliano, un bahiense de 21 años que cumple una condena por robos con armas.
Es uno de los 33 jóvenes que ocupa el pabellón 2A de la Unidad Penal Nº 4 de Villa Floresta, destinado al Programa Integral de Asistencia y Tratamiento de Jóvenes Adultos (PIATJA), diseñado por el Servicio Penitenciario Bonaerense.
El plan, que comenzó a funcionar en 2009 pero cobró fuerza en los últimos años, involucra a detenidos que tienen entre 18 y 21 años, aunque en algunos casos se puede extender la perma- nencia hasta los 25.
Los objetivos del proyecto giran sobre términos como socialización, convivencia y respeto.
Los jóvenes que forman parte se dividen las tareas dentro del pabellón, deben cumplimentar en forma obligatoria la educación primaria y secundaria, y participan de diversos talleres que se les ofrece.
“La idea es establecer normas de convivencia que se basan principalmente en la socialización, respeto, solidaridad y diálogo. Acá tratamos de reforzar la idea de resolver conflictos mediante la palabra. Hay algunos que nunca han atravesado por ese tipo de contextos y no han tenido una vida simbólica o contención”, afirma la licenciada María Victoria Rocca, coordinadora técnica del programa.
Describe que “se les brinda herramientas, más allá de que hay normativas y límites. Desde ese lugar, y teniendo en cuenta esas normas, se trabaja en el resto de las actividades” .
El equipo lo completa el coordinador de seguridad, Martín Avila, y cuatro encargados, quienes se dividen por turnos y están las 24 horas en contacto con los internos.
Todos ellos se encuentran bajo la órbita de Jorge Ruiz, quien es el director del programa a nivel provincial.
Una cuestión que no resulta menor es que no tienen contacto con el resto de la población carcelaria y se los prepara para el momento de volver a la calle.
El pabellón cuenta con 18 celdas que tienen una capacidad de dos personas cada una, e instalaciones para que los jóvenes reciban a las visitas en ese lugar.
“La idea es preservarlos del contacto con el resto de la población adulta, para evitar roces con otros internos que llevan una trayectoria dentro del penal”, agrega.
En el Centro de Formación Profesional que funciona dentro de la unidad toman cursos de panadería, zapatería, peluquería, serigrafía, promotor de salud o computación, entre otros.
Además, se les ofrece actividades como talleres de clown, a cargo de Leticia Durgos; de expresión artística, brindado por el grupo Los Muraleros; o de árbitro de fútbol, dictado por Facundo Tello.
Ingreso
La licenciada Rocca destacó que el acceso de los jóvenes al programa es decisión de los internos.
“No se seleccionan a los chicos. La ley dice que el jo- ven de entre 18 y 21 años tiene que estar incorporado, aunque no los podemos obligar. Cuando ingresa un joven a la unidad, luego de todos los requerimientos del servicio, pasa por la entrevista con el equipo. Él tiene que tener la voluntad de estar acá”.
Siguió diciendo que “se lo entrevista y se le explica de qué se trata. Algunos no quieren, porque no están de acuerdo o porque les parece que no les va a funcionar, otros porque tienen amigos o familiares en otros pabellones, aunque igual se trata de que vengan a conocer y observen. Algunos no están y al tiempo piden venir”.
También menciona que no se hace ningún tipo de distinción respecto del delito por el que fueron detenidos.
“Cuando ingresan se les explica que ellos deben trabajar en equipo para llevar adelante esto y se les trasmite la idea de responsabilidad compartida. Pretendemos que no se discriminen entre ellos o se juzguen por el delito que cometieron”.
Explicó que el programa consta de tres etapas. En la primera, denominada de admisión, se observa al interno durante un plazo de entre 30 y 60 días para ver si puede seguir las normativas establecidas.
Posteriormente pasa a la etapa de tratamiento, donde es incorporado a las distintas actividades, con el objetivo de “comenzar a fortalecer la convivencia y que no haya conflictos”.
El último paso es el de “proyecto ciudadano”, que se da cuando el joven se encuentra pronto a recuperar la libertad.
“Ahí vemos si ha internalizado normas que tienen que ver con la socialización y se trabaja junto al Patronato de Liberados. Es una forma de ligarlos con el afuera y trabajar sobre los proyectos para la calle”, finalizó Rocca.