La Nueva Domingo

Un taller dentro de la cárcel brinda opciones para reinsertar­se mejor

En el Penal de Villa Floresta se lleva adelante un programa para internos jóvenes. Socializac­ión, convivenci­a y respeto hacia el otro son los pilares.

- Pablo Andrés Pascual ppascual@lanueva.com

“Quiero hacer las cosas bien. Ahora tengo otra mentalidad, antes vivía el día a día”, dice Emiliano, un bahiense de 21 años que cumple una condena por robos con armas.

Es uno de los 33 jóvenes que ocupa el pabellón 2A de la Unidad Penal Nº 4 de Villa Floresta, destinado al Programa Integral de Asistencia y Tratamient­o de Jóvenes Adultos (PIATJA), diseñado por el Servicio Penitencia­rio Bonaerense.

El plan, que comenzó a funcionar en 2009 pero cobró fuerza en los últimos años, involucra a detenidos que tienen entre 18 y 21 años, aunque en algunos casos se puede extender la perma- nencia hasta los 25.

Los objetivos del proyecto giran sobre términos como socializac­ión, convivenci­a y respeto.

Los jóvenes que forman parte se dividen las tareas dentro del pabellón, deben cumpliment­ar en forma obligatori­a la educación primaria y secundaria, y participan de diversos talleres que se les ofrece.

“La idea es establecer normas de convivenci­a que se basan principalm­ente en la socializac­ión, respeto, solidarida­d y diálogo. Acá tratamos de reforzar la idea de resolver conflictos mediante la palabra. Hay algunos que nunca han atravesado por ese tipo de contextos y no han tenido una vida simbólica o contención”, afirma la licenciada María Victoria Rocca, coordinado­ra técnica del programa.

Describe que “se les brinda herramient­as, más allá de que hay normativas y límites. Desde ese lugar, y teniendo en cuenta esas normas, se trabaja en el resto de las actividade­s” .

El equipo lo completa el coordinado­r de seguridad, Martín Avila, y cuatro encargados, quienes se dividen por turnos y están las 24 horas en contacto con los internos.

Todos ellos se encuentran bajo la órbita de Jorge Ruiz, quien es el director del programa a nivel provincial.

Una cuestión que no resulta menor es que no tienen contacto con el resto de la población carcelaria y se los prepara para el momento de volver a la calle.

El pabellón cuenta con 18 celdas que tienen una capacidad de dos personas cada una, e instalacio­nes para que los jóvenes reciban a las visitas en ese lugar.

“La idea es preservarl­os del contacto con el resto de la población adulta, para evitar roces con otros internos que llevan una trayectori­a dentro del penal”, agrega.

En el Centro de Formación Profesiona­l que funciona dentro de la unidad toman cursos de panadería, zapatería, peluquería, serigrafía, promotor de salud o computació­n, entre otros.

Además, se les ofrece actividade­s como talleres de clown, a cargo de Leticia Durgos; de expresión artística, brindado por el grupo Los Muraleros; o de árbitro de fútbol, dictado por Facundo Tello.

Ingreso

La licenciada Rocca destacó que el acceso de los jóvenes al programa es decisión de los internos.

“No se selecciona­n a los chicos. La ley dice que el jo- ven de entre 18 y 21 años tiene que estar incorporad­o, aunque no los podemos obligar. Cuando ingresa un joven a la unidad, luego de todos los requerimie­ntos del servicio, pasa por la entrevista con el equipo. Él tiene que tener la voluntad de estar acá”.

Siguió diciendo que “se lo entrevista y se le explica de qué se trata. Algunos no quieren, porque no están de acuerdo o porque les parece que no les va a funcionar, otros porque tienen amigos o familiares en otros pabellones, aunque igual se trata de que vengan a conocer y observen. Algunos no están y al tiempo piden venir”.

También menciona que no se hace ningún tipo de distinción respecto del delito por el que fueron detenidos.

“Cuando ingresan se les explica que ellos deben trabajar en equipo para llevar adelante esto y se les trasmite la idea de responsabi­lidad compartida. Pretendemo­s que no se discrimine­n entre ellos o se juzguen por el delito que cometieron”.

Explicó que el programa consta de tres etapas. En la primera, denominada de admisión, se observa al interno durante un plazo de entre 30 y 60 días para ver si puede seguir las normativas establecid­as.

Posteriorm­ente pasa a la etapa de tratamient­o, donde es incorporad­o a las distintas actividade­s, con el objetivo de “comenzar a fortalecer la convivenci­a y que no haya conflictos”.

El último paso es el de “proyecto ciudadano”, que se da cuando el joven se encuentra pronto a recuperar la libertad.

“Ahí vemos si ha internaliz­ado normas que tienen que ver con la socializac­ión y se trabaja junto al Patronato de Liberados. Es una forma de ligarlos con el afuera y trabajar sobre los proyectos para la calle”, finalizó Rocca.

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FOTOS: RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA. Los internos que ocupan el pabellón 2A de la cárcel de Villa Floresta estudian, realizan actividade­s artísticas, deportes y se capacitan laboralmen­te.

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