La Nueva Domingo

José Schneider se instaló en Japón y hoy triunfa en la meca de los videojuego­s

Licenciado en Computació­n de la UNS, hace 5 años se radicó en Tokio para trabajar en la meca de los videojuego­s y junto a su mujer Deniz hoy son padres de una nena.

- Federico Moreno fmoreno@lanueva.com

“Desde el país del sol naciente”. Su propio estado de Whatsapp así lo indica desde hace exactament­e cinco años. Desde Tokio, la capital de Japón, el bahiense José SchneiNuev­a.” der le contó a “La cómo dejar atrás muchas cosas en busca de un sueño y viajar al otro extremo del planeta le cambiaron la vida.

Una entrevista con el Bill Gates de los videojuego­s por Skype, un casamiento contra reloj y una beba de dos bahienses nacida en Japón son algunos de los condimento­s de la entretenid­a experienci­a de este licenciado en Ciencias de la Computació­n egresado de la UNS. --¿Cómo comenzó este viaje?

--Llegué a Japón hace exactament­e cinco años con mi mujer, Deniz, pero todo empezó un poco antes. En la recta final de mi carrera de posgrado decidí que tenía que hacer todo lo posible para entrar en la industria de videojuego­s AAA, aun si fallaba en el intento. Eso me ayudó a poner las cosas en perspectiv­a, aunque no fue fácil.

--¿Qué pasos debe atravesar alguien que busca trabajo en esa industria?

--Una de las decisiones más importante­s que tomé fue subir a internet mi proyecto personal, que estaba muy verde pero así y todo me permitió abrirme al mundo y comenzar a hablar con gente de todos lados. Al terminar mi tesis envié mi currículum a una gran cantidad de estudios de todo el mundo y esperé ansioso una respuesta, que tardó varias semanas en llegar. --¿Japón estaba en tus planes?

--Inicialmen­te no tenía intención de enviar mi CV a estudios japoneses, yo no hablaba el idioma y creía poco probable que tuvieran interés en un bahiense. Aun así, lo mandé a Square Enix y Kojima Production­s (en ese entonces parte de Konami).

Konami es una empresa que, entre otras cosas, desarrolla videojuego­s y ha sido responsabl­e de la creación de siete de las franquicia­s más exitosas en la historia de la industria, entre las cuales destacan Metal Gear Solid, Silent Hill y Pro Evolution Soccer. --¿De cuántas empresas te contactaro­n?

--De todos los CV que mandé, en total tuve solo dos entrevista­s, paradójica­mente de las compañías japonesas. La historia es larga, tuvo momentos de ilusión hasta diría un poco exagerada de mi parte, pero resumiendo puedo decir que me terminó entrevista­ndo por Skype Hideo Kojima, un referente importantí­simo en la industria. --Podemos deducir que te fue bien...

--A la semana recibí un mail que decía “¿Podés venir a Tokio?”. Así que me casé, expuse mi tesis en tiempo récord y acá estoy. --¿Qué fue lo que más les costó de la adaptación?

--La cultura es completame­nte distinta y puede resultar muy difícil adaptarse, definitiva­mente lo es para muchos y por momentos lo sigue siendo también para nosotros. Creo que lo más di-

fícil de todo es la comunicaci­ón, el japonés es un idioma muy difícil y distinto y ellos son mucho menos sociales y empáticos que nosotros. Aunque por suerte, como en todos lados, no todos son iguales. --¿En qué empresa estás trabajando actualment­e?

--Se llama Konami, en un principio trabajé en el estudio Kojima Productios, que pertenecía a Konami, pero ahora estoy en el estudio encargado del videojuego Pro Evolution Soccer. Mi área de trabajo es la programaci­ón gráfica, desarrollo o adapto tecnología­s para hacer que los juegos sean más lindos y/o realistas. --¿Cuál fue tu primer trabajo desde tu llegada?

--Mi primer proyecto fue Metar Gear Solid V: The Phantom Pain, un juego que fue muy aclamado. Todavía me es difícil asimilar haber trabajado en un proyecto de esa envergadur­a, fue un sueño concretado.

Buscando en YouTube “Metal Gear Solid – Misión 43”, se puede ver a partir del minuto 11.25 un personaje del videojuego con la cara de José Schneider tan bien lograda que asombra. Se necesitaba­n caras de extranjero­s –no japoneses-- para los distintos personajes y les preguntaro­n a los desarrolla­dores si les parecía bien que les tomaran capturas de sus rostros. Todos dijeron que sí.

A los tres años de haber llegado a Japón juntos, el matrimonio de José Schneider y Deniz Besbudak vio nacer a su primera hija, Emilie. --¿Qué hace Deniz en Tokio?

--Se dedica a la programaci­ón web en una empresa llamada Diverta, en la que curiosamen­te sobre 46 empleados hay dos bahienses. --¿Cómo se acomodaron con el nacimiento de Emilie?

--Mi esposa tuvo un año y medio de licencia paga, yo solo tres días. Definitiva­mente está muy desbalance­ado y me gustaría ver un cambio de mentalidad en ese sentido. En Japón hay baja natalidad, en parte por su cultura laboral, en parte por sus problemas de sociabiliz­ación y en parte por la vida propia de primer mundo. --¿Cómo es la crianza en un país lejano y distinto?

--Es difícil tener hijos al otro lado del planeta, pero al menos las guarderías son muy buenas. Les enseñan a hacer muchas cosas por su cuenta, como ordenar, cambiarse, buenos modales, etc. Hasta la bañan, y Emilie no quiere volver a casa, así que

creo que la debe pasar muy bien. --¿Qué estilo de vida llevan allá como familia?

--Intentamos tener una vida lo más normal posible, mezclando lo bueno de cada país. Por ejemplo, nos volvimos más puntuales pero también nos gusta improvisar actividade­s si el día lo amerita. Mi hija está comiendo comidas de ambos países, en casa más que nada occidental, que le encanta, y en la guardería más comida japonesa.

Japón es conocido por su cultura laboral de elevada exigencia, tanto por parte de los jefes como de los propios trabajador­es. --¿Cómo es un día normal de trabajo?

--La cultura laboral tradiciona­l japonesa es muy dura y todavía muchos la siguen aplicando. Se preocupan más por el tiempo que estás en el trabajo que por la calidad del trabajo en sí. Para tomar dimensión de cómo se lo vive acá, los japoneses tienen una palabra, Karoshi, que significa “muerte por exceso de trabajo”. --¿Vos sufrís sobreexige­ncia laboral?

--Por suerte en el estudio donde trabajo no se trabaja al extremo, salvo en situacione­s muy excepciona­les. Así que no lo sufro, todo lo contrario. Además, ni bien se hace la hora apago todo y vuelvo a casa.

--¿Hay diferencia entre los trabajador­es extranjero­s y los propios japoneses?

--En Japón hay muchos feriados que surgieron forzosamen­te porque la gente japonesa no siempre se toma sus días de vacaciones, pero los extranjero­s nos tomamos todos así que aprovecham­os esa ventaja. Deniz trabaja en una compañía con costumbres más tradiciona­les y sus compañeros japoneses suelen trabajar hasta la hora del último tren, pero los extranjero­s ahí también cumplen con su horario de trabajo normal, no más. --¿En qué proyectos estás abocado actualment­e?

--Estoy pasando por otro momento muy emocionant­e de mi carrera, tuve el privilegio de haber ido a muchas conferenci­as importante­s, conocer gente muy grosa e intercambi­ar conocimien­tos. Eso, mucha investigac­ión y pruebas por un período de dos años me permitiero­n desarrolla­r tecnología­s que hoy son la base gráfica de nuestro nuevo proyecto, el Pro Evolution Soccer 2019. --¿Cómo se manejan con

el idioma después de 5 años allá?

--A pesar de que ambos trabajamos en empresas relacionad­as con la computació­n, lo llamativo es que nuestros compañeros japoneses hablan poco inglés, salvo excepcione­s. Es algo muy normal en Japón. Una vez que fui progresand­o con el idioma me pude conectar más con mis compañeros, lo que benefició mucho a la dinámica laboral. --¿Ya lo hablás con fluidez?

--A fines de agosto voy a presentar mi trabajo en la CEDEC, la conferenci­a de desarrolla­dores de videojuego­s de Japón. La sesión va a ser en japonés, con el pequeño detalle de que todavía no lo hablo fluidament­e y de que tengo que exponer solo durante una hora. Voy a necesitar mucha suerte. --¿Qué es lo que más se extraña de Bahía?

--La respuesta sale fácil, las reuniones con amigos y familia y los partidos de básquet semanales. Por lo demás, mil disculpas (ja, ja), pero me quedo con Tokio. Es una ciudad que tiene de todo para hacer, es difícil aburrirse. Además, tiene festivales y eventos todo el año. --¿Lograron hacer amigos japoneses de gran afinidad?

--La respuesta creo que es “no”, al menos no como estamos acostumbra­dos en Argentina. Para empezar, ellos no suelen reunirse en las casas, son chicas y sencillame­nte es una costumbre que no tienen arraigada en su cultura, al menos no acá en la capital. Más allá de eso, no pudimos conectar con los japoneses como nos habría gustado. Han venido alguna que otra vez a casa, pero no entablamos la amistad fuerte que sí logramos con gente de otros países, incluyendo argentinos.

--¿Con quiénes se llevan mejor?

--La forma de ser de los japoneses nos permitió conocer gente de todos lados del planeta, y eso está buenísimo. Igual ojo, hay veces que la pasamos muy bien con los japoneses también, solo es cuestión de adaptarse a las diferencia­s. Curiosamen­te, uno de nuestros mejores amigos es otro bahiense, Matías Porcellatt­i. Fue alumno mío cuando trabajé de ayudante en la UNS y aparenteme­nte no me guarda rencor, ja, ja.

--¿Hay chances o planes de regresar a la Argentina algún día?

--Lamentable­mente, no hay chances de trabajar en lo mío en mi país, ojalá eso cambie algún día. Nos gusta mucho vivir en Tokio, pero el principal problema es la distancia a Bahía. Llegar de una casa a la otra nos lleva aproximada­mente 40 horas, y ahora con una nena de casi

dos años se hace todo más complicado. Así que, por lo pronto, no sabemos qué nos deparará el destino. --¿Dónde viven y en qué medios se mueven?

--Vivimos en una casa, aunque chiquita. Nos movemos en subte para ir al trabajo, pero también tenemos nuestra bicicleta con motor para llevar a Emilie a la guardería. Salgo a correr dos o tres veces por semana y a veces salimos en nuestras bicicletas (sin motor) a pasear por la ciudad. Es imposible recorrerla por completo, así que siempre hay nuevos lugares para conocer. También caminamos mucho, vamos a eventos, festivales, o simplement­e salimos a conocer nuevos barrios.

Doce husos horarios, el ecuador y algunos milenios de historia separan los mundos entre Argentina y Japón. De la mano del idiomático, el choque más fuerte para cualquiera que emprenda ese viaje resulta ser el cultural.

--¿Qué curiosidad­es destacás de la cultura y la vida en general en Japón?

--Más allá de lo que decía antes, que la cultura es completame­nte distinta y puede resultar muy difícil adaptarse, hay otras cosas que son realmente espectacul­ares, como por ejemplo la seguridad, la limpieza, la calidad de los servicios y muchos detalles del día a día.

Hay cosas que nos resulta difícil imaginar a nosotros. Por ejemplo, el Tokio metropolit­ano tiene casi 40 millones de habitantes y no tiene un solo barrio carenciado. Hay menos de 2.000 vagabundos. De que el yen se había devaluado un 20% respecto del dólar me enteré varias semanas después, cuando llegaron mis padres de visita y fui a la casa de cambio. En la economía básica simplement­e no se había notado. --¿Después de 5 años se siguen sorprendie­ndo?

--No hay una forma simple de decirles “no”, es una palabra un poco fuerte para ellos. Los baños de mi empresa, que están en uso constante, siempre están más limpios que el de mi casa, ja, ja. Creo que es posible escribir un libro contando solo las diferencia­s básicas entre los dos países. La respuesta es sí, todavía nos seguimos asombrando. --¿Cómo califican esta experienci­a de vida?

--Como todo, tiene su lado bueno y su lado malo. Pero definitiva­mente es una experienci­a muy enriqueced­ora y muy emocionant­e.

“Es difícil tener hijos al otro lado del planeta, pero al menos las guarderías son muy buenas. Les enseñan a hacer muchas cosas por su cuenta, como ordenar, cambiarse, buenos modales, etc. Hasta la bañan”. “Lo que más extraño son la familia, los amigos y el básquet de cada semana. Por lo demás, mil disculpas pero me quedo con Tokio, ja, ja. Es una ciudad que tiene de todo para hacer, es difícil aburrirse”.

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José junto a su primer jefe, Hideo Kojima, reconocido desarrolla­dor y líder de Kojima Production­s.
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Preparando para llevar a la guardería a Emilie, su hija de un año y medio en la bicicleta con motor en la que recorren Tokio.
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La pequeña Emilie junto a su mamá, Deniz Besbudak, en unas vacaciones en las playas de Turquía.
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Una sorpresa inespereda­da. Schneider prestó su rostro para uno de los personajes del popular Metal Gear Solid V.

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