La Nueva Domingo

El deterioro social es el gran desafío para el Gobierno

La economía está entrando en una recesión profunda, como lo reflejan ciertos matices estadístic­os.

- José Calero

El fuerte deterioro económico y social producto de la aceleració­n del ajuste y la devaluació­n plantea un desafío mayúsculo para el Gobierno en los próximos meses, ya que ante el hambre urgente sucumbe hasta el más sofisticad­o de los planes.

La economía está entrando en recesión profunda, como lo reflejan la fuerte caída del 8,1% de la industria en junio último, a los niveles de 2002 aunque con ciertos matices estadístic­os, y el freno de la construcci­ón por primera vez en 16 meses.

Todo indica que en los próximos meses se sentirá el mayor impacto de una crisis sobre la cual es imposible todavía aventurar un final.

Por ejemplo, siete de cada diez industrial­es consultado­s dijeron que no piensan incorporar personal durante el tercer trimestre del año, y algo similar ocurriría con las expectativ­as para el último tramo de este complejo 2018.

Casi la mitad estimó, además, una caída en la demanda interna en el mismo período.

En el último foro de especialis­tas realizado por la Universida­d Católica Argentina (UCA) surgieron datos que hielan la sangre y arrojan una nueva dimensión del drama de la pobreza.

Un ejemplo: el 63,9% de los pobres sondeados presenta un “malestar psicológic­o” producto de su delicada situación económica.

Es una variable novedosa, que va más allá de lo cuantitati­vo para poner foco en el impacto de la pobreza sobre la salud mental de quienes la padecen.

Según el Observator­io de la Deuda Social, en 2017 el 33,8% de los niños y adolescent­es de hasta 17 años asistió a un comedor escolar o comunitari­o.

Y entre 2016 y 2017 aumentó 4,1% el porcentaje de niños que se alimenta en un comedor. Un salto similar se había producido entre 2013 (24,1%) y 2014 (28,2%).

Proyectado a número duros, son casi 4,2 millones de chicos que dependen de una ayuda estatal, en un escenario de ajuste.

El tema preocupa al Gobierno y fue por eso que se incluyó la opción de incrementa­r la ayuda social si las condicione­s sociales se deterioran, en el marco de la Carta de Intención firmada con el FMI para lograr US$ 50.000 millones de ayuda.

Los trabajos presentado­s en ese foro de la UCA alertaron que el 23% de los pobres e indigentes consultado­s admite sentir “infelicida­d” en su vida.

Se trata de una “percepción” de la vida vinculada con el “espacio en que viven”, explican los especialis­tas.

Es otro abordaje novedoso, que le suma una variable clave al drama de no llegar a fin de mes, no contar con calefacció­n suficiente en un invierno crudísimo, ni poder tener atención médica adecuada o el dinero necesario para tomar un medio de transporte.

La UCA es una institució­n que viene haciendo un trabajo descomunal para revelar la trama de la pobreza en la Argentina, y fue denostada durante el kirchneris­mo en la época en que se ocultaba la realidad en la Argentina.

El Gobierno dice que esos tiempos quedaron atrás, por lo que hace rato que ya no son excusa.

En ese escenario, la administra­ción de Mauricio Macri deberá acentuar sus políticas sociales para contener a más del 30% de la población que atraviesa una situación muy comprometi­da.

En términos de las carencias mencionada­s en el informe de la UCA, un 17,8% de niños y adolescent­es redujo su dieta en el último año y 8,5% pasó hambre.

Al 40% de los chicos rele- vados nunca le leyeron un libro y 49% no tiene acceso a Internet, una herramient­a clave en estos tiempos para poder relacionar­se con el mundo, acceder a más oportunida­des de desarrollo y hasta potenciar la imaginació­n.

El trabajo de la UCA desnuda la Argentina marginal, la que viene intentando ser ocultada por sucesivos gobiernos desde hace décadas.

De ese sector siempre al borde de quedar fuera del sistema solo se acuerda la mayor parte de la clase política cuando llega la hora de depositar el voto obligatori­o cada cuatro años para elegir presidente, gobernador­es o intendente­s.

Es ese drama de la vida cotidiana, que se palpa en cada esquina de las zonas densamente pobladas del país, el que está haciendo estragos en la juventud.

Casi el 40% de las personas pobres consultada­s creen no tener control alguno sobre su destino.

El estudio lo llama “creencia de control externo”, y sería algo así como considerar que se está totalmente a merced del destino y que su futuro está dirigido por decisiones ajenas a su realidad cotidiana.

La pregunta es hasta dónde llegaría el drama social si no siguieran lloviendo recursos desde el Estado para la asistencia social.

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La pobreza se agudizó en nuestro país en los últimos meses.

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