La Nueva Domingo

Weking Van Reeth logró

CRIADO EN CÓRDOBA Y RADICADO EN BÉLGICA, WEKING VAN REETH UNIÓ A TROTE ALASKA CON USHUAIA. EL DESAFÍO DURÓ DOS AÑOS Y SE HIZO DOCUMENTAL. AQUÍ LO REVIVE.

- Por Juan Martínez. Fotos: Gentileza entrevista­do.

unir Ushuaia con Alaska... ¡corriendo! La travesía de este cordobés radicado en Bélgica, que duró dos años, devino en un documental. Repasamos su viaje en palabras e instantáne­as.

En su departamen­to de la ciudad de Amberes, en Bélgica, Weking Van Reeth toma mate y contempla todo el espacio disponible. Prácticame­nte no tiene muebles: los vendió para emprender una aventura de casi dos años de duración que lo tuvo corriendo de punta a punta por todo el continente americano, junto a su amigo Sebastian Vandermole­n y las parejas de ambos, An y Liesbeth. Entre los cuatro llevaron adelante el proyecto ViaPanam. Desde la gélida Alaska hasta Ushuaia, Weking y Sebastian corrieron veinticinc­o mil kilómetros: si los contáramos en maratones, daría casi trescienta­s para cada uno (se turnaban día por medio para recorrer esa distancia). El final en la Argentina fue inolvidabl­e para todos, pero en especial para Weking, que se crió en Córdoba y se siente más argentino que belga. “Me cuesta adaptarme a la cultura local. Aquí soy el único que toma mate, ¡todos piensan que me estoy drogando! Prefiero las costumbres y la mentalidad argentinas. Aquí todo es más serio”, confiesa. El running apareció en su vida como una reconexión con sensacione­s que tuvo en su infancia cordobesa, y como vía de escape a tareas laborales que cada vez se hacían más intensas y agotadoras. De chico hacía mountain bike, compitió en torneos provincial­es y nacionales, y hasta se animó al duatlón (bici + running). Pero en Bélgica el deporte quedó de lado: se abocó a su carpinterí­a y a recaudar dinero para comprarse un departamen­to junto a An. Agobiado, encontró un desahogo en la suma de kilómetros. “Llevaba un par de años sin hacer nada y me sentía mal. Salí a correr con unos amigos y me gustó. Es lo mejor que podés hacer después de un día de estrés laboral. Salís una horita y te despeja la mente. Tras medio año de haber empezado a correr, me animé a mi primera maratón. Eso sí, siempre en grupo. En la Argentina solía asistir a las carreras de bici con diez o doce chicos. Eran geniales esos momentos juntos: íbamos a Córdoba, Tucumán, Catamarca... Toda esta movida fue como retornar a esa época”, admite.

–¿Cuál fue el leitmotiv que los impulsó?

–A mí me faltaba algo. Estaba trabajando mucho, entre diez y catorce horas por día. En rigor, a los cuatro nos pasaba lo mismo: queríamos cambiar de rumbo, salir de eso sí o sí. Cuando regresás de una experienci­a así no sabés bien qué hacer, pero no somos los mismos de antes. Tenemos una perspectiv­a totalmente diferente de las cosas.

–¿Cuándo le dieron forma a ViaPanam?

–Con Sebastian nos anotamos en una ultramarat­ón muy famosa, Marathon des Sables, que es en el desierto del Sahara, en Marruecos. Son doscientos cincuenta kilómetros en cinco etapas. Era el 2015 y pensé: “Si puedo hacer esto, ¿por qué no algo más largo y más loco?”. Sebastian coincidió conmigo, se lo contamos a nuestras parejas y se entusiasma­ron tanto como nosotros.

–¿Estuvieron de acuerdo de entrada?

–Bueno, al principio contestaro­n que sí inmediatam­ente. Al cabo de unos días surgieron las dudas. Tardamos un mes en convencern­os de que era “ahora o nunca”, ya que no estábamos satisfecho­s con nuestras vidas. Vendimos todo lo que pudimos: los muebles, los autos… Con eso compramos dos camionetas que las convertimo­s en casas rodantes. Y hasta conseguimo­s sponsors para amortiguar los gastos.

–¿Cómo se planifica algo así?

–Fue complicado, porque nadie lo había hecho antes. Ninguno estaba seguro de cómo funcionarí­a esto de correr durante

dos años. No te podés preparar para eso ni física ni mentalment­e. Lo físico no nos daba miedo, porque el cuerpo se acostumbra a levantarse todas las mañanas y correr. Lo que más nos preocupaba era lo mental: motivarse diariament­e, convivir las dos parejas las veinticuat­ro horas…

–No debe de haber sido sencillo…

–A mí me costó mucho, porque de vez en cuando preciso mi espacio. Lo que nos mantuvo muy fuertes y unidos fue que teníamos la misma idea, la misma meta. El objetivo era llegar a Ushuaia y cada uno por separado hubiera sido imposible. Nos necesitába­mos.

Inventario

En el norte del continente suieron la indiferenc­ia e incluso el fastidio de estadounid­enses y canadiense­s, que no solo no se conmovían con su historia, sino que les ponían caras largas por los dos tráiler que estacionab­an en cualquier parte para pasar la noche. De hecho, el cuarteto fue desalojado en más de una ocasión. De México para abajo, recibieron mucha más contención y cariño: la gente se les acercaba a preguntarl­es por lo que hacían, para oecerles comida y hospedaje, y hasta hubo quienes se sumaron a correr con ellos un puñado de kilómetros.

–¿Cuál fue el tramo más difícil?

–Centroamér­ica: Guatemala, Honduras y El Salvador. Los países son bastante inestables y hacía muchísimo calor, porque estuvimos allí en pleno verano. A las ocho de la mañana ya hacía treinta y ocho grados, con una humedad del tresciento­s por ciento: para correr, eso es mortal. Ahí nos planteamos: “¿Qué hacemos acá?” ( risas). Lo peor fue entre el sur de México y Panamá.

–¿Y los destinos que más disfrutaro­n?

–Argentina fue hermoso, porque fue donde concluyó todo.

Para mí fue especial: era como correr hacia mi casa. Visité amigos en distintas provincias, y a mi mamá, que sigue radicada en el país. México es otra belleza: sus habitantes son súpercordi­ales y la comida es riquísima. No puedo dejar de mencionar el altiplano, en Bolivia: pudimos cruzar corriendo todo el Salar de Uyuni. Espectacul­ar.

–¿Cómo describirí­as lo que pasaste en estos dos años?

–Nosotros lo tomamos como si fuera un trabajo: o sea, nos obligamos a cumplir con el plan. Pero, obviamente, la pasamos muy bien. Estábamos al margen de todo y de todos, durmiendo en vehículos de dos metros por dos me- tros… Nuestra casa era el mundo, y eso te da una libertad mental enorme. Fuimos unos afortunado­s.

–¿Cómo fue readaptars­e a la rutina?

–Cuesta reinsertar­se. Es raro levantarme, desayunar y no tener que salir a correr cuarenta y dos kilómetros. De repente, todo se paró y es muy extraño. Pero estoy contento de haber podido volver a la “normalidad”, porque después de dos años también se pone duro correr todos los días.

–¿No te picó el bichito de vuelta?

–Para ser sincero, corrí muy poco en este último tiempo. Pero ya me van a agarrar ganas de nuevo. No creo que corra una maratón día por medio, pero voy a continuar con las carreras. Lo que más me atrapa de este deporte es estar solo, tomar mis propias decisiones y no depender de terceros. Cada paso que doy lo decido yo mismo.

–En una respuesta dijiste que no son los mismos que antes. ¿A qué te referís específica­mente?

–A que era una persona que se enojaba por cualquier idiotez. Estaba constantem­ente inquieto, nervioso. Ya no. Pocas cosas me molestan. Los cuatro estamos mucho más calmos. Pase lo que pase, decimos: “Si no es hoy, será mañana; y si no es, no tendrá que ser”. Previo a ViaPanam, si no lográbamos lo que queríamos, nos sentíamos mal, ustrados. Con este desafío nos dimos cuenta de que hagas lo que hagas lo importante es que te guste hacerlo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? 1. Weking encaró la aventura junto a su amigo Sebastian Vandermole­n y sus respectiva­s parejas que los siguieron en dos camionetas. 2. En las vías de Ecuador. 3. El impactante salar boliviano, a sus pies. 4. Cuesta arriba en California.
1. Weking encaró la aventura junto a su amigo Sebastian Vandermole­n y sus respectiva­s parejas que los siguieron en dos camionetas. 2. En las vías de Ecuador. 3. El impactante salar boliviano, a sus pies. 4. Cuesta arriba en California.
 ??  ??
 ??  ?? Pegando la curva en la Patagonia
Pegando la curva en la Patagonia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina