La devaluación obliga a decirle adiós a la “pobreza cero”
La devaluación se volvió a acelerar en el arranque de agosto y prácticamente sepulta la principal promesa de campaña de Cambiemos, el objetivo de “pobreza cero”, ya que amenaza provocar un nuevo tendal de pobres.
Con un dólar al filo de los $30 y una economía en recesión plena, al gobierno sólo le queda implorar que el aumento de tasas que la Reserva Federal aplicará en sep- tiembre próximo sea el menor posible.
La suba de tasas es uno de los factores, aunque no el único, de que la Argentina haya caído en una espiral de depreciación de la moneda y escalada de precios.
El otro es su vulnerabilidad fiscal, ya que la plata que recauda no le alcanza para afrontar sus obligaciones, y por eso debe acudir a endeudamiento, cada vez más caro.
Así, la Argentina, con sus cuentas debilitadas, quedó a merced de decisiones que exceden su soberanía.
En el año, el dólar ya se apreció 50%, de 20 a 30 pesos, sepultando la expectativa de miles de argentinos de acceder a la casa propia, comprar un auto o ahorrar con vistas a un posible viaje.
En un escenario de fuerte ajuste y aumentos tarifarios, al argentino medio apenas le alcanza para sobrevivir.
La depreciación violenta del peso pulverizó en distintos momentos de la historia argentina los proyectos de miles de familias, convirtiendo al país en uno de los más inestables de la historia.
La Argentina no sólo cerrará 2018 con la mayor inflación después de Venezuela -aunque el 32% de alza de precios está a años luz del 1.000.000% con el que se espera termine este año el país caribeño-, sino que este año se produjo una aceleración de la pobreza, agigantando el drama social.
Según Agustín Salvia, del Barómetro de la Deuda Social de la UCA, la pobreza ya ronda el 33% de la población, y a este paso puede cerrar el 2018 en un nivel aún mayor.
El pico de la crisis en Argentina se produciría en los próximos meses, con serio riesgo de afectar la cadena de pagos del sector pyme, al que el gobierno está intentando socorrer con las pocas herramientas a la vista.
Esto en un país que aumentó su deuda en forma exponencial a partir del pago a los fondos buitres y un déficit fiscal enorme que corre riesgo de dejar de ser financiable.
El manotazo al FMI para conseguir U$S 50.000 millones podría considerarse el último acto de un esquema económico que no cierra.
Pero, como si todos los planetas se alinearan en contra de la economía argentina, el caso de los cuadernos de las coimas terminó de complicar el escenario.
La cuestión desnuda la inmundicia amoral representada por el kirchnerismo durante 12 años y medio en el poder, que evaporó en un agujero negro miles de millones de pesos de los contribuyentes.
Que a esta altura de los acontecimientos haya todavía argentinos avalando un potencial retorno de Cristina Kirchner al poder tal vez sea una de las mejores explicaciones de por qué el país nunca alcanzó el desarrollo a pesar de tener todo para lograrlo.
Además, en forma patética, confirma que para muchos argentinos el “roban pero hacen” sigue siendo parte de su temible idiosincrasia.
Ahora, muchos simpatizantes kirchneristas aceptan que hubo casos de corrupción, pero niegan en forma rotunda que la jefa de la banda haya sido Cristina Kirchner, algo que la Justicia se encuentra cada vez más cerca de demostrar.
Pero, más allá de las revelaciones de coimas al por mayor que se suman cada día y hacen sonreír al gobierno de Mauricio Macri, en Cambiemos ruge una crisis económica que está muy lejos de apaciguarse.
La preocupación surgida en estos días a partir de los cuadernos de las coimas es que esas revelaciones terminen afectando las obras públicas que aún no fueron paralizadas.
El Gobierno decidió por ahora que todas las adjudicaciones de obras a empresas sospechadas de corrupción continuarán sin cambios hasta que no haya sentencia firme.
En el año, el dólar ya se apreció 50%, de 20 a 30 pesos, sepultando la expectativa de miles de argentinos de acceder a la casa propia.