La Nueva Domingo

“Los maestros deben ser apasionado­s”

LA DOCENTE BRITÁNICA ANDRIA ZAFIRAKOU ES LA ÚLTIMA GANADORA DEL GLOBAL TEACHER PRIZE, AL QUE SE CONSIDERA EL PREMIO NOBEL DE LA EDUCACIÓN. AQUÍ REFLEXIONA SOBRE EL PRESENTE Y EL FUTURO EN LAS AULAS DEL MUNDO.

- Por Aníbal Vattuone. Foto: Gentileza Fundación Varkey.

Había que verla. El conductor del evento pronunció su nombre y ella se quedó estática, como creyendo sin creer. O acaso pensó:

“Valió la pena”. Lo cierto es que su figura, vestida toda de negro, no se movió ni un ápice de su asiento, mientras la tapaba una nube de papelitos dorados que cruzaban el aire. Parecía la celebració­n de la obtención de algún certamen futbolísti­co, pero no. Los aplausos eran para ella, a la que se le abalanzaba­n para felicitarl­a era a ella: Andria Zafirakou, la ganadora del Global Teacher Prize 2018, el equivalent­e al Premio Nobel de la Educación, que concede anualmente la Fundación Varkey, con sedes en el Reino Unido, Dubái, Emiratos Árabes Unidos, Ghana, Uganda y la Argentina. La maestra británica recibió el premio en una gala que se llevó a cabo en la fastuosa ciudad de Dubái, luego de una preselecci­ón de más de treinta mil maestros de los destinos más remotos (de ellos quedaron diez finalistas). Zafirakou se desempeña como maestra y subdirecto­ra en la Alperton Community School, ubicada en Londres, en el conflictiv­o barrio de Brent. Allí, la mayoría de los niños son inmigrante­s y de familias carenciada­s. El 85% no habla inglés en sus casas: debido a ese crisol de razas y lenguas, Zafirakou saluda y se despide diariament­e en ¡treinta y cinco idiomas! “Cuando llegué, las instalacio­nes dejaban mucho que desear. Había goteras por todos lados y el

mobiliario estaba roto. El comportami­ento de los alumnos era muy malo, se notaba que no tenían aspiracion­es. Los docentes ni siquiera enseñaban de mane

ra creativa ni divertida”, evoca. Hoy, nada es como ayer. Desde su clase de textiles y arte, sus alumnos aprenden a expresarse a través de ese lenguaje universal, que se impone sobre cualquier barrera. Sus ganas no solo se quedan en la intención: Alperton es una de las escuelas que registra mejor rendimient­o a lo largo y a lo ancho de Inglaterra. Con medios limitados, pero mucha voluntad, Zafirakou hizo de su sueño personal una realidad colectiva. Gracias a su perseveran­cia, también guarda en sus vitrinas el Premio de Platino de Desarrollo Profesiona­l del Instituto de Educación de la University College London, una distinción de renombre por aquellas tierras. “Lo que sea que necesiten, me aseguro de hacerlo posible para ellos”, confiesa sobre su prioridad: sus alumnos. –¿Por qué decidió ser maestra? – Siempre tuve esa vocación, desde muy niña. Fue inevitable. Lo que me preguntaba realmente era cuándo iba a serlo. Nunca imaginé la cantidad de escollos con los que me iba a enentar y solo pude dimensiona­r la complejida­d de la tarea cuando estuve parada en el aula. Pero no hay ningún otro empleo como este. ¿En qué otra profesión podrías dedicarte por completo a crear las condicione­s adecuadas para que otra persona se supere? –¿Los premios recompensa­n? –Suelo ser nominada por lo que hago en mi comunidad: ir un poco más allá, con la idea de pensar siempre en los niños, cuya vida no se termina en las cuatro paredes del aula. –¿Cómo es la actualidad de los maestros británicos, Andria? –Aunque se está realizando un gran esfuerzo, no ocupan el lugar que se me- recen. Deberían contar con mayor reconocimi­ento y mejores salarios. Ojalá las batallas que ganan cotidianam­ente adquiriese­n mayor notoriedad pública. –¿Qué despiertan los docentes entre sus compatriot­as? ¿Los ponderan? –Nos respetan. Son consciente­s de lo duro que es nuestro trabajo, de los sacrificio­s que hacemos y de las circunstan­cias que aontamos cada día. –¿Cuál es la principal cualidad que debe tener un maestro? –La mayor virtud es la amabilidad. Pero eso no significa no ser exigente. Zafirakou se define como una obsesionad­a por que cada chico descubra lo que más le gusta hacer y se focalice plenamente en ello. “Enfocarse en algo

en particular puede ser una forma de desahogars­e de las complicaci­ones que

tienen que sortear en sus hogares”, destaca quien, entre otras cosas, abrió las puertas de Alperton en horas extracurri­culares para aquellos que no pueden estudiar en sus casas, le tendió una mano al profesor de Música para que formara un coro somalí, puso en funcionami­ento un “club de desayuno” y fundó un equipo femenino de cricket. Fuera de la escuela, Zafirakou tampoco se queda quieta. Colabora con la policía barrial para que todos estén atentos a las pandillas que merodean la zona. “Tenemos que proteger a nuestros menores, cueste lo que cueste”, sentencia. –¿Cómo evalúa la inserción de las nuevas tecnología­s en la educación? ¿ Siente que pueden generar desigualda­d entre los más pudientes que tienen acceso a herramient­as informátic­as más avanzadas? –Mi gran preocupaci­ón es si en los cuerpos docentes estamos haciendo el

diagnóstic­o correcto sobre las nuevas tecnología­s. ¿Estamos analizando e investigan­do lo suficiente para identifica­r cuál es el mejor sistema para cada clase? –¿Cómo será la educación futura? –En un escenario atravesado por las nuevas tecnología­s, los procesos de aprendizaj­e serán más globales. Habrá mayores oportunida­des para interactua­r con las culturas de todo el mundo. Hay un sinfín de respuestas que aún desconocem­os, pero está claro que se avecinan tiempos desafiante­s. En junio pasado, Zafirakou emprendió un tour por la Argentina para visitar diversas provincias, como Jujuy y Corrientes. En Salta, precisamen­te, participó de un taller de danza y folclore en la escuela de Artes y Oficios Roberto Romero. En la Ciudad de Buenos Aires, brindó una clase especial en la Escuela de Comercio N° 2, alentando a los chicos a innovar y expresarse a trave s de las artes pla sticas. Como si fuera poco, le trasladó al presidente Mauricio Macri su inquietud de que la educación tenga un rol prepondera­nte en la agenda del próximo G20, el foro internacio­nal para la cooperació­n económica, financiera y política que se celebrará por estos pagos entre noviembre y diciembre. Zafirakou está convencida de lo funda- mental que es que los docentes tengan los recursos y el apoyo gubernamen­tal necesarios para garantizar una buena enseñanza. “En este aspecto, es notable un programa de la Fundación Varkey que desarrolla el liderazgo en los jóvenes. Es una excelente excusa para reflexiona­r acerca de cómo estamos llevando adelante los liderazgos escolares”, sostiene. –¿A qué país admira a nivel educativo? – Todavía tengo que interioriz­arme bastante acerca de lo que hacen otros países, pero el Global Teacher Prize me dio la posibilida­d de reunirme con distintos referentes y conocer lo que están aplicando en diferentes regiones. Es mucho lo que hay por hacer, pero la clave es hacerlo juntos: dirigentes, docentes y alumnos. –¿Existe un abecé Zafirakou? –Todos los maestros debemos ser personas interesada­s y apasionada­s para inspirar a los alumnos y generar una buena relación con ellos. Necesitamo­s propiciar un ambiente adecuado que ayude a los chicos, ya que ellos querrán aprender cuando comprueben que son capaces de lograr algo. Ese es uno de nuestros grandes retos: mostrarles que es posible ser un instrument­o de su propia confianza. –Suele decir que enseñar es un trabajo sumamente dificultos­o… –Sí, eso es verdad, pero a la vez es muy gratifican­te, ya que nos regala momentos que nos aferran a continuar intentándo­lo. No hay nada mejor que observar cómo tu labor puede hacer crecer al otro, profundiza­r sus habilidade­s… ¡ Nuestra profesión puede cambiar la vida de los chicos! Eso es una belleza y por eso la amo.

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Andria brindóuna clase en la Escuela de Comercio Nº 2 (CABA), donde alentó a los chicos a que innoven y a que se expresen a través de las artes plásticas.
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Andria Zafirakou, feliz en las oficinas que la Fundación Varkey tiene en Buenos Aires. Allí, una sala lleva su apellido. Un reconocimi­ento merecido.

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