Asertivos
CRIAR NIÑOS RESILIENTES, EMPÁTICOS Y PROACTIVOS ES UN GRAN DESAFÍO PARA LOS PADRES DE ESTA ERA. CÓMO ALIARSE CON LAS NEUROCIENCIAS PARA DOTAR A NUESTROS HIJOS DE UN SANO OPTIMISMO.
Merlí, el irreverente profesor de Filosofía que protagoniza la serie española que es furor de público, puso de moda la palabra eudaimonía. Vocablo fundamental en la ética aristotélica, resume el florecimiento de las emociones, la justa medida de las cosas, el logro del bienestar. O sea, la felicidad. Quizá por esa razón el neurocientífico Daniel J. Siegel y la psicoterapeuta Tina Payne Bryson lo utilizan asiduamente en sus conferencias, cuando invitan a criar niños positivos, nutridos de herramientas para enentar la vida con una alegre hidalguía. “La mentalidad afirmativa hace que nuestros hijos afronten los obstáculos y las experiencias nuevas como desafíos y no como impedimentos –escriben los especialistas estadounidenses en su libro El cerebro afirmativo del niño–. Gracias a ella se vuelven flexibles, se comprometen y están dispuestos a explorar. Son curiosos e imaginativos y no les preocupa cometer errores. También son más adaptables y le dicen que sí al mundo desde una posición de equilibrio emocional”. La virtud que se esconde detrás de esta catarata de beneficios tiene nombre propio: asertividad. “Se sostiene sobre la inteligencia emocional, la empatía, la cognición social y la resiliencia –afirma “Un niño asertivo es aquel que explora, por lo que es fundamental no limitarlo a una pantalla”. Marina Lisenberg la licenciada María Fernanda López, especialista en neurociencias cogniti
vas aplicadas–. Las personas asertivas saben lo que quieren, están seguras de sí mismas y establecen comunicaciones claras y directas. Son proactivas y no agreden, ni permiten ser agredidas”. La neuropsicología estudia estos aspectos de la personalidad desde hace varios años, descubriendo la forma de
fomentarlos en nuestros hijos. “Deben poder ponerse en el lugar del otro, resolver situaciones y enriquecerse con ellas, incorporar las reglas de los diferentes ámbitos, tomar conciencia de las emociones propias y ajenas, y hacerles frente a las frustraciones”, acota López. De esa forma, además de fortalecer la personalidad de los niños, estaremos enriqueciendo y facilitando la labor
como padres. “Cuando nuestro hijo haya desarrollado estas capacidades, será más flexible y costará menos trabajar con él, porque la agresividad será sustituida por receptividad. Con un niño más tolerante, la relación padre hijo se hace más fuerte”, aseveran Siegel y Bryson.
La neurología del “sí”
La clave, como advierten las neurociencias en muchos otros campos, está en el cerebro. ¿Dónde encuentra su hogar la eudaimonía? En el córtex prefrontal, donde, desde pequeños, las neuronas decretan con qué lupa enfocaremos nuestro devenir diario. “El cerebro afirmativo se debe a la actividad neuronal de esa área, que es la que maneja la curiosidad, la capacidad de recuperación, la compasión, la perspicacia, la apertura, la resolución de problemas e
incluso la moralidad”, ahondan Siegel y Bryson, quienes aseguran que una mentalidad proactiva depende de un modo de entender el mundo, pero, sobre todo, de un estado neurológico. El cerebro se empieza a desarrollar desde mucho antes del nacimiento. El vínculo del bebé con la madre es primordial, ya que, a través de las caricias, el contacto visual y las palabras, el niño comienza a moldearlo. En los primeros meses de vida, los juegos, abordados en conjunto o en soledad, cobran un rol preponderante. “Es el mejor vehículo para fortificar el cerebro, ya que favorece el aprendizaje, la relajación, la creatividad, la empatía y las relaciones interpersonales. Los seres humanos somos esencialmente sociales y necesitamos del contacto con los demás para poder madurar en plenitud”, enfatiza
López, autora del libro Neuroestimulación para la vida cotidiana. Los expertos coinciden en una condición sine qua non: a los chicos hay que interpelarlos para que se concentren en lo que están llevando a cabo. Siegel y Bryson oecen un ejemplo: “Al leerles un cuento, podemos preguntarles: ‘¿Por qué creés que se puso triste la nena?’. De esa forma, les estamos dando la