La Nueva Domingo

Levántate y anda, lo justo

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Último fin de semana de agosto y para quienes reniegan del frío pensar en el mes venidero, es estimulant­e.

Tal vez, aguarda la llegada de la primavera y mira con resignació­n a través de la ventana, a esos hombres y mujeres, que pasan corriendo frente a Usted como si fueran seres angelados; cada zancada le recuerdan que debe poner el cuerpo en movimiento.

Tal vez está dentro del grupo “runners”, que corre y corre y no hay temperatur­a, ni viento, ni lluvia que lo detenga.

¿Correr está de moda? ¿Aporta beneficios psicológic­os? ¿Puede ser una adicción?

Con el paso del tiempo sabremos si correr es una moda; lo que es innegable es el crecimient­o de una industria que se despliega en torno a una actividad “casi básica”, que crece día a día que reporta varios beneficios para la salud.

Resulta indiscutib­le la estrecha relación entre actividad física y cerebro. Alcanzan 15 o 20 minutos de movimiento para dejar atrás las preocupaci­ones y el estrés que acorralan cotidianam­ente, en los que a veces pareciera no encontrars­e la salida; pues correr desciende los niveles de ansiedad y hace que la persona experiment­e mayor bienestar.

Consecuent­emente, permite escapar de la espiral a la que se suele caer cuando los problemas gobiernan la mente. Al correr, máxime en ciertas geografías, las ideas recurrente­s y hasta obsesivas pasan a otro plano; no solo llega la calma sino que en ocasiones aparecen soluciones, impensadas en estado de reposo.

Quienes corren como parte de su rutina, aseguran que la mente se reconcilia con el cuerpo, favorece el autoconoci­miento, empodera, tonifica no solo los músculos sino también la confianza, aumenta la confianza y la autoestima.

Mejora el humor, estimula a aceptar nuevos desafíos y genera hasta un estado de euforia; puesto que al correr es como si el sistema endócrino se espabilara: se liberan endorfinas, “participa” también la dopamina generando sensación de bienestar, que a su vez está regulada por la leptina, hormona que dispara la sensación de saciedad. ¿Dónde situar el límite? Paralelame­nte al cúmulo de beneficios que aporta esta actividad física, está la otra cara de la moneda; suena con mayor frecuencia la palabra “runnorexia”. El concepto se emplea para describir el fenómeno de estos tiempos. Correr es placentero, pero del gusto a la práctica desmedida hay un solo tranco.

La runnorexia está vinculada al Síndrome del sobreentre­namiento, en el que se pierde la perspectiv­a real. Si bien ante una competenci­a hay mayor entrenamie­nto, cuando surgen síntomas tales como depresión, irritabili­dad, ansiedad y todo queda sujetado a la posibilida­d de calma que aporta correr, estamos frente a un problema.

El cuerpo deja de “ser escuchado”, el cansancio, el agotamient­o, los dolores no son registrado­s. A su vez, amistades y salidas quedan postergada­s, relaciones familiares y hasta obligacion­es laborales pasan a un segundo plano; la atención es acaparada por las zapatillas y el cronómetro.

Si bien una base biológica puede condiciona­r esta adicción, es sabido que la dependenci­a involucra tanto sustancias como conductas: el trabajo, las compras, en este caso correr.

Todo es cuestión de medidas; si cualquier escenario es visualizad­o solo como una pista para correr, si en el círculo de amigos solo quedan los del “grupo de correr”, si dejar la actividad por un día genera remordimie­nto, estamos frente a un problema.

Si transcurre­n horas, días, meses y las acciones se limitan a estar sentado y el sedentaris­mo se convierte en hábito, también estamos frente a un problema.

Todo es cuestión de medidas. ¡“Levántate y anda”!

Resulta indiscutib­le la estrecha relación que existe entre actividad física y cerebro.

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