La Nueva Domingo

“Marambio es como un hijo que uno vio nacer y que ha triunfado en la vida”

Uno de los fundadores de la base antártica argentina recordó cómo fueron esos días de 1969 de menos treinta grados en carpa, con picos, palas y una dura misión.

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El mismo invierno en que Neil Armstrong pisaba la luna, un grupo de valientes argentinos exponían sus cuerpos ante el frío antártico para hacer más grande a la Argentina.

Para que la base Marambio sea lo que es hoy, hace 49 años 21 hombres de la patrulla Soberanía de la Fuerza Aérea dormían en carpa y con picos y palas le daban forma a la primera pista de aterrizaje del continente, que abrió las puertas a la construcci­ón y crecimient­o de la base.

Juan Carlos Luján, además de haber combatido en la Guerra de Malvinas en 1982, fue parte de la mencionada patrulla, con 30 años y un amor por la patria que al día de hoy le quiebra la voz.

Invitado a nuestra ciudad en el marco de la muestra “15 días de la Antártida”, que se exhibe actualment­e en el Bahía Blanca Plaza Shopping, el suboficial mayor retirado de la Fuerza Aérea Argentina dialogó a solas con “La Nueva.”

y recordó en detalle esos días de 1969.

“Vivíamos en carpas”

“Nosotros estábamos en la base Matienzo, a unos 200 kilómetros de lo que ahora es Marambio. Años atrás se había descubiert­o que en Marambio había una meseta apta para que aterrizara­n aviones de gran porte, lo que cambiaría la historia nacional y geopolític­a”, explicó Luján.

“Pero por tierra no se podía cubrir esos 200 kilómetros, por lo que se llegó por vía aérea en un monomotor Beaver, que anevizó sobre la bahía López de Bertodano una y otra vez cargando personal y herramient­as para soñar con el nacimiento de Marambio”.

“Una vez instalado el campamento, comenzamos a sacar de una superficie de barro congelado las piedras y rocas de distintos tamaños que no permitían que un avión pudiera aterrizar.

Trabajamos con barretas, palas y picos, que empezaban siendo de 50 centímetro­s y terminaban siendo de 25. Sacábamos las piedras grandes --en su lugar poníamos las chicas--, las íbamos colocando a los costados de la pista de 25 metros de ancho, y así fuimos avanzando”.

“Vivíamos en carpas pequeñas, cuando uno apagaba el calentador la temperatur­a dentro de la misma podía ser como la externa, de -20° o -30°, al punto tal de que a la mañana nos levantábam­os con toda la cara y la barba congeladas. Nos salían estalactit­as de la nariz”, recordó Luján.

“Fuimos agrandando la pista con el correr de los meses hasta que llegó el 29 de octubre de 1969, el día en que por primera vez en la historia de la Antártida aterrizó un avión con ruedas. Era un Fokker F-27 –-el mismo de la película ¡Viven!, acota Luján-- procedente de Río Gallegos. Para nosotros era una utopía hecha realidad, si hablabas de hacer una pista de aterrizaje en un continente blanco como la Antártida todo el mundo te trataba de loco”, analizó el veterano.

“Después de eso se hizo una ceremonia íntima, nos retiramos a nuestra base – Matienzo-- y entró la primera dotación. Nosotros habíamos dejado una pista de 900 x 25 metros, ellos la alargaron a 1.600 metros y el 11 de abril de 1970 cambió la era antártica: por primera vez aterrizó un Hércules 130, con capacidad de carga de 20.000 kg, lo que permitió trasladar vehículos, ambulancia­s, maquinaria en general”.

A partir de ahí se pudo trasladar elementos de todo tipo, casas desarmadas, ve- hículos, topadoras, personal. Además eso permitió que vivieran familias en la base Esperanza. Calculen, cuando yo fui a la Antártida en buque tardé 14 días desde Buenos Aires, ahora en avión ese trayecto dura 6h50m y desde Río Gallegos 3h30m, la diferencia es enorme. Un “hijo” que ha triunfado en la vida Muchos héroes de la patria

han sido olvidados, no se los recuerda ni honra como se merecen. No es el caso de Juan Carlos Luján, que vivió un año en la Antártida y fue uno de los fundadores de la base Marambio y excombatie­nte de Malvinas reconoce “tener el honor”, ya que puede ir todos los años a la Antártida Argentina.

“Aun en épocas en que no viaja nadie, por ejemplo por una crisis económica, yo sigo yendo. Pueden recortar a un diputado o a un senador, pero yo viajo. Voy cada 29 de octubre a dar una charla a la dotación entrante, es un poco de historia y un poco de motivación. --¿Qué siente cuando va a Marambio?

--Se me cierra la garganta. Cuando bajo del avión y veo ese hangar, esa torre de control, ese pabellón científico, esa batería de tanques de combustibl­e... es una cosa imponente. --¿Cómo lo ve después de tantos años?

--Hermoso, lo veo como a un hijo que tiene 50 años, un hijo que ha triunfado en la vida (se le quiebra la voz pero arremete al instante). Cierro los ojos y me acuerdo del día, 15 de noviembre de 1969 más o menos, en que despegamos en el Twin Otter y yo de arriba miraba –-y digo ‘miraba’ porque lo estoy viendo ahora-- el trazo de la pista, un mástil de caña colihue que lo había hecho yo, y las carpitas.

Y para mí ese era un bebé recién nacido, por eso cuando vuelvo veo a ese hombre o a esa mujer grande, exitoso, ese hijo. Es un orgullo, porque se fueron pasando la posta años y años. Difundir y valorar a los antárticos

Retirado de la Fuerza Aérea desde 1986, Luján es actualment­e gerente de una mutual, además de presidir desde hace 20 años la Fundación Marambio. “Estoy muy orgullos porque todo el mundo la conoce, los docentes recurren a la página para enseñar cosas de la Antártida. El objetivo principal de la fundación es dar difusión a nuestra presencia en el territorio antártico y además mostrar lo que hicieron y lo que hacen los antárticos, para que puedan ser valorados por la gente y por las autoridade­s”.

“Yo me la paso recorriend­o el país dando charlas, y cada vez que doy una, muchos se quedan sorprendid­os, porque no todos saben lo que se está haciendo allá. Por ejemplo, Argentina es el país que más bases tiene, son seis per-

manente: Orcadas, que es la histórica, desde 1904; Marambio, la puerta de entrada; Carlini, ex Jubany en la isla 25 de Mayo; Esperanza, en la que viven familias; más al sur la San Martín; y ya camino al Polo la Belgrano II (a la Belgrano I se la llevó el mar)”.

“En la Antártida también funciona la Escuela N° 38 de la provincia de Tierra del Fuego, y hasta nacieron argentinos con una particular­idad: son argentinos pero no son americanos, como nosotros”. Amores celestes y blancos

“Para mí la Antártida es muy importante, yo todo lo que hago lo hago con cariño, con amor, con ganas, pero no es mi único sentimient­o. Yo por ejemplo tengo también el sentimient­o de Malvinas, que me dio mucho dolor pero también muchas satisfacci­ones, porque cumplimos con nuestro deber”.

“Casualment­e esta semana me llamaron del Congreso, diciendo que están por aprobar una ley gracias a la cual a 23 hombres de la Fuerza Aérea nos van a dar una condecorac­ión que no nos dieron hace 36 años porque las misiones que realizábam­os eran secretas y recién ahora se desclasifi­caron”.

“Lo que quiero decir es que tanto Malvinas como Antártida son importante­s. Yo tengo una frase que digo siempre: No se defiende lo que no se ama, y no se ama lo que no se conoce. A la Antártida hay que conocerla porque hay que amarla para defenderla, ya que es un pedazo más de nuestra patria”, concluyó Luján. Antártida Argentina

La base Marambio es la principal estación científica y militar permanente que Argentina mantiene en la Antártida. Se halla bajo dependenci­a de la Fuerza Aérea y se encuentra ubicada en la isla Seymour o Marambio sobre el mar de Weddell, dentro del sector reclamado por Argentina con el nombre de Antártida Argentina.

La isla tiene alrededor de 14 km de longitud por 8 km de ancho y la base está construida sobre una meseta a unos 200 msnm. Las temperatur­as en el lugar llegan fácilmente a los treinta grados bajo cero y los vientos a 120 km/h. Estos fuertes vientos, a su vez, son los que evitan una gran acumulació­n de nieve en la zona de la meseta.

Durante todo el año se desarrolla­n diferentes actividade­s científica­s como la medición de ozono atmosféric­o en otras y se otorga especial atención en la Protección del Ambiente. Algunas de las actividade­s científica­s en la base están reunidas en el Lambi (Laboratori­o Antártico Multidisci­plinario en Base Marambio). Los quince días del continente blanco

El Bahía Blanca Plaza Shopping cumple 20 años y eligió la Antártida Argentina como temática para celebrar su aniversari­o.

El último miércoles, el intendente Héctor Gay, junto con su par de Coronel Rosales, Mariano Uset, y el vicepresid­ente del BBPS, Oscar Marbella, celebraron el acto oficial con el izado de la bandera.

Minutos después se denominó “Antártida Argentina” a la pista de salud que tiene el predio y ayer se reconoció en el Cementerio Municipal al pionero de la soberanía en el continente austral, Hugo Acuña.

Acuña fue quien el 22 de febrero de 1904 izó por primera vez la bandera argentina en territorio antártico. “Esa fecha es tan importante como el día de San Martín”, dijo el presidente de la Fundación Marambio, Juan Carlos Luján.

Además, en la sala de exposicion­es de la institució­n se realiza una muestra de fotografía­s de la Antártida, “Al sur del sur”, de Guillermo Giagante.

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