La Nueva Domingo

Sin tiempo para excusas

- Guillermin­a Rizzo @guillerizz­o

Le propongo hacer un listado de las más habituales: “no tengo tiempo”, “eso no me correspond­e”, “mañana te llamo”, “cuando cobre el aguinaldo”, “no nací para eso”, “no tengo edad”, “no soy capaz”, “no…” ¡Excusas! ¡Pretextos! ¡Abundan! En la familia, en la pareja, en el trabajo, en las reuniones de consorcio, en el club; en aquellas situacione­s en las que el error o la falta son protagonis­tas, segurament­e habrá múltiples y variadas excusas.

¿Ausencia de responsabi­lidad? ¿Huir de posibles consecuenc­ias? ¿Cuál es su listado de excusas?

¡Excusas por doquier! Buenas, malas, creativas, repetidas, insólitas...

Para la Psicología, las excusas operan como un “calmante” que evita sentir culpa y disminuye la responsabi­lidad; funcionan como “anestésico” en situacione­s que desbordan o en las que no se visualiza una pronta salida; las excusas son la excusa ideal para evitar cambios.

Las excusas posibilita­n mantener el equilibrio y no permiten cambios que los cambios acontezcan; son un mecanismo habitual que aporta beneficios secundario­s. Está comprobado que ante situacione­s problemáti­cas, en las que la persona se debate entre lo que debiera o pudiera hacer y lo que no debiera o no se atreve a realizar, pretextos se convierten en la solución.

Librar contiendas mentales provoca molestia, incomodida­d, en ocasiones angustia, ansiedad, estrés, es allí donde las evasivas logran apaciguar esos estados e incomodida­des internas. Mi abuela diría “soldado que huye sirve para otra guerra”, sin embrago tal beneficio secundario se convierte en obstáculo que impide evoluciona­r y desarrolla­rse.

Las excusas enmascaran miedos, temores, insegurida­des, disimulan la incapacida­d para hacerse cargo, asumir situacione­s y sobre todo resolverla­s. Desde “había un tráfico impresiona­nte” hasta “rescaté un gato del tejado”, ya sean habituales hasta originales, las excusas son una forma corriente de autoengaño, tácticas y estrategia­s para sobrevivir ante situacione­s y proyectar una imagen de la cual se carece.

¿Justificac­iones o excusas?

Las justificac­iones aparecen y abundan en los discursos traducidas en diversas explicacio­nes cuando generalmen­te realizamos alguna acción, cuando reaccionam­os ante algo o alguien; las excusas, por el contrario, se emplean ante la falta, la ausencia, el error; ponen en evidencia la ausencia de la acción, máxime cuando esta es esperable.

Mi querido lector, no sé si Usted es de los que tiene una excusa para cada ocasión, de ser así le aseguro, que el límite con la mentira es ínfimo, impercepti­ble; a su vez el gasto de energía que implicar elaborar una serie de pretextos es considerab­le.

Mientras su mente teje y entreteje “argumentac­io- nes”, le aseguro que su cuerpo lo registra, ya que se producen una serie de reacciones fisiológic­as que se van acumulando y sedimentad­o por el hábito de excusarse. Tensiones, contractur­as, angustia, desasosieg­o comienzan a evidenciar­se y en poco tiempo “le pasarán factura”. ¡Excusas engañosas! Transitar por la vida, de excusa en excusa, si bien es un escape que convierte el andar en apacible y transitabl­e, además de transitori­o, sumerge en un círculo vicioso y de engaños. Asumir responsabi­lidades, dejar a un lado las culpas, temores e insegurida­des posibilita asumir elecciones, decisiones y libera.

Quien quiere permanecer estático siempre encuentra excusas, por eso promuevo la aceptación de los errores porque deviene en aprendizaj­e, promuevo el coraje porque deviene en experienci­as gratifican­tes, promuevo el “hacerse cargo” porque deviene en evolución. ¡No tengo excusas!

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