El país, en medio del horror
No deberían llamar la atención las sospechas que recaen sobre varios funcionarios del gobierno anterior.
EN 1934,
el Estado argentino financió la construcción de un rascacielos en la avenida 9 de Julio, con la idea de alojar allí las dependencias del Ministerio de Obras Públicas de la nación.
EN DOS
años, el edificio estaba terminado y llamado a convertirse en una postal de la Capital Federal.
UNA DE
las curiosidades de esta obra, diseñada por el arquitecto Alberto Belgrano Blanco, es que en sus primeros pisos posee dos particulares esculturas, diseñadas por el artista Troaino Troiani.
SE TRATA
de una alegoría de la coima, donde se ven dos hombres diseñados en líneas art déco, uno con su mano abierta y extendida, a medio esconder, como esperando el soborno, la otra portando un cofre donde guardar lo recaudado.
SI BIEN
nadie ha confirmado que las obras hacen referencia a esa práctica, no es complejo percibir que se trata de esa conducta, la cual se viene ensayando en nuestro país desde el comienzo mismo de su historia, según puede verificarse en cualquier libro de historia.
POR ESO
no debiera extrañar lo que está sucediendo por estas horas en nuestro país, donde operativos a cargo de la Policía Federal, Gendarmería y Prefectura allanan las propiedades de la expresidenta Cristina Fernández.
BUSCAN PRECISAMENTE
elementos relacionados con una causa judicial referida al pago de coimas, en acción ordenada por el juez federal Claudio Bonadio a partir de concluir que la mujer era uno de los “beneficiarios finales” de una “presunta organización delictiva” que autorizaba sobreprecios en obras públicas.
MIENTRAS LOS
allegados a la expresidenta aseguran que la exmandataria y actual senadora nacional era ajena al robo que realizaban sus ministros y colaboradores, la sociedad es testigo de una investigación que muestra lo más perverso de nuestros gobernantes, que han hecho de la función pública una herramienta para robar con impunidad y alevosía.
MILLONES DE
dólares en bolsos, viajando en aviones, escondidos en conventos y cajas fuertes son parte de una maniobra dolorosa y escandalosa.
LA ARGENTINA
necesita que se ponga fin a semejante atropello y que todos y cada uno de los corruptos pague su culpa como corresponde.