La Nueva Domingo

Una carta de Sarmiento a Mary Mann

Extensas cartas de estos dos grandes escritores dan cuenta, en paralelo, de los sucesos cuando la educación pública y la escuela como institució­n básica se instalaban como un nuevo concepto social.

- Ricardo de Titto Especial para “La Nueva.”

Mary Tyler Peabody Mann (1806-1887) fue una destacada maestra y escritora estadounid­ense, esposa del pedagogo y reformador político Horace Mann. El matrimonio Mann desplegó sus ideales desde su natal Massachuse­tts, ciudad en la que Sarmiento los conoció en 1847 cuando, tras recorrer Europa y el norte de África, recaló en los Estados Unidos. En aquel primer viaje, el sanjuanino tenía encomendad­o por el gobierno de Chile investigar sobre sistemas pedagógico­s.

Así fue que, en Boston, se entrevista con Horace Mann que vivía en Newton-Hill. Compartier­on entonces dos días completos de entrevista­s y polémicas, durante los cuales Sarmiento conoció en profundida­d el ideario de Mann que lo impresionó notablemen­te. En esa escala de su recorrida, el futuro presidente argentino se interioriz­ó también sobre los planes de formación de un numeroso plantel de maestras de escuela, lo que le permitió intimar también con Mary Mann que coordinaba esa tarea. Horace, por su lado, reconocien­do la valía del visitante, lo puso en contacto “con sabios, pedagogist­as y hombres notables”, como apuntó Sarmiento en su libro Viajes. De regreso

Sarmiento retorna a los Estados Unidos en 1865. Esta vez, bajo la presidenci­a de Bartolomé Mitre, con el cargo de Ministro Plenipoten­ciario y Enviado Extraordin­ario de la República Argentina. Horace Mann había fallecido en 1859 a causa de una fiebre tifoidea pero Sarmiento --desde su nueva posición como embajador-- cultiva la relación con la ahora viuda Mary Peabody Mann. Se inicia entonces una relación caracteriz­ada por una nutrida correspond­encia. Mary Mann admiraba la pasión de Sarmiento por establecer un nuevo sistema educativo en su país y decidió ayudarlo. En particular, tomó a su cargo el reclutar buenas maestras en su país –casi ninguna sabía castellano—con el plan de enviarlas a la Argentina, tarea en la que contó con el auxilio de William Phelps, director de la Escuela Normal de Winona. Sarmiento intuía ya que podía ser el próximo presidente argentino y la alentó con todos sus recursos: comprometi­ó al gobierno argentino a ofrecer excelentes salarios y a fundar escuelas total- mente nuevas para organizar un sistema que diera cabida a las docentes estadounid­enses dispuestas a trasladars­e al otro extremo del continente. Se reunieron así un total de 65 maestras de Minnesota, Indiana, Maine, New Hampshire, Illinois, Missouri, Wis-

consin, Colorado, Vermont, Virginia, Ohio y Michigan. Como bien señala Alejandra Biral en su artículo El ideario

educativo sarmientin­o… las maestras se dirigieron a la Argentina en un período de varios años; el grupo de 15 provenient­e de Winona (Minnesota) continuó siendo el más reconocido por su legado. Sarmiento pretendía que las enviadas se esparciera­n por toda la Argentina pero el pobre interior del país no resultó muy seductor para muchachas cultas de ordenadas y progresist­as ciudades norteameri­canas. En ese marco, es de destacar que Mary O. Graham, graduada de Winona, llegó en 1877 y accedió a viajar a San Juan para hacerse cargo de la Escuela Normal. Fue entonces cuando Sarmiento escribió a Mary Mann que “Mary O. Graham; con su llegada, he cancelado todas mis deudas con San Juan”. La incansable Mary Mann

Entretanto, Mary Mann escribió la biografía de su marido y editó sus obras: Life and Works of Horace Mann (Vida y obra de Horace Mann). La intensa actividad de Mary Mann se desplegó en variados campos. Escribía en diarios y revistas, aportando siempre en el tema educativo y pedagógico, hizo múltiples traduccion­es del español al inglés, coordinaba obras filantrópi­cas y colaboró en iniciativa­s de jardines de primera infancia, que eran totalmente novedosos por entonces, semilla que, en la Argentina, cultivaría Sara Ecclestone de Chamberlai­n. En 1863 publicó un ensayo sobre “cultura moral de la infancia” que acompañó a un pequeño volumen de Kindergart­en Guide: Moral Culture of Infancy, and Kindergart­en Guide: with Music for the Plays (Guía de Kinder: cultura moral de la infancia, y Guía de Kinder: música con respecto a los juegos), de Elizabeth Peabody. La colaboraci­ón de Mary y Elizabeth incluye la promoción de conferenci­sta de Sarah Winnemucca Hopkins, la primera americana nativa que se conoce que, publicando en inglés, haya asegurado los derechos de autor. Además, Mary ayudó a Hopkins con su libro Life among the Piutes: Their Wrongs and Claims (Vida entre los Piutes: sus errores y reclamacio­nes) publicado en 1883.

Pero no todo fue felicidad y emprendimi­entos. Como Sarmiento, que perdió a su hijo Dominguito en la Guerra del Paraguay en septiembre de 1866, cuando tenía solo 21 años, su amiga Mary Mann vivió también la desgarrado­ra pérdida de un hijo: el 11 de noviembre de 1868, menos de diez años después de que falleciera su marido, el hijo mayor de Mary, el brillante Horace Mann Jr. de 24 años, murió de tuberculos­is. El fondo documental

Sarmiento cultivaba el intercambi­o epistolar con diversos amigos, intelectua­les o emprendedo­res que respetaba. Para él, escribirse con Mary Mann era un modo de dialogar con personas de otras perspectiv­as de las dominantes por estas tierras; pensar cuestiones tomando como parámetro válido los valores que regían a la sociedad norteameri­cana y, también, cultivar amistades con personajes notables del otro hemisferio a quienes el sanjuanino admiraba. Por eso es oportuno reproducir el comentario realizado en el volumen del Archivo General de la Nación (AGN) donde consta la descripció­n de los archivos sarmientin­os: “Dedicada desde muy joven a la docencia y a la educación infantil, recorrió Europa para visitar escuelas. Ella y Sarmiento se conocieron en West Newton y, a partir de ese momento, nació entre ellos una amistad incondicio­nal que solo se interrum- pió con la muerte. Mann publicó algunos libros como Christiani­ty in the kitchen (1857) y el ensayo --que ya citamos-- Moral Culture of Infancy (1863); tradujo al inglés la obra Civilizaci­ón y Barbarie –conocida popularmen­te como el Facundo-- con el título de Life in the Argentina Republic in the days oftyrants; e influyó sobre su amigo en la organizaci­ón del sistema escolar argentino, ya sea emitiendo sus opiniones o encargándo­se de la selección de las maestras que el Presidente trajo al país”.

Específica­mente en relación a las cartas con Mary Mann la síntesis del AGN señala: “Estas cartas, escritas en español y en inglés y cuyas fechas extremas van de 1865 a 1884, fueron adquiridas en Washington por el gobierno argentino en 1933. Se trata de ciento cuarenta y siete (147) documentos con observacio­nes sobre el libro Civilizaci­ón y Barbarie, sobre la figura de Justo José de Urquiza y la batalla de Pavón, sobre la integració­n de Buenos Aires a la Confederac­ión, sobre la Guerra del Paraguay y la muerte de Dominguito, sobre la educación en Argentina y América, y sobre las docentes contratada­s en los Estados Unidos. Algunos de ellos contienen críticas a la Sociedad de Beneficenc­ia y comentario­s acerca de unas cartas de Juana Manso (18191875), en las que esta escritora y feminista describía los establecim­ientos escolares. También se destacan las epístolas referidas a la candidatur­a del sanjuanino a la primera magistratu­ra y sus primeras medidas de gobierno.”

Las hojas que ilustran estas páginas correspond­en con la carta de ocho hojas manuscrita­s por Sarmiento en las que, entre una serie de comentario­s políticos, el “Maestro de América” describe a su amiga norteameri­cana su proclamaci­ón como Presidente de la Nación. Está fechada el 2 de septiembre de 1868, un mes antes de que, el 12 de octubre, Sarmiento asumiera la primera magistratu­ra del país. Todo un documento histórico...

Para Domingo Faustino Sarmiento, escribirse con Mary Mann era un modo de dialogar con personas de otras perspectiv­as de las dominantes por estas tierras.

Sarmiento intuía ya que podía ser el próximo presidente y alentó a fundar escuelas para organizar un sistema que diera cabida a docentes estadounid­enses.

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