La Nueva Domingo

Dramáticas connotacio­nes en un caso de abuso sexual

De chica, y durante más de 10 años, Daniela fue violada por su padrastro y su madre no le creía. Mientras Casación le acaba de confirmar la pena de 23 años de cárcel al autor, ella pasó a ser un ejemplo para otras víctimas.

- Pablo Andrés Pascual ppascual@lanueva.com

“No sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es la única opción que te queda”, dijo alguna vez el cantante jamaiquino Bob Marley.

Ser fuerte era la alternativ­a que tenía Daniela (se cambió la identidad de la víctima a fin de preservarl­a) para poder soportar los abusos a los que su padrastro la sometió durante más de 10 años, y el dolor que le provocó el hecho de que su madre no la acompañara cuando le pidió ayuda.

Voluntad y amor fueron los pilares en los que se apoyó para reconstrui­r su vida y salir adelante.

Hace pocos días la Sala V del Tribunal de Casación provincial confirmó la pena a 23 años de prisión que el 28 de agosto de 2017 la justicia bahiense le había impuesto a un expolicía, acusado de violarla sistemátic­amente en Cabildo.

Según el fallo, el acusado, que está detenido en la Unidad Penal Nº 19 de Saavedra, abusó de la chica desde los 8 años y hasta los 18 o 19.

“Ese camino es largo y te provoca ansiedad, porque no sabés cómo va a terminar todo. Es mucha incertidum­bre y, mientras tanto, te planteás cosas como si hiciste lo correcto, y todo eso te provoca angustia”, le cuenta hoy Da- niela a “La Nueva”.

La chica logró formar una familia con el hombre que la ayudó a dejar atrás ese calvario. Este presente le permite mirar hacia atrás y recordar lo que debió soportar.

“Hacía rato que pasaba esto, pero nunca me animaba a decirlo. En tres ocasiones le dije a mi mamá lo que pasaba, porque pensé que en ella iba a encontrar apoyo, pero me dijo que yo me lo había buscado. Lo justificab­a y decía que era mi culpa porque supuestame­nte lo había provocado”.

Agrega que “él era mi padrastro y podés entender que quisiera más a los hijos que tuvo con mi mamá, porque eran suyos, pero el hecho de que mi madre no me creyera fue doloroso. Traté de confiar en ella, que también había sido mamá soltera, y me respondió de esa manera”.

Con un pequeño hijo fruto de una relación anterior (nació cuando ella tenía 15 años) y en ese contexto familiar, Daniela terminó aceptando que nadie la iba a ayudar.

“Llegué a pensar que si mi mamá no me cree o no le importa, quién me iba a creer lo que le diga o quién me iba a ayudar. Por eso nunca hablé, porque siempre me agarré de eso. Sumado a lo que me decía él, de que era policía y que yo era una loquita que salía a todos lados y otras cosas. Por dentro una piensa que es así”.

El escape

Daniela admite que la única alternativ­a que tenía para salir de ese infierno era irse de su casa y que se decidió a hacerlo luego de conocer a Martín.

Él era compañero de su padrastro en la policía y hacía un tiempo que estaban saliendo. Sin saber el verdadero motivo, a mediados de 2015 la ayudó a escapar.

“Me fui una madrugada, porque me cansé y la situación no daba para más. Él salió de trabajar, armé los bolsos y los escondí detrás de una planta. Me avisó cuando estaba afuera, entonces salí con mi hijo y no volví más”.

Se fueron juntos de Cabildo y eligieron otra ciudad de la región para comenzar a escribir “su historia”.

Daniela tenía por entonces 19 años, mucho miedo y demasiados interrogan­tes. Esa circunstan­cia determinó que debería estar preparada antes de contarle a su pareja lo que había sufrido.

“Él había visto actitudes raras en mí y en mi padrastro, hasta que me decidí y le conté luego de venirnos a vivir juntos. Me insistía y llegó un momento que tuve la confianza suficiente para contarle. Me preguntaba qué podía pasar cuando se enterara; a lo sumo se alejaría, lo que hubiera sido entendible, porque no cualquiera está listo para afrontar algo así”.

Nada de eso sucedió. En Martín encontró el apoyo necesario para enfrentar lo que venía.

“Le cambió la cara y le generó un montón de sentimient­os encontrado­s, de bronca, de querer matarlo, y hasta de llorar al imaginarse por todo lo que había pasado. Siempre me recalcó que yo estuve sola y es así. Mis hermanos eran más chicos que yo, pero era obvio lo que pasaba, era como imposible que no supieran, vieran o escucharan algo”.

Recuerda que “estuvimos casi dos días hablando y me dijo que había que hacer la denuncia. Después de eso me convencí de que debía hacerla”.

Mucha gente en Cabildo había notado situacione­s extrañas y, como suele pasar, el foco o la mirada crítica estaba puesta sobre la víctima.

“Luego me enteré de que se comentaban cosas en el pueblo. Incluso, uno de los compañeros le había dicho a mi pareja que algo raro pasaba en mi familia. Decían que yo andaba de novia con mi padrastro, en vez de decir que estaba siendo abusada. Era como se había naturaliza­do la situación”.

Daniela tiene dos hijos y asegura que, luego de lo que le tocó atravesar, su única preocupaci­ón es cuidarlos.

“No voy a ser como mi mamá. Todo lo que pasé te provoca un miedo que lo llevás toda tu vida. A mi primer hijo es como que siempre lo sobreprote­gí, me cuesta soltarlo, que vaya a la esquina a jugar. En el caso de la nena, apenas llora voy a ver qué le pasa. Si bien a veces soy exagerada, tengo miedo de que les pase algo y yo no esté ahí”.

El tribunal provincial ratificó en todos sus términos el fallo resuelto por los jueces bahienses. Descartó los planteos esgrimidos por el defensor del acusado.

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EMMANUEL BRIANE-LA NUEVA. describió las consecuenc­ias físicas y psicológic­as que le provocó el infierno que tuvo que vivir. La joven

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