Pieza fundamental para retomar la senda del desarrollo argentino
La producción agroindustrial de la región seguirá creciendo, el mundo lo demanda y nuestro país debe volver a insertarse como un jugador relevante en la provisión de alimentos sustentables a gran escala.
Hace 133 años iniciaba su actividad un moderno Puerto que le cambio la perspectiva a toda la región afluente.
Y lo hizo de la mano del ferrocarril, algo que hoy en día pareciera ser un mensaje esperanzador: la potencialidad, más vigente que nunca, de este medio de transporte en el cual tantas expectativas e inversiones ha generado el actual gobierno.
Eran otros tiempos de una Argentina que se vislumbraba como potencia agrícola –el granero del mundo- en donde el desarrollo ferroviario era uno de los motores de la integración federal y el desarrollo de un país exportador y abierto al mundo.
La realidad superó las expectativas y en 10 años la infraestructura no daba abasto y requirió nuevas inversiones.
La producción respondía a claras señales.
Pero a mediados del siglo pasado la Argentina entró en un ciclo de decadencia y en un proceso continuo de deterioro, adonde se ningunearon las exportaciones y se inició un proceso de despilfarro de recursos que junto con un cambio cultural nos trajo hasta el lugar en donde hoy estamos.
El Puerto bajó sus flujos, el ferrocarril se deterioró y las cosechas se estancaron en un vaivén de cambios de reglas de juego y políticas erradas.
Hace 25 años hubo una primera señal de esperanza. La creación del Consorcio de Gestion del Puerto de Bahía Blanca, una vuelta a la autonomía y al foco en el desarrollo regional de la mano de un Puerto eficiente.
Por otra parte, en esa misma ley, se generó la apertura a las inversiones privadas en el sistema portuario, lo que generó una ola de inversiones en instalaciones modernas y eficientes lo cual permitió a la Argentina desarro- llar un sistema portuario eficiente y competitivo, con una infraestructura del primer mundo.
En el ínterin las cosechas volvieron a crecer y hubo importantes inversiones en la región en agroindustria. Malterías, fábricas de aceite, entre otras. Terminales portuarias modernas y un puerto en movimiento. Pero el potencial es mucho mayor.
Hoy el desafío es claro. Es la oportunidad de volver a las raíces.
La perspectiva sigue siendo la misma que en 1885 des- tacando que inicialmente el puerto se llamó de la esperanza; el potencial es inmenso.
Nuestra posteridad nos exige retomar el camino del desarrollo.
Tenemos la infraestructura intacta, el desarrollo de Vaca Muerta requiere de un puerto de Bahía Blanca eficiente y de una infraestructura ferroviaria moderna.
La producción agroindustrial de la región seguirá creciendo, el mundo lo demanda, y nuestro país debe volver a insertarse como un jugador relevante en la provisión de alimentos sustentables a gran escala.
Ahora ya no más como el granero del mundo sino como el supermercado. Generando más trabajo en las ciudades y valor agregado a nuestras exportaciones. La necesaria complementación entre el campo y la ciudad.
Debemos volver a pensar en grande, dejar el pesimismo atrás y trabajar duro para transformar la realidad y finalmente tener el rol que el mundo nos demanda y el puerto de Bahía Blanca va en ese camino.