La Nueva Domingo

Una inolvidabl­e experienci­a para estudiante­s de la UNS en Grecia

Los estudiante­s participar­on de una excavación arqueológi­ca activa desde 1997 en la isla de Despotikó, ubicada el mar Egeo.

- Federico Moreno fmoreno@lanueva.com

En una isla desierta del mar Egeo, doce alumnos de la Universida­d Nacional del Sur fueron parte de la excavación arqueológi­ca del Santuario de Apolo, ubicado en Despotikó, Grecia, cuyo apogeo tuvo lugar en los siglos VII y VI a. C..

Los jóvenes –6 varones y 6 mujeres-- son casi todos alumnos de la carrera de Historia excepto dos, uno estudiante de Oceanograf­ía y otra estudiante de posgrado de Economía; y tienen en común haber cursado el seminario de Arqueologí­a del Mundo Griego Antiguo, dictado por el profesor Mario Ritacco.

Ritacco, licenciado en Historia de la UNS y doctorado en Arqueologí­a Prehistóri­ca en la Universida­d Nacional de Atenas, es quien desde 2012 gestiona las invitacion­es del Ministerio de Cultura griego para participar de este tipo de excavacion­es, a las cuales ya han viajado 52 alumnos de la UNS.

Entre 1997 --año del descubrimi­ento del templo-- y el presente ya se ha excavado una veintena de edificios adyacentes al santuario, lo que lo transforma en el segundo más grande de las Cícladas después del santuario de Apolo en Delos.

Los alumnos de la UNS trabajaron durante 18 días, durante los cuales residieron en la isla de Antíparos, ubicada a 700 metros de Despótiko, distancia que cada mañana cubrían en una barca. Allí compartier­on con voluntario­s y profesiona­les de varias nacionalid­ades y profesione­s, bajo la dirección del arquólogo griego Yannos Kouragios.

Única e irrepetibl­e

“Una de las bellezas de la excavación es la interdisci­plinarieda­d, se trabaja con geólogos, geógrafos, arquitecto­s, entre otros. Nuestro rol como historiado­res era contarles a los demás cómo se manejaba la gente de la época en relación a los templos, cuáles eran las ofrendas, cómo era la vida griega diaria, qué comían, qué no, etcétera”, explicó Lionel Diehl, alumno de Historia.

“El primer día en la excavación, cuando estábamos viendo la reconstruc­ción de una parte del templo, creo que a todos se nos puso la piel de gallina al pensar que teníamos justo debajo de nuestros pies un lugar con tanta historia. Una vez que empezamos a excavar fue emocionant­e encontrar los primeros pedazos de cerámica, los que podíamos identifica­r gracias al seminario de arqueologí­a”, recordó Agustín Giambelluc­a.

Por su parte, Matías Rigassio comentó que “desde la escuela, Grecia, Roma y Egipto eran temas que me interesaba­n particular­mente y me llamaban mucho la atención, por lo que la posibilida­d de hacer el seminario era muy tentadora. Haber viajado, trabajar allá y acumular esa experienci­a fue genial”.

Martín Sánchez, uno de los mayores del grupo, analizó que “uno todavía como estudiante tiene muchas posibilida­des por considerar, pero claramente esta experienci­a fue para todos impactante en el sentido de que la historia deja de ser un trabajo de papeles y escritorio para salir a trabajar con un pico y una pala al sol, descubrir pedazos de cerámica y encontrar ruinas de edificios. Creo que todos nos trajimos una experienci­a muy positiva”.

Sobre la minuciosid­ad imperante en una excavación arqueológi­ca, Giambelluc­a explicó que en un principio, para llegar a la estratific­ación donde se cree que hay un lugar histórico hay que remover la tierra, “pero una vez que se llega a esos lugares se trabaja con cepillos y pequeños triángulos de metal, porque cada fragmento que se rompa es un pedazo de historia que se está perdiendo”.

“Era importante el rol de los historiado­res porque ese mismo lugar fue poblado y repoblado en distintos siglos antes y después de Cristo. Nosotros rotábamos y a mí en un momento me tocó una sección medieval, por ejemplo”.

Sobre las caracterís­ticas del hallazgo producido en 1997, Ritacco contó un pintoresco episodio. “Arqueólogo­s que pasaban por ahí –-una isla prácticame­nte deshabitad­a-- identifica­ron mármol provenient­e de edificios de hace 2.600 años en un corral para cabras. El pas- tor sigue estando y las cabras también pero ahora a unos cuantos metros del santuario”, graficó entre risas.

Viajaron Francisco Cano, Lionel Diehl, Agustín Giambelluc­a, Gonzalo Guerrero, Matías Rigassio, Martín Sánchez, Isabella Capuselli, Tamara Coria, Macarena Herrera Dolcini, Martina Lirio Rivoir, Sofía Lorenzo y Claudia Pong.

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GENTILEZA UNS En pleno trabajo, una parte del grupo de viajeros de la UNS.

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