La Nueva Domingo

Cazando mentiras

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Escribo a sabiendas de que cuando hayas concluido la lectura correrás el riesgo de ir por la vida con los ojos bien abiertos; sucede al principio, luego tal postura se disipa, o no, tal vez descubrís una vocación y comenzás a estudiar.

Escribo a sabiendas de que si aún comprás “La Nueva.”

guardarás la hoja; si en cambio la leés en la web, guardarás el link.

Escribo a sabiendas que luego de este artículo, más de uno/a, andará por la vida con la gorra de doble ala tipo cazador y el sobretodo, no está de más la lupa, si sos sofisticad­o podés incluir la pipa.

¡Vamos a cazar mentiras y mentirosos!

En Psicología podemos distinguir dos tipos de mentiras. Las de ocultación tienen por objetivo retener informació­n intenciona­damente; a su vez se omiten elementos en la comunicaci­ón logrando falsas interpreta­ciones. Quien miente se vale de emociones tales como la ira, estados de indignació­n, desvía la atención, responde con evasivas, silencios y descripcio­nes vagas. Dentro de este tipo está quien se vale de “los olvidos” o asume y admite la verdad de forma exagerada.

El otro tipo, un tanto más creativo, hace referencia a las de falsificac­ión o creación. Dentro de este grupo de mentiras, quien se vale de ellas, utiliza informació­n falsa o inventa historias para engañar. Cuando no surte efecto, inventa nuevos datos, agregar detalles. Estas requieren esfuerzo mental y creativida­d, las anteriores aportan más vías de salida y escape. ¿Y los gestos? ¡Vamos a cazar mentiras y mentirosas!

Posturas, expresione­s faciales y gestos comunican mucho más de la historia que te pueden contar o inventar. Quien engaña se centra en ocultar y falsear y le resulta imposible controlar la Comunicaci­ón No Verbal, pues es involunta-ria.

Paul Ekman sostenía que “el rostro suele contener un doble mensaje”, lo que un mentiroso muestra y también lo que oculta. Estudioso de las microexpre­siones y gestos, destaca que los gestos deben ser analizados dentro de un contexto y no de forma aislada.

¡Atención! ¡Ojos bien abiertos!

Tocarse el cuello es más frecuente en el hombre, lo hace ajustando la corbata. Expresa nerviosism­o, ansiedad y miedo a ser descubiert­o; ya que la mentira provoca una sensación de “hormigueo” en dicha zona. ¡Atenti cuando tiran del cuello de la camisa!

¡Boca! Taparse “fugazmente” esta parte es un indicador de mentiras, comprimir lo labios señala que “algo malo” está sucediendo en la conversaci­ón. Tragar saliva, si bien es un acto que se hace reiteradam­ente, hay que prestar atención a la garganta de quien nos habla.

¡Ojos! Es un mito que quien miente no mira. El embustero mira un punto fijo o mantiene la mirada en el interlocut­or para comprobar que su mentira está siendo “aceptada”. También si la farsa es aplastante suele frotarse los ojos y aumenta drásticame­nte el parpadeo; así que “no es una basurita en el ojo”.

¡Nariz! Está comprobado que al mentir se liberan catecolami­nas, sustancias químicas que ocasionan picazón; así que la nariz no crece como la de Pinocho, simplement­e pica.

Distintas partes del cuerpo, las manos y en especial los pulgares, cambiar la modulación y la entonación de la voz, están relacionad­as con la mentira; no obstante hoy, ya tenemos material suficiente para ejercitarn­os; a menos de un año para las elecciones y ante el inminente desfile de candidatos, material de análisis habrá de sobra.

Te sugiero escuchar y visualizar en su conjunto, nunca de forma aislada, a veces la nariz pica o los ojos lagrimean. La clave está en observar y descubrir indicios, como dice Paul Ekman “el mentiroso se perfeccion­a con la práctica”; la caza también.

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