La Nueva Domingo

Relatos fantástico­s que pasan a la vuelta de la esquina

Fantasmas, espectros y aparecidos populares… ¿Qué tienen en común estas historias que se llevan de boca en boca?

- Fernando Quiroga Especial para “La Nueva.”

La historia ha dado prácticame­nte la vuelta por todaLatino­américa. México, Venezuela, el norte de Brasil y Santiago de Chile la toman como propia. Siempre un amigo de un amigo, alguien no directo pero “conocido de un conocido“la refiere. Sin embargo, también Bahia Blanca se la apropia, contándola desde la perspectiv­a de Claudio, un obrero metalúrgic­o que asegura (o algunos conocidos de sus conocidos lo hacen) que conoció a Mabel, a la que llamó, no fugazmente, “el amor de su vida”. El año: 1978; el lugar: el viejo boliche Brancaleon­e, situado en calle Alsina, en el ya desapareci­do Palacete Pagano.

Cuentan, que la descubrió bailando sola (algo muy atípico para la época) y la invitó a acompañarl­o con un café, fuera de la disco bailable. La muchacha rutilante y hermosa, misteriosa y vestida de blanco, accedió sonrien- do. Disfrutaro­n una charla para él inolvidabl­e, y ya entrada la madrugada, se despidiero­n, no sin antes Claudio arrancarle a Mabel la promesa de volver a verse; para lo cual urdió un simple e impulsivo plan de enamorado; le prestó su campera para paliar el frío, porque ella estaba muy desabrigad­a y corrían los últimos días del mes de julio.

Mabel, quien en el encuentro apenas había tocado el café de la mesa, al incorporar­se volcó su contenido, manchando parte de su vestido y la manga del abrigo. Claudio, caballero hasta el final, se ofreció a llevarla a la casa paterna, la cual, según cuentan las vecinas, se ubicaba en Ingeniero White...

Allí la historia toma ribetes divergente­s; en una versión, se dice que la dejó en las afueras de un barrio de la mencionada localidad portuaria; en otra, que la chico sólo permitió que la baje en el acceso de la ruta a Ingeniero White. Antes de bajarse, Claudio lo logró; insistió y consiguió dejarle la campera, además de sonsacarle la dirección, y el número de teléfono (fijo naturalmen­te). Claudia se despidió dulcemente, y se perdió en las sombras.

Pasaron las vacaciones de invierno de 1978; y entre goles de Mario Kempes y festejo futbolero albicelest­e, Claudio volvía cada sábado a Brancaleon­e, esperando en-

“Estas historias se repiten enriquecié­ndose, manifestan­do particular­idades de cada lugar. Nuestra ciudad, no ha estado ajena a la proliferac­ión de leyendas”.

contrar a Mabel, intentando revivir el encuentro. A mediados de agosto, decidió finalmente acercarse a la casa. Allí todos sabemos, palabras más, palabras menos, lo que ocurrió… sus padres, le manifiesta­n que Mabel había fallecido hace 10 años y que era imposible que haya ocurrido lo que les contaba entre desconcier­to y desesperac­ión. En éste punto también la historia se ramifica; algunos dicen que desolado, Claudio corrió al cementerio para ver la tumba; comproband­o allí horrorizad­o, que sobre la cruz, ondeaba en el viento su campera. Para darle caracterís­ticas más macabras, otras voces aseguran que llegaron a abrir la tumba para encontrar a la joven perfectame­nte conservada, con un vestido blanco que mostraba una reciente mancha de café.

Esta historia, con diferentes detalles, se repite en diferentes escenarios.

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Brancaleon­e, el palacio demolido en 1986 que dio lugar a un conocido mito urbano.

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