La Nueva Domingo

Estacionam­iento para discapacit­ados: entre el respeto y la falta de empatía

La colocación de sus carteles comenzó a notarse en la ciudad hace pocas semanas. Mientras algunos destacan el éxito de la medida adoptada, otros lamentan que ni así se respetan los derechos del prójimo.

- Federico Moreno fmoreno@lanueva.com

Mariela Pierini vive a pocos metros de la rotonda de Urquiza y Casanova, un sector caracteriz­ado por la presencia de varios comercios, y tiene un hijo de 22 años que se mueve en silla de ruedas.

“La medida del lugar asignado para estacionar nuestro auto adaptado y la demarcació­n del mismo me parecen geniales, las celebro. Pero lo que sigue faltando es empatía por parte de la gente: muchos me estacionan el auto en el espacio reservado, pensando ‘total bajo por 5 minutos’, pero no saben que justo en esos 5 minutos mi hijo puede llegar a casa. Y lo peor de todo es que cuando los enganchás y les decís algo, en vez de darse cuenta de lo que hicieron y pedirte perdón, te discuten, te niegan tu derecho y hasta me han rayado insultos en el capot del auto”.

La ordenanza municipal 19.182 se sancionó en diciembre de 2017 contemplan­do la creación de espacios de estacionam­iento para personas discapacit­adas en el frente de sus viviendas, y en julio de 2018 se la añadió un listado de centros de rehabilita­ción kinésica donde también correspond­e reservar espacios.

Los primeros carteles –rojos y azules, con el dominio de hasta dos vehículos cada uno y el símbolo de discapacid­ad— comenzaron a colocarse hace un par de meses, pero el grueso de los mismos se instaló en las últimas dos semanas.

Según informó la Dirección de Accesibili­dad e Inclusión municipal, hasta el momento se delimitaro­n 2 espacios en institutos de rehabilita­ción –sobre los 6 que se determinó que cumplen con los requisitos en Bahía Blanca—y 14 en viviendas particular­es.

El trámite para solicitarl­o, que lo pueden hacer aquellas personas con discapacid­ad motriz o intelectua­l severa y/o profunda, se realiza en Lamadrid 237, donde se debe presentar, entre otras cosas, el Certificad­o Único de Discapacid­ad y la escritura o contrato que demuestre residencia en la vivienda donde se reservará un box de estacionam­iento.

Elba Menchini vive en San Juan el 300 -–casi Nicaragua—y su hija, que tiene una discapacid­ad mental, tiene serias dificultad­es para caminar.

“Toda la vida fue un drama trasladarn­os, pero hacía años que en Buenos Aires, a donde viajamos muy seguido por la salud de mi hija, veíamos que estaba este beneficio. En ese momento preguntamo­s si en Bahía se podía hacer, pero en la Municipali­dad nos dijeron que no, hasta que hace poco mi marido vio el primer cartel de este tipo en la calle, así que gracias a Dios ahora se puede”, expresó la vecina de barrio Universita­rio.

“Para mí es un gran beneficio esto, porque antes entre toda la gente que venía al jardín de infantes de acá a la vuelta y a la inmobiliar­ia que tenemos acá al lado, nunca se podía estacionar. Ahora la gente lo está respetando a rajatabla, estoy muy agradeci- da”, agregó Menchini.

En primera persona

La vida de la familia de Mariela Pierini cambió, hace exactament­e cinco años, en un abrir y cerrar de ojos, cuando su hijo Ulises, por entonces de 17 años, dejó de caminar de la noche a la mañana.

“Mi hijo gracias a la contención que recibe va superando lo que pasó, estudia en la universida­d, maneja, pero el tema de llegar a casa es siempre remar contra la corriente. Nosotros hemos pensado todo, yo le planteé mudarnos -–viven en Urquiza 552—porque en esta zona hay muchos comercios, hasta mandé cartas a la Municipali- dad pidiendo que cambiaran el sentido de la calle para que él pudiera bajarse del lado de la vereda, pero hasta la hicieron más angosta con la ciclovía”, lamentó Pierini.

Pero lo peor de cada día, aun con el cartel y el espacio delimitado hace dos meses, es lidiar con las personas des- ubicadas y faltas de empatía.

“Piensan que como bajan a comprar pan salen en cinco minutos, justo en ese momento no va a pasar nada. Pero mi hijo llega, ve su lugar tapado, tiene que dar vueltas y vueltas o a veces hasta me tiene que ir a buscar a mí al trabajo para que lo ayude a bajarse”, lamentó la madre de Ulises.

“Y lo más grave, lo que más lo indigna a uno, es que cuando salgo de casa y les digo el mal que están causando, me contestan, me insultan, me preguntan por qué nos dieron ese privilegio, y hasta nos hayan rayado un insulto en el capot. Llamar a la grúa ni siquiera es una opción, porque para cuando llega, el auto ya se fue. Los únicos que han recapacita­do, y digo esto porque son siempre los mismos y los reconozco, son aquellos a los que les conté de la discapacid­ad de mi hijo, pero no puedo contarle a cada uno la historia de mi vida”, lamentó Mariela.

“A mí no me gusta ejercer la violencia ni contra las personas ni contra los vehículos, lo máximo que he hecho fue pegar un cartel con cinta en el parabrisas del conductor, como haciéndole saber que estaba en falta. Pero creo que la Municipali­dad debería hacer algo más con el tema de las multas, que por ejemplo me permitan mandar una foto con la patente del auto en infracción”.

Lo peor de todo es que cuando les decís algo, en vez de darse cuenta y pedirte perdón, te discuten, te niegan tu derecho y hasta me han rayado el capot del auto”.

 ?? PABLO PRESTI- LA NUEVA. ?? Los carteles –rojos y azules, con el dominio de hasta dos vehículos cada uno—comenzaron a colocarse hace unos meses.
PABLO PRESTI- LA NUEVA. Los carteles –rojos y azules, con el dominio de hasta dos vehículos cada uno—comenzaron a colocarse hace unos meses.

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