Opinan los especialistas
Mauricio Aprile, ingeniero civil: “Bahía Blanca es una ciudad activa, con una cultura que se ve reflejada en su patrimonio arquitectónico, al cual se está tratando con desinterés.
“Si bien hay problemas sociales y económicos en el país, hay determinadas cosas que no se deberían desatender porque son irreparables. No es cuestión de echar culpas sino de aportar soluciones como ciudadanos, de trabajar en conjunto.
“En materia de bienes arquitectónicos pueden instrumentarse algunas medidas inmediatas para generar recursos para la preservación y concretar algunas intervenciones básicas.
“Otro error es pensar que readecuar edificios históricos es caro. Lo único que se necesita es usar los materiales de manera razonable, un simple criterio de reglas de buen arte.
“Hay que saber aprovechar la singularidad de un bien de valor patrimonial para que se justifique su valorización y que recuperarlo sea más beneficioso que demolerlo”.
Betina Kroft, arquitecta: “Solo una mirada, tal vez superficial, por los meses que trabajé en Bahía Blanca. Me parece que es un ciudad con poca planificación, que no sabe con claridad qué quiere conservar, ¿las áreas urbanas? ¿los edificios? ¿el paisaje urbano? ¿las alturas? Da la impresión que responde puntualmente ante la presentación de solicitud de permisos de obra.
“El rol de una Comisión Asesora en cuestiones patrimoniales es importante. Debiera fijar pautas y criterios aunque después cada caso sea particular y su problemática deba analizarse puntualmente. El área de Planeamiento de la Municipalidad debería propiciar reuniones entre los actores, estimularlas, convocarlas. Organizar debates con profesionales para tratar casos que sentarían precedente”.
José Valle, empresario: “La demolición del café La Morenita (en Washington y Alberdi, un café de 1920) me produjo profunda tristeza, porque era un sitio emblemático de la ciudad y de Villa Mitre. Además de ser parte de la identidad barrial contenía objetos importantes, un cuadro de Agustín Magaldi, una radio antigua.
“Son los privados los que deben ayudar al Estado para que no ocurran estas cosas. Yo tengo una relación con el café Miravalles (avenida Cerri 700, otro bar histórico), donde decidí aplicar mi experiencia de trabajar en bares notables de Buenos Aires.
“Así generamos una propuesta de 'vermú con historia' que ha generado un movimiento interesante y fue acercando a otros gestores. Hay herramientas de este tipo que pueden salvar un lugar. Pero para eso se necesita valorar el pasado y entenderlo como una herramienta para generar un presente y un futuro mejor”.
José Marcilese, licenciado en Historia, a cargo del Archivo de la Memoria de la Universidad Nacional del Sur, investigador del CONICET: “El patrimonio está formado por diferentes elementos, lo inmaterial, como las tradiciones que hacen a la construcción de un imaginario y, por otro, el material, formado por los espacios públicos, la arquitectura, los lugares que tienen sentido para los vecinos.
“Bahía Blanca desde hace mucho tiempo no ha conservado ese patrimonio. El Estado no ha desarrollado una política de conservación de sus lugares emblemáticos, no ha destinado recursos. Con los bienes privados es más complicado, porque hay intereses más difíciles de resolver. Venimos de décadas de ataques al patrimonio privado, pero también del público”.
Aldo Braccini, arquitecto: “Lo que falta en nuestra ciudad es planificación. Hoy no sabemos siquiera hacia dónde crece la ciudad, dónde ubicar los edificios ni cuál es la ciudad que pretendemos generar. Tenemos un Código de Planificación de los 90, cuando mucho ha pasado en los últimos 20 años.
“Debiera existir una legislación en materia patrimonial, pero vivimos en una ciudad donde no podemos evitar que se estacione en lugares prohibidos, menos podemos pedir que no demuelan, que no se corten los arboles o que se cuiden los lugares públicos.
“Falta una conciencia colectiva. Si nadie piensa en lo público, entonces no se puede esperar que los privados piensen en generar propuestas de valor.
“Los espacios públicos hacen al sentido de pertenencia, pero también los edificios que lo contienen tienen su función. Lo importante, más allá de mantener obras emblemáticas, es defender las características de los lugares, como es el caso de la avenida Alem o del parque de Mayo.
“Los edificios no deben alterar las características de esas áreas. Bien implantados, sin pertubar el entorno, pueden mejorar el sitio”.
Darío Faure, empresario, desarrollador inmobiliario: “Es importante lograr un equilibrio entre preservación del patrimonio y tener las normativas que permitan que la ciudad crezca.
“No impedir pero tampoco dejar que se haga cualquier cosa. Debe haber reglas claras y para eso es clave definir qué ciudad queremos generar. Al privado se le debe indicar sobre qué sitios intervenir, pero también tener flexibilidad para aceptar y considerar sus propuestas.
“Hay inversores que a veces llevan buenas propuestas al municipio pero si no hay flexibilidad de parte del Estado muchas veces se pierden buenas oportunidades”.
Rosana Vecchi, arquitecta, docente: “El espacio público es lo que define la calidad de las ciudades. En Bahía Blanca hace tiempo que las políticas han desestimado las inversiones en el mismo. Se percibe una sensación de indefensión. Si bien las normativas existen, quizás no en la diversidad necesaria y en la mayoría de los casos no se cumplen. El control está, en varios casos, desmantelado.
“La falta de cultura urbana por parte de funcionarios ha agravado la situación de pérdida y deterioro del espacio. Desde la agresión al arbolado urbano, las demoliciones de edificios históricos o de las pérgolas de la Plaza Pellegrini, el panorama de devastación es evidente.
“El patrimonio urbano no es solo catalogar edificios. Hay una importante variedad de situaciones y paisajes que es necesario comprender en su conjunto.
Ninguna de estas figuras pueden ser pensadas sin la participación de los vecinos, las organizaciones y los actores sociales”.