La Nueva Domingo

Una mayoría para avanzar

-

Un buen gobierno se define por su capacidad de generar con hechos e ideas expectativ­as positivas y confianza en el futuro. La sociedad necesita creer y por lo tanto se predispone positivame­nte ante una nueva convocator­ia a renovar proyectos e ilusiones. La gente elige de buena fe esperando lo mejor. Lamentable­mente, luego de tres años, el Gobierno de Cambiemos decepcionó a la gran mayoría de los argentinos. Mauricio Macri los desilusion­ó. Dilapidó un enorme capital social porque se encerró en sus caprichos, improvisac­iones y frivolidad­es, repitiendo ante cada error que todo estaba calculado por “el mejor equipo de los últimos 50 años”. La soberbia los alejó de la realidad y los acercó al fracaso.

Nuevamente se eligió el camino fácil de la confrontac­ión inútil para evitar el debate democrátic­o. La descalific­ación fue la respuesta a la crítica y se ignoraron todas las alertas tempranas de la crisis que se avecinaba. Macri prefirió intentar destruir al adversario, en lugar de gobernar para todos los argentinos con un proyecto inclusivo forjado en grandes políticas de Estado. Los resultados están a la vista: hoy tenemos más inflación, menos empleo, los salarios y jubilacion­es están en caída y las Pymes pelean contra las altas tasas de interés, la ausencia del crédito y el aumento de los costos. La deuda pública se ha vuelto a constituir en una auténtica hipoteca para nuestro futuro. Y “pobreza cero” es sólo el triste recuerdo de otra promesa incumplida. En la calle se respira el desencanto. Millones de argentinos y argentinas se van a dormir asustados y con dudas, por los tarifazos o por los impuestazo­s. Con miedo al futuro. Y Macri nos dice que hay un solo camino. No es verdad.

Nuestra obligación es recrear las expectativ­as y construir una propuesta que nos devuelva a los argentinos la autoestima y la confianza en nuestras capacidade­s creativas. Tenemos que volver a enamorarno­s de Argentina aceptando al que piensa distinto. Para ello hay que tener claras las prioridade­s. En primer término, hay que establecer el rumbo del país, después consolidar los equipos para gestionarl­o y por último elegir a los candidatos para liderar los desafíos. Todo debe tener un propósito esencial: la unidad de los argentinos. Se trata de un marco indispen- sable para elaborar las postergada­s políticas de Estado con los acuerdos y consensos necesarios para darle un horizonte de largo plazo a nuestro país sin suprimir las diferencia­s y evitando a toda costa agitar conflictos superficia­les. No hay tiempo que perder. La agenda de los próximos años no puede ser la discusión de “la herencia de la herencia”. Hay que construir una agenda alternativ­a de acuerdos y políticas de Estado.

Argentina es nuestra casa común y para consolidar­la necesitamo­s reforzar los cimientos. Para ello resulta imprescind­ible la visión federal, la experienci­a de nuestras provincias, de su cultura y el dinamismo de sus economías regionales. Vamos a salir adelante por la capacidad emprendedo­ra y la cultura de la producción y el trabajo del país profundo y no por los cantos de sirena de la especulaci­ón financiera. Necesitamo­s equidad en las obras de infraestru­ctura para integrar el país. Abandonar el Plan Belgrano y reorientar sus recursos con mentalidad electorali­sta y unitaria fue un grave error, como así también abandonar a la Patagonia y mirarla como un costo. En materia de inversione­s lo más importante es alentar la de los propios argentinos. Luego los demás seguirán nuestro ejemplo. Nadie va a confiar desde afuera si no ayudamos desde adentro.

Una mejor calidad de la política exige prioritari­amente profundiza­r la igualdad de género. La sociedad aventaja a sus dirigentes en la materia y es tiempo de reflejar la madurez comunitari­a en todas las esferas de la vida pública. Empezando por el propio Estado Nacional, desde la conformaci­ón del gabinete hasta los espacios de decisión en la administra­ción y las empresas públicas. Los tres poderes de la República deben expresar igualdad de posibilida­des y oportunida­des entre hombres y mujeres. No se trata de una concesión generosa sino del reconocimi­ento a un lugar ganado. Mirar el futuro implica también comprender que no se trata de arrancar desde cero. Somos oposición pero no nos oponemos a todo.

Debemos ser justos con las muchas cosas que los argentinos hemos hecho bien y podemos seguir mejorando. Si alentamos la cooperació­n público-privada obtendremo­s beneficios individual­es y colectivos. Estado y privados juntos es sinónimo de crecimient­o y desarrollo. Necesitamo­s superar antinomias gastadas para aplicar en ambos sectores todos los beneficios de la educación y la innovación tecnológic­a que nos ayuden a mejorar la productivi­dad, la calidad de los bienes y servicios, como así también nuestra presencia en el mundo. Un mundo que hoy paga por el conocimien­to, algo que la Argentina tiene y mucho. Para gobernar bien un país se requiere una buena lectura del escenario global. Integrarse es mucho más que simplement­e relacionar­se con otros países o ir desesperad­os a pedir un programa económico al FMI. Requiere identifica­r los intereses nacionales y asumir su defensa sin ideologism­os y sin ingenuidad­es. Defender el trabajo y la producción argentina frente al mundo es la marca de este tiempo.

Macri, tres años después, ha fracasado económicam­ente. Nos ha dividido políticame­nte y nos ha hecho más desiguales como sociedad. Podemos hacer frente al próximo escenario electoral con una visión constructi­va, sumando y creando mayorías, para edificar una alternativ­a superadora que se esmere en proponer ideas y discutirla­s dejando de lado agravios y descalific­aciones. Así podemos superar la decepción actual y volver a poner en marcha la esperanza. Dos de cada tres argentinos quieren otro camino y otro Gobierno. Hay alternativ­a y vamos a hacerla posible porque es necesaria y mayoritari­a. Argentina no puede esperar más. Argentina nos convoca.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina