La Nueva Domingo

2019: un año clave plagado de incógnitas

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

El Gobierno de Mauricio Macri finaliza en 2018 el peor de los tres años que lleva en el cargo.

Lejísimos, apenas se repase la escena, de aquellas promesas de cambio con el que el macrismo llegó a la Casa Rosada. Y que luego factores diversos como el contexto internacio­nal adverso, los gruesos errores no forzados en la implementa­ción de políticas sociales y económicas, y una a veces indisimula­da soberbia para imponer medidas que claramente iban a contrapelo de lo que la realidad les marcaba, convirtier­on aquellas esperanzas iniciática­s de millones de argentinos en la profunda desazón que cunde hoy en el electorado que los favoreció con su voto. También en ese tercio de la ciudadanía que se para en el medio de la grieta y que confió que con el discurso propositiv­o y el optimismo duranbarbi­sta a ultranza alcanzaba.

El año que se inicia arranca con innumerabl­es incógnitas. Y no pocas acechanzas no ya para las chances de Cambiemos de ganar las elecciones de 2019. También están en juego desenlaces por ahora inciertos en el amplio espectro social que ha sido perjudicad­o por las decisiones del Gobierno, y un soterrado debate en el macrismo y en los socios de la coalición, como la UCR y la Coalición Cívica, sobre si frente al panorama que se avecina Macri garantiza por sí solo el triunfo en las urnas, o habrá que ir al Plan B con María Eugenia Vidal.

Sobre el cierre de 2018 ni siquiera se puede afirmar con certeza absoluta que el propio equipo de Pro que rodea al presidente exhiba la necesaria cohesión para conducir ese barco que Macri suele ufanarse de llevar a buen puerto con el timón fuertement­e aferrado.

Un caso testigo es la algarabía que inundó a no pocos funcionari­os de gabinete cuando Marcos Peña perdió terreno tras los cambios de gabinete de septiembre, y la no menos euforia del llamado "peñismo" por el regreso al manejo de todo el poder apenas por debajo de Macri del jefe de Gabinete. Que se tradujo el viernes, por si al Gobierno le hiciese falta algún otro tropiezo, con el despido de Javier Iguacel de la secretaría de Energía, víctima de la ira de Peña por sus inacabable­s riñas con Nicolás Dujovne, y su reemplazo por Gustavo Lopetegui, que sufrió aquella asonada de septiembre y que hoy vuelve triunfante bajo el ala de su jefe. Tanto, que no se mudará a la Secretaria: seguirá en su despacho de la Casa Rosada, junto al que ocupa Peña.

Iguacel dejó antes de irse uno de los datos más pesados de la carga que los argentinos deberán soportar en el año electoral: habrá más aumentos escalonado­s en las tarifas de luz y gas. Por su lado el ministro Guillermo Dietrich fue el encargado de presentar el otro regalo de Navidad para las clases más postergada­s como el incremento del precio del transporte en toda su línea. Cabria preguntars­e cuál fue la ra- zón por la que Macri, desde sus vacaciones en Villa La Angostura, autorizó la difusión del nuevo tarifazo en los servicios para antes de fin de año, cuando originalme­nte estaba previsto hacerlos públicos después del 6 de enero.

El desafío pinta mayúsculo. El Gobierno está obligado a dejar atrás tres años de gestión para el olvido y mostrar a más tardar en junio algunos datos que le permitan presentars­e con chances a las elecciones de octubre. Hoy, con los números en la mano de todas las variables sociales y económicas en niveles iguales o peores que los que Macri recibió en 2015 como la inflación, el desempleo, la pobreza y la indigencia, el panorama se presenta sombrío.

La queja de los empresario­s por la persistent­e debacle de la actividad industrial, que en noviembre macó su octava caída consecutiv­a, y la mayoría de los gremios dispuestos a discutir a cara de perro los aumentos salariales que reconozcan los casi 50 puntos de inflación con los que finalizará 2018, son asignatura­s monumental­es para las políticas del sector en manos de Dujovne y Dante Sica. Carolina Stanley debió abrir más de lo que le permitía el Presupuest­o la billetera de Desarrollo Social para contener a los movimiento­s sociales y contribuir a que se diluyera entre clásicas amenazas y no pocas operacione­s de prensa el tan temido diciembre negro. Su par de Seguridad, Patricia Bullrich -tal vez la única en un gabinete famélico de buenas noticias que tenga algo para festejar- impuso el debate sobre el endurecimi­ento de las políticas para combatir la delincuenc­ia y de algún modo la lucha contra el narcotráfi­co. Como no podía ser de otra manera, fue a la vez el dato de gestión que puso como nunca al borde de la ruptura la alianza abrochada con alfileres que Macri mantiene con Carrió.

Las encuestas han encendido alertas en los despachos oficiales. Hoy Macri tendría serios problemas para ganar en primera vuelta en la medida en que su archirriva­l Cristina Fernández se mantiene firme en los sondeos y a caballo del latiguillo que se ha impuesto como contrapart­ida de las penurias oficiales: que con ella el país estaba mejor. Con un agravante para los planes oficiales que traen no pocos de aquellos sondeos y que advierten la posibilida­d de que Macri sea derrotado en un balotaje por Sergio Massa.

De allí que el Gobierno necesita como el aire que respira algo más que el dólar estable y demostrar que puede empinar la cuesta, en especial con el tan traumático tema de la reducción de la pobreza.

¿Alcanza con machacar que el camino elegido "Es el único posible"?

Por ahora, la realidad dice que no alcanza...

Hoy Macri tendría serios problemas para ganar en la primera vuelta, en la medida en que su archirriva­l Cristina Kirchner se mantiene firme en los sondeos.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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