Cómo funciona el programa de prevención de abuso infantil
La ONG La Misión, que inició su actividad en 1999, aborda la problemática a través de una estrategia de sensibilización dirigida a niños de entre 3 y 12 años.
Yo te creo. Así se llama el programa de prevención del Abuso Sexual Infantil que lleva a adelante la ONG La Misión en nuestra ciudad y que está dirigido a niños de entre 3 y 12 años.
Las voluntarias Agustina Troncozo, de 17 años, y la trabajadora social Romina Pacchetti son las coordinadoras de este programa que tiene como fin brindar herramientas fundamentales para el cuidado y sano desarrollo de los niños a través de estrategias de sensibilización y con base en la utilización de recursos audiovisuales, lúdicos y expresiones artísticas.
“A través del juego trabajamos un montón de temas que resultan vitales para la prevención del abuso sexual infantil”, señaló Pacchetti.
“Abordamos cuestiones relacionadas específicamente a su sexualidad y también aquellas que tienen que ver con identificar sus emociones”, expresó.
En estos talleres los niños no solo aprenden a nombrar sus partes íntimas y a diferenciarlas de otras partes (“públicas”) de su cuerpo sino que adquieren herramientas para saber poner límites cuando viven una situación que los atemoriza y los incomoda.
También se les enseña a distinguir entre aquellos secretos que es bueno guardar y los que no y a interiorizar aspectos vinculados a la convivencia, para que sepan relacionarse de manera sana. Otro eje es la importancia de tener hábitos saludables, tanto en la higiene como en la alimentación.
“Se enganchan mucho con estos temas y les quedan muy grabados, sobre todo a los más chiquitos, lo cual es una herramienta de protección esencial para ellos que luego pueden aplicar en los diferentes ámbitos en los que se desenvuelven”, dijo la profesional.
“Resulta vital que los niños sepan lo que está bien y lo que está mal. Y que sepan qué tienen que hacer si viven una situación de riesgo que les genera malestar o los pone tristes”, dijo Pacchetti.
En este sentido, es importante que puedan reconocer sus emociones, saber cuando están enojados, tristes o sienten miedo y cómo deben reaccionar ante esa emoción.
A través de los dibujos y de sus propios relatos suelen detectar situaciones que los chicos están viviendo en sus casas o en otros ámbitos y avanzar hacia a asistencia y contención de la víctima.
“A veces estás trabajando un tema y, de la nada, un niño te cuenta una historia que motiva la intervención y, dependiendo de la complejidad del caso, comienza un proceso de trabajo en red con otras instituciones”, dijo.
La ONG La Misión trabaja para proteger los derechos del niño en los casos en que se detectan situaciones de vulneración de los mismos. Cómo ayudarlo
El abusador establece una relación de poder , manipulación y sometimiento sobre su víctima. esto se complejiza aún más cuando hay una relación de parentesco. Surgen amenazas y secretos que prolongan durante años la situación de abuso y silencio.
“Los chicos deben saber expresarse y pedir ayuda. Es esencial que sepan darse cuenta de que, cuando algo está mal, tienen que decirlo a personas que sepan que los pueden ayudar”, subrayó.
Uno de los juegos que se realizan en el programa Yo te creo” se llama El Gato y el Ratón y se trata de una salida de escape que se les enseña a los chicos y a través de la cual se animan a hablar y aprenden a detectar tanto a aquellas personas que les generan confianza como a las que les producen malestar.
La dinámica es muy simple: los nenes forman una ronda y uno de ellos, que se ubica fuera de la ronda, hace de gato, y otro, dentro de la ronda, hace de ratón.
El ratón es víctima de algo que está pasando, se siente mal, está triste y viviendo un problema que lo angustia. El círculo es el que lo protege y trata de que el gato no lo agarre.
Esta dramatización permite que los chicos identifiquen quienes son esas personas que los protegen y quiénes son, en sus vidas cotidianas, esos “gatos” que ellos sienten que los ponen en riesgo o los atemorizan.
“A través del juego podemos advertir determinados indicios no solo para prevenir abusos sexuales sino otro tipo de situaciones como maltrato familiar o en establecimientos educativos y acoso entre pares, un tema muy silenciado”, dijo.
“El chico empieza con dolores de panza y de cabeza, descomposturas, no quiere ir a la escuela, baja el rendimiento escolar. Y son señales de alarma a las que hay que
prestar atención como papás”, explicó.
En los casos de abuso sexual, aparecen miedos que antes no tenían, retraimiento social, se aíslan y no quieren tener contacto con determinadas personas y hasta se evidencia, en algunos casos, una regresión en las etapas evolutivas.
Por eso en la ONG es tan importante el trabajo con las familias. El programa Yo te creo, se lleva a cabo generalmente en paralelo al programa Escuela para Padres, al que las familias suelen asistir con sus hijos y consiste en una serie de talleres en los que se les brinda a los adultos herramientas útiles para la crianza y educación de sus hijos.
Se abordan temas como los límites, la educación emocional y el desarrollo integral de la sexualidad.
“La familia debe generar en el niño un ambiente de confianza desde que es muy pequeño para que, en un ámbito de comunicación continua y fluída, sepa que puede contarles a sus padres lo que sea”, dijo Pacchetti.
Escuela para Padres y Yo te creo, van de la mano, porque a medida que se trabaja en la autoestima y confianza de los chicos y que se trabaja en paralelo con los padres, se refuerza el vínculo entre ambos y se preparan desafíos para trabajar en el hogar con una mirada vincular.
La idea es que los padres puedan “dar de lo que tienen, pero mejorado”. La importancia de creer
La voluntaria Agustina Troncozo explicó el por qué del nombre “Yo te creo”.
“Una de las principales causas de que el abuso siga siendo abuso, es que muchas veces cuando el niño lo cuenta, no le creen”, dijo.
“Desde La Misión intenta- mos generar en los talleres un ambiente de confianza y les decimos alos niños y niñas que les creemos. Generamos un vínculo con el niño para que se sienta a gusto y se pueda expresar y reforzamos su autoestima”, dijo. “Hay que saber escuchar”
La vicepresidenta de La Misión, Vanesa Troncozo, -quien integra la ONG desde los 17 años- aseguró que muchas veces como adultos creemos saber lo que necesitan nuestros hijos pero no los escuchamos o los escuchamos poco.
“A veces se utiliza peyorativamente la frase: ‘Son cosas de niños’. Justamente, por ser cosas de niños, es que son muy valiosas e importantes”, dijo.
Los programas se llevan a unidades sanitarias, iglesias, e instituciones de la comunidad que así lo requieran.
La ONG nació a partir de una propuesta del Centro de Prevención de Adicciones (CPA) a través del programa 10 mil líderes para el cambio, en el año 1999.
Surgieron distintos centros en instituciones deportivas, religiosas , educativas. Por ello, muchos de los miembros actuales de La Misión participan en la Iglesia Bautista (Soler 444) donde funcionó uno de los Centros Preventivos de Adicciones.
“En principio fuimos un grupo de adolescentes que brindábamos charlas preventivas sobre adicciones a nuestros pares con un alto impacto y con el respaldo de los equipos profesionales del
Contacto: por Whatsapp: 291 4444355. Facebook/ Centro La Misión. Donado 151, primer piso, oficina 3. Mail: centropreventivolamision@gmail.com
CPA”, dijo Troncozo.
“Con los años fuimos creciendo y elegimos carreras vinculadas a problemáticas sociales y la tarea de la ONG se profesionalizó y amplió su campo de acción”, contó.
A los seis o siete años de estar trabajando en adicciones los voluntarios comenzaron a ver la necesidad de abordar problemáticas que trascendían al adolescente y al niño y que se relacionaban con el vínculo con la familia.
Hoy, La Misión está compuesta por unos 40 voluntarios y voluntarias de distintas disciplinas que alternan su participación en los cinco programas que se desarrollan. Son cinco: dos asistenciales, Raíces de Vida y Caminos y tres preventivos, ReCreo, Escuela para Padres y Yo te creo.
A través de Raíces de Vida se brinda ayuda a personas con conductas disfuncionales, no solo respecto a las adicciones sino con transtornos de ansiedad, estrés, intentos de suicidio y depresión.
“No podemos cambiar una conducta si no cambiamos nuestra manera de pensar. Apuntamos a una reeducación de las emociones, la contención grupal y la espiritualidad”, dijo.
A través del programa asistencial Caminos, se brinda contención y acompañamiento a mujeres que padecen situación de violencia familiar.
“Con el programa Re-Creo vamos a las escuelas secundarias para generar un espacio de construcción en el que los chicos puedan pensar y encontrar respuestas a las problemáticas que les toca transitar”, dijo Troncozo.
Los talleres se basan en tres ejes: identidad, fortalecimiento de la autoestima y recursos para gestionar las emociones.
Vanesa Troncozo, vicepresidenta de la ONG, aseguró que ante un caso de abuso sexual infantil siempre desde La Misión se sugiere a los adultos realizar la denuncia.