La Nueva Domingo

“Se veían fuegos artificial­es por todos lados”

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Laura Castro, en ese entonces de apenas 19 años, vivía en el campo junto con su mamá.

Esa víspera de Año Nuevo la pensaba pasar con su familia, sin indicios de que el bebé –o beba, dado que todavía no se sabía el sexo--, que tenía fecha para fines de enero, se iba a adelantar lo suficiente como para convertirs­e en el primer bahiense del milenio.

“Tipo 8 de la noche me descompuse, 8.30 salimos del campo para Pedro Luro, estuvimos un rato en el hospital y, como era primeriza, me mandaron para Bahía Blanca en ambulancia", cuenta.

"Salimos diez y pico para allá, llegamos justo a la medianoche, me acuerdo que se veían fuegos artificial­es por todos lados. No me olvido más”, dice.

“Llegué al hospital, no daba más del dolor y lo único que me decían era que llenara unas planillas. Yo les decía que el bebé quería nacer ya", continúa.

"Terminó naciendo a las 00.35, por parto natural, salió todo bien por suerte. Lo único, que como salimos volando de Luro y todavía faltaba para la fecha teórica, no habíamos llevado nada de ropa y me lo envolviero­n en una funda de almohada, pobrecito”, recuerda entre risas y ternura.

El padre de la criatura, Ariel, en ese momento trabajaba lejos de Pedro Luro y, sumado a eso, que los teléfonos celulares fueran un lujo de pocos hizo que llegara al Penna recién al mediodía siguiente.

“No sabíamos el sexo, pero pensábamos que podía ser una nena. Eso sí, la única vez que habíamos hablado de la posibilida­d de que fuera un varón habíamos decidido que si era así, se iba a llamar Maximilian­o. No había dudas”, explicó Laura.

La tapa del diario y la noticia en el interior permanecen bajo su celosa custodia. Un día inolvidabl­e.

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Laura Castro con Maxi, en la tapa del 2 de enero de 2001.

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