La Nueva Domingo

“¿Quién los conoce? ¿De dónde salieron?”

- Aldo Cabo Especial para La Nueva.

Cualquier despistado que lea algún medio digital y se entere de que, en la Capital del Básquet, en la ciudad de los históricos, de los olímpicos, salió campeón el Club Napostá, pensará para sí: “¿Quién los conoce? ¿De dónde salieron?”. Y si paseara por la Avenida Alem al 300 le sería más fácil encontrar una cervecería artesanal que un club de barrio con 90 años de historia.

Pero si entrara al Club le abriría la puerta Cacho Feliziani, el jugador, el líder, el corazón, el alma, el hincha, la historia viva; vería la gigantogra­fía de sus jugadores históricos: el Flaco, Mariano, Mauro; iría hasta el fogón del fondo para acompañar a Jorgito el parrillero que, desde el cielo, le haría picar un pedazo de entraña.

Vería cientos de chicos acompañado­s por sus padres que llegan alborotado­s a jugar al básquet. Y a muchos dirigentes, guías, colaborado­res.

Gente que los acompañan, los cuidan, que les muestran que hay muchas cosas que se pueden hacer desde la honestidad, el trabajo, la organizaci­ón y las ganas.

Gente (tan necesaria, diría el poeta Armando Tejada Gómez) que, además de acompañarl­os con frío, calor, viento y lluvia por todas las canchas de la ciudad, son mozos, pintores, choferes, enfermeros, psicólogos, pedagogos y todos los oficios y profesione­s que se pueden encontrar en el diccionari­o.

Luchadores mágicos de presupuest­os mínimos en lo material, pero millonario­s desde lo espiritual.

Luchadores como los hay en tantos clubes de barrio de la ciudad. Sportivo Bahiense, San Lorenzo, Estrella, Argentino, Pueyrredón, Alem, etc., etc., etc. deben estar conten- tos, porque ganó uno de ellos.

Y sí… desde esa base sólida hoy los héroes son los jugadores y el cuerpo técnico. No hay dudas, y es así.

Gracias, gracias… gracias por el esfuerzo, el tesón, la garra y el juego.

Segurament­e habrán sentido un viento cálido que los ayudó a llegar a la cima.

Miren alrededor y van a ver a todo el Napo soplando y empujándol­os hacia la gloria. Y si alguno cree en Dios o en algo superior, segurament­e no lo vieron, pero estaba ahí arriba con una sonrisa inmensa ayudándolo­s a cortar las redes.

Abran paso que la Avenida viene marchando y festeja. El Napo salió campeón. Es justicia. Y está muy bien.

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