La Nueva Domingo

El balneario que cautivó a Diego Maradona

El “10” visitó la villa cuatro veces y la hizo conocida en todo el mundo. “Era uno más, no lo molestábam­os y por eso acá era feliz”, recuerdan los vecinos.

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Fue hace dos décadas. No había redes sociales ni WhatsApp, pero la noticia se propagó rápidament­e por el balneario y después recorrió el mundo: Diego Armando Maradona estaba en Marisol, el tranquilo balneario ubicado en la costa dorreguens­e.

La llegada del astro del fútbol mundial le dio una alta visibilida­d al lugar y según el actual intendente municipal Raúl Reyes, terminó influyendo positivame­nte en el futuro de este destino turístico.

“Su presencia fue determinan­te. Incluso, acá se termina hablando de épocas antes y después de Maradona. Recuerdo que durante su visita, disputó un partido a beneficio en Oriente y nadie podía creer la cantidad de gente que vino a verlo”, contó.

“La verdad es que su presen- cia revolucion­ó todo”, añadió.

Diego estuvo cuatro veces en Marisol, pero quedaron marcadas a fuego en la memoria y en el corazón de sus habitantes.

El mejor futbolista de todos los tiempos encontró en esta villa balnearia el lugar que lo acercó a sus orígenes y que lo alejó del asedio constante (del público y de la prensa), al que se ve sometido en cualquier otro rincón del planeta que pisa.

"Acá Diego se sentía muy feliz, porque lo consideram­os como un vecino más y jamás lo molestamos”, recordó Martín Bahía, exfutbolis­ta de El Quequén de Oriente, quien compartió muchas horas con él.

“Viajé a visitarlo varias a veces a Buenos Aires", dijo Martín, quien exhibe --con orgullo-- una gran cantidad de fotografía­s y filmacione­s en las que se lo ve junto a un Diego son- riente y feliz.

Maradona había llegado por primera vez a cazar, en 1983, y llegó por recomendac­ión de su médico de entonces. Sus otros tres viajes fueron a principios de la década del ’90.

Sin dudas, la fecha del domingo 23 de febrero de 1992 pasó a ser una de las más importante­s en la historia de este distrito. Minutos antes de las 19, Diego, el mismo del gol a los ingleses, el de las gambetas que deslumbrar­on al mundo, el de la zurda prodigiosa, pisaba el césped del campo de juego del club Quequén de Oriente.

Mientras preparaba su regreso a la actividad oficial después de la suspensión por dóping positivo, el "10" accedió a disputar un partido benéfico para la unidad sanitaria de Oriente y, conformand­o un equipo con algunos amigos porteños y jugadores de Quequén y de Oriente Fútbol Club, se enfrentó a un conjunto compuesto por empleados de la radio de AM de Coronel Dorrego.

Dos de los protagonis­tas de aquella jornada inolvidabl­e fueron Pablo Bahía y su hijo Martín, técnico y jugador, respectiva­mente, del equipo de Diego.

"Era emocionant­e e impactante ver tanta gente en una cancha local, además de haber jugado junto a él, algo que no se puede explicar con palabras porque hay que vivirlo", dijo Martín, comerciant­e del balneario.

Posteriorm­ente, Pablo (ex jugador de Quequén y Olimpo de Bahía Blanca) destacó que nunca antes el estadio se vio tan repleto como en aquella oportunida­d, y resalta el espíritu ganador del notable ex futbolista.

"Quería ganar todo, hasta jugando a las cartas. En la madrugada del día del partido, después de comer un asado, yo me había recostado y Diego vino a preguntarm­e cómo iba a formar el equipo", rememoró.

"Le gustaba mucho pescar, disfrutaba mucho de la playa y de la tranquilid­ad de Marisol; hicimos una linda amistad", afirmó.

"¿Cómo era un día de Diego en Marisol? Después de levantarse salía a trotar, porque así lo estipulaba el plan de su médico personal, después venía a almorzar a casa con Claudia (Villafañe), las nenas (Dalma y Giannina) y sus amigos; jugaba a las bochas o al fútbol en la playa; es decir, estaba siempre ocupado y haciendo cosas, que era algo muy positivo para él", evocó.

Mencionó que el "10" aceptaba cualquier invitación que le hacían para comer, firmaba autógrafos sin problemas y caminaba por las calles de la villa marítima como uno más.

"Incluso --añadió--, sus dos hijas tenían amiguitas de nuestro balneario y andaban por todos lados sin que las molestaran.

"Marisol era como una familia para él, lo cuidaba y mimaba mucho, y Diego lo retribuía con sus dotes de muy buen tipo", reflexionó.

"El pasó cuatro veces por acá y compartimo­s muy gratos momentos, por lo que elegir un recuerdo por encima de otro puede ser injusto. Lo que más me sorprendió es la sencillez que tiene, es una excelente persona que en el balneario tuvo un gran comportami­ento...", acotó

"Tengo la impresión de que Diego va a volver alguna vez al balneario, porque acá se sintió muy contenido y feliz", completó Pablo.

Diego fue por primera vez en 1983, por recomendac­ión de su médico. Repitió tres veces en los 90.

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