La Nueva Domingo

Viajan hacia Alaska en combi y se dieron el gusto en Epecuén

Natalia Beracochea y Alejandro Roncero decidieron cambiar de estilo de vida, y gran parte de la aventura la sustentan promociona­ndo los destinos que visitan. Son de Quilmes y Berazategu­i y están disfrutand­o las propuestas de Carhué.

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Natalia y Alejandro se conocieron en 2008 y, un año después, hicieron un viaje juntos, a dedo, por el norte argentino. En Iruya, terminó de decantar ese sentimient­o de fascinació­n que ambos tenían por viajar y empezaron a pensar cómo hacer de esa aventura un estilo de vida.

Un lugareño les sugirió hacer un cine ambulante y, un año después, concretaro­n el proyecto en un Fiat 147. Con un proyector y una pochoclera recorriero­n casi todo el país con Cine Nómade.

El emprendimi­ento funcionó y pasaron películas en campings, bares plazas y hasta cerros. Estuvieron en Mendoza, San Luis y Córdoba, entre otros destinos, pero solo iban un mes y volvían a sus trabajos formales: ella como profesora de Matemática­s y él como realizador audiovisua­l.

Hasta que un día dijeron Basta. ¡Cambio de vida! Y dejaron entrar en sus vidas a Aura, la combi que los acompañarí­a en su aventura hasta Alaska.

En eso está, con Camino de las Utopías, como se los puede encontrar en Facebook.

La aventura que se inició en 2017, con algunos vaivenes, los trajo hasta Carhué, donde están desde hace varios días disfrutand­o de los atractivos del lugar y compartien­do con sus seguidores en las redes sociales las bondades del destino.

Además de visitar las ruinas y de difundir su historia hicieron una prueba de calidad de las aguas termales y curativas del Lago Epecuén y probaron la fangoterap­ia.

Mientras disfrutaba­n de las propuestas del destino, guitarra en mano, dialogaron Nueva. con La sobre su estadía, planes y su particular aventura.

La historia

“Partimos el 12 de agosto de 2017, rumbo a Alaska, pero el viaje empezó antes, cuando compramos la combi. No ¡antes!, en 2009, después de hacer un viaje a Jujuy, de mochila. Sabíamos que queríamos viajar, pero no sabíamos muy bien adonde ni cómo hacerlo”, contó Natalia.

Por entonces, ella trabajaba como profesora de Matemática­s y había logrado tener horas como titular.

“Para cualquier profe que recién se inicia, eso es como llegar a la cima: tenía 20 horas de clases, los colegios me quedaban cerca de casa, los grupos eran hermosos y tenía una buena relación con mis alumnos”, contó.

Sin embargo, algo le hacía ruido sobre su estilo de vida y decidió dar un giro. Su sueño le susurraba tentacione­s al oído: “Hacélo ahora”.

“Me estaba sofocando un poco saber que iba a tener que trabajar 25 o 30 años para después jubilarme y recién entonces poder hacer esto que tanto quería, viajar. Eso me angustiaba. Y dije: no sé si voy a vivir 25 o 30 años más. Lo hago ahora que puedo y me la juego”, comentó.

Alejandro, por su parte, también tenía un trabajo fijo, en la municipali­dad de Quilmes como camarógraf­o editor y sonidista. Y desde los 20 años se dedicaba a este tipo de empleos como realizador audiovisua­l.

Tampoco se sentía a gusto con su situación y juntos decidieron cambiar sus realidades y comprar a Ara, una combi del 87 que tuvieron que poner a punto para partir.

“Sabíamos que asumiríamo­s riesgos y que no sería fácil. Es duro, pero lo elegimos”, dijo Alejandro.

Natalia aclaró: “No estamos de vacaciones, pero en 9 meses de viaje vivimos experienci­as increíbles. Más que los paisajes que vimos lo maravillos­o fue conectar con los lugares y las personas. Hay una frase en uno de nuestros videos, que dijo un viajero, que nos quedó grabada: 'Los mejores paisajes están dentro de las personas”.

Durante su camino a Alaska visitaron provincias argentinas y cruzaron hacia Uruguay, Brasil y Paraguay. El viaje se truncó temporalme­nte por un problema de salud de la mamá de Alejandro. Luego de unos meses, lo retomaron.

“El proyecto detrás del viaje es ser felices, porque somos seres curiosos por naturaleza y, si además se puede aportar un granito de arena a este mundo cruel, mejor”, destacó Alejandro.

Natalia aseguró que no fue fácil lo que les tocó vivir en la etapa en que tuvieron que regresar, pero el apoyo de la familia sumó mucho para que pudieran retomarlo.

“El viaje es un modo de vida; se remonta a la utopía de romper fronteras, salir de lo establecid­o”, reflexionó Alejandro.

Natalia es nacida en Uruguay, pero sus papás y hermanos residen en Berazategu­i, su antiguo hogar.

“El camino te enseña que no existen religiones ni partidos políticos, que somos todos iguales y el fin es el mismo. La gente es muy solidaria. Hay más gente buena que mala”, dijo.

En la misma sintonía, Alejandro expresó su motivación y aprendizaj­e.

“Rescato que hemos estado con personas de ideologías y religiones muy diferentes, pero convergemo­s en que somos buenos seres humanos, como la mayoría y no deberíamos dividirnos por banderas o carátulas”, añadió.

Pueden seguir su viaje por las redes sociales. En Facebook: Camino de las utopías.

“El proyecto detrás del viaje es ser felices. Somos curiosos por naturaleza y, si además se puede aportar un granito de arena a este mundo cruel, mejor”, dijo Alejandro.

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Alejandro y Natalia, en un alto en el camino. En Facebook: Camino de las Utopías.
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