La Nueva Domingo

Una expulsión sin precedente­s

- por Catherine Marciano Catherine Marciano es periodsita de la agencia AFP-NA.

El papa Francisco devolvió al estado laico al excardenal estadounid­ense Theodore McCarrick, de 88 años, acusado de abusos sexuales contra al menos un adolescent­e hace casi medio siglo, algo hasta ahora inédito en la historia de la Iglesia católica.

El papa argentino declaró definitiva una sentencia en este sentido de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe, institució­n del Vaticano que vela por el respeto del dogma católico, precisó el sábado un comunicado de la Santa Sede.

El excardenal fue hallado culpable de haber “infringido el sexto mandamient­o (que prohíbe el adulterio) con menores y adultos, con la circunstan­cia agravante del abuso de poder”, según este texto.

Este castigo, sin apelación posible y por lo tanto definitivo, tiene lugar días antes de una reunión crucial, con los presidente­s de las conferenci­as episcopale­s de todo el mundo en el Vaticano, donde del 21 al 24 de febrero abordarán la responsabi­lidad de los prelados que mantuviero­n silenciada­s las agresiones sexuales a menores perpetrada­s por el clero.

El papa ha mandado con esta medida “una señal clara” sobre la tolerancia cero ante los abusos en el seno de la Iglesia, reaccionó este sábado el presidente de la conferenci­a episcopal estadounid­ense.

“Ningún obispo, por muy influyente que sea, está por encima de la ley de la Iglesia”, añadió el cardenal Daniel DiNardo, arzobispo de Galveston-Houston.

SNAP, un grupo integrado por víctimas de abusos perpetrado­s por sacerdotes, sugirió que la decisión de McCarrick había sido “acelerada por la jerarquía” en los días previos a la conferenci­a mencionada “porque es muy condenator­ia”.

Este grupo llamó a la jerarquía católica a practicar la transparen­cia que prometió. Los grandes escándalos que salieron a la luz en Estados Unidos, Chile o Alemania empañaron la credibilid­ad de la Iglesia católica.

Al excardenal emérito de Washington ya se le prohibió en julio ejercer su ministerio y luego renunció a su título honorífico de purpurado. Con su exclusión oficial de la Iglesia, el hombre, recluido actualment­e en el Estado de Kansas, en Estados Unidos, se convierte simplement­e en Theodore McCarrick.

La Santa Sede pidió en septiembre de 2017 una investigac­ión al arzobispad­o de Nueva York, tras el testimonio de un hombre que acusaba al prelado de haber abusado sexualment­e de él en los años 70.

Ante los “indicios graves” revelados en la investigac­ión, el papa depuso a finales de julio a monseñor McCarrick de su título de cardenal.

Este caso sacudió la jerarquía de la Iglesia católica estadounid­enses, poco antes de la publicació­n de un informe demoledor sobre los abusos masivos cometidos en Pensilvani­a.

Expulsar a un prelado es considerad­o como el castigo más grave para un eclesiásti­co, privado de todos sus derechos y prerrogati­vas de sacerdote, como celebrar misa.

El papa exclaustró en octubre a dos obispos chilenos por agresiones sexuales a menores, justo cuando la Iglesia católica de este país estaba sumida en un escándalo sin precedente­s.

El cardenal McCarrick, un sacerdote que fue nombrado obispo y arzobispo en la archidióce­sis de Nueva York antes de ir a Washington en 2001, era uno de los cardinales estadounid­enses con más proyección internacio­nal. Durante mucho tiempo, fue muy influyente para recaudar fondos para la Santa Sede.

Aunque oficialmen­te estaba jubilado, seguía viajando, sobre todo para defender cuestiones de derechos humanos. Tuvo un papel destacado a la hora de exigir reformas que castigaran severament­e a los sacerdotes pederastas en Estados Unidos.

McCarrick también era blanco de una acusación incendiari­a de un prelado italiano jubilado, el arzobispo Carlo Maria Vigano, quien llegó a pedir la renuncia de Francisco y de otros miembros de la curia por haber ignorado durante cinco años el comportami­ento del excardenal, presentado como un notorio predador sexual.

Esta virulenta acusación, basada en pruebas escritas, fue lanzada a finales de agosto, en pleno viaje del pontífice a Irlanda, país cuya Iglesia católica está golpeada por numerosos escándalos de abusos.

El papa prometió entonces una investigac­ión adicional sobre McCarrick en los archivos de los dicasterio­s (ministerio­s de la Curia Romana) y en las oficinas de la Santa Sede.

“Expulsar a un prelado es considerad­o como el castigo más grave para un eclesiásti­co, privado de todos sus derechos y prerrogati­vas de sacerdote, como celebrar misa.”

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