“Coqui” Resch, un claro ejemplo de superación
En 2004 quedó cuadripléjica y corrió riesgo su vida. Pese a las adversidades, acaba de lanzar su primer libro.
“La vida te puede cambiar en un segundo”.
Lo dice Clorinda Noemí Resch, más conocida por “Coqui”. Y vaya si de eso sabe y puede dar un testimonio de persistencia, superación y lucha en pos de sobrevivir.
Hoy está lanzando su primer libro, denominado “Desafiando lo desconocido (entre luces y sombras)”.
Al igual que el título, hoy son luces, pero antes fueron sombras. Y muchas.
Vale la pena conocer la historia de esta escritora bahiense, aunque ella no se considere tal, de 42 años que desde hace ya casi 15 que quedó cuadripléjica tras un accidente automovilístico. ---
Hija de Enrique y Ester, hermana menor de Maira y mayor de Luciano y Gisella, era, hasta el 21 de junio de 2004, una excelente estudiante en el profesorado para EGB y de Filosofía que cursaba en forma paralela en el Juan XXIII.
Le encantaba pintar y también era misionera en el sur de nuestro país.
Pero ese día el destino le jugó una mala pasada.
Yendo a un campo de Teniente Origone a un cumpleaños de un tío, un neumático del Ford que manejaba su papá explotó y el auto volcó.
“Lo recuerdo como si fuera hoy. Estuve consciente incluso en el momento que fui despedida del habitáculo. Sentí el latigazo en el cuello y quedé tendida boca abajo entre los pastos, con la cabeza hacia el otro lado donde había quedado el auto. Como me dijeron que me quedara quieta, no me dí cuenta enseguida de la gravedad de la lesión. Incluso, fui la última a la que trasladaron, porque en realidad estaba lúcida y sin dolores”, dice Coqui en su casa del barrio Noroeste.
Se empezó a dar cuenta de la gravedad de sus lesiones cuando se quiso levantar para ayudar a sus padres y no le respondieron ni los brazos ni las piernas.
“Me llevaron a Maternidad del Sur y enseguida me derivaron al Penna”, cuenta.
Creyó que todo era pasajero, pero el diagnóstico fue lapidario: lesión medular a nivel cervical C3, C4 y C5.
“Estuve 4 meses en terapia intensiva. En el libro cuento todas las adversidades que tuve que enfrentar, que realmente fueron muchas. Pero que, con la ayuda del excelente equipo médico del Penna y la fe, pude superar”.
En el nosocomio provincial le pusieron una placa de titanio para que pudiera mover el cuello y, así, intentar recuperar la movilidad de los miembros superiores.
“En el medio sufrí dos paros respiratorios e infecciones de todo tipo”, rememora y señala, sin siquiera dudarlo, que el destete del respirador artificial fue uno de los momentos más duros que le tocó afrontar.
La casi milagrosa recuperación le posibilitó buscar alternativas, pero lejos de Bahía y del calor de su hogar.
“Al no estar aún clínicamente estable, en Bahía no había ningún instituto que me pudiera brindar lo que necesitaba. Junto a mi madre me tuve que ir 8 meses a Mar del Plata, a un instituto especializado”.
Allí recibió otra mala noticia: no había chance alguna de que pudiera volver a caminar.
“Me dí cuenta sola, porque ningún médico me dijo que era imposible ponerme de pie otra vez; quizás para que yo no caiga en un pozo depresivo. Un kinesiólogo me lo insinuó ante una pregunta mía”.
Recuerda que lloró mucho, como nunca antes. Pero siguió adelante, como tantas veces antes...
“Me propuse mover los brazos”. Y lo logró.
“Aunque no tengo fuerzas en los dedos, el hecho de que pudiera mover las muñecas me iba a ayudar bastante”.
Ese fue el momento en que, impulsada por los médicos y una psicóloga, decidió empezar a escribir.
“En un cuaderno personal, con ideas sueltas, sólo para hacer catarsis”, cuenta.
Ni se imaginaba que, 14 años después, su historia se vería reflejada en un libro de 120 páginas, con una portada dibujada por una de sus mejores amigas.
“Demoré 14 años, porque cuando uno escribe un cuaderno lo hace en forma cronológica y de acuerdo al estado de humor de ese día. Un libro tiene que tener un hilo conductor y, fundamentalmente, un mensaje que dar”. --¿Y cuál es?
--Tienen que leer el libro (risas). En realidad, contar lo que se vive en Terapia, tanto el paciente como la familia y sus amigos. Y, a su vez, ayudar; ser un bastión para quienes viven algo semejante.
Incluso, señala que uno de los médicos que la atendió ya lo leyó y le dijo que le iba a servir para corregir cosas de su profesión.
Dice que una de las claves fue asumir su situación y no buscar culpables o excusas.
“La mente era lo único que me funcionaba bien y no me podía dar el lujo de enfermarla con pensamientos que no conducirían a nada. Siempre tuve fe; muy pocas veces pensé en el clásico “¿porqué a mi?”. Obviamente que tuve crisis o depresiones, pero nunca bajé los brazos. No sé de dónde sacaba fuerzas, porque todos los días se presentaba una complicación distinta. Incluso, hoy, mirando hacia atrás, dudo que pudiera afrontarlo otra vez”.
***
En su vuelta a Bahía, además de las lógicas adaptaciones a su casa, también regresó a la dura realidad.
“No fue fácil. Mientras estás en tratamiento, siempre hay gente alrededor y, fundamentalmente, metas que lograr para recuperarte que te mantienen ocupada y motivada”.
A la vez que seguía escribiendo su libro (con varias vicisitudes, como perder el trabajo de 4 años por la rotura de una computadora u otros dos por el extravío de un pen drive), probó con la Licenciatura de Psicología.
“Hice dos años y medio, pero como soy propensa a tener infecciones urinarias fui perdiendo materias por inasistencias. Además, no me dejaba mucho tiempo libre para vivir. Y yo lo que más quiero es vivir, aprovechar esta segunda oportunidad que me dio la vida”.
--¿Pensás seguir escribiendo?
--Nunca tuve pensado escribir el primero. Tampoco me considero una escritora. Pero es un buen pasatiempo. De todos modos, voy viviendo el día a día.
Y así lo vive. Desafiando lo desconocido, entre luces y sombras...
Mientras espera la presentación en alguna librería, el libro se puede adquirir en http://autoresdeargentina.com/desafiando-lo-desconocido-coqui-resch/