La Nueva Domingo

Renata Vignati, la tatuadora local que proyecta su arte en EE.UU.

Radicada en Portland, Oregón, esta bahiense de 30 años se convirtió en una importante exponente.

- Cecilia Corradetti ccorradett­i@lanueva.com

Convertida hoy en una tatuadora profesiona­l, con miles de “kilómetros” recorridos, a Renata Vignati, bahiense, de 30 años, le cuesta creer sus comienzos en una actividad que no solo representa su pasión, sino la forma de ganarse la vida.

Ríe cuando trae a la memoria su infancia en Bahía Blanca y su curiosidad innata por el arte, por el dibujo y, más tarde, por lograr sellos en el cuerpo. Pero, claro, era muy pequeña y para perfeccion­arse tenía aún muchísimo por delante.

Preadolesc­ente, una tarde decidió “experiment­ar” su arte en el brazo de su amiga de siempre, Esmeralda.

Lo hizo de manera precaria. El dibujo era una luna pegada a una estrella. Quedó conforme, mucho, y le sirvió para confirmar que era lo suyo.

Ella misma, de hecho, tiene tatuajes por todos lados. Tatuarse era, y sigue siendo, de alguna manera también un “vicio”, asegura.

Así, corrió mucha agua debajo del puente hasta convertirs­e en una exponente conocida mundialmen­te. Con residencia en Portland, Oregón, asegura que tras haber hallado un estilo propio, su meta es continuar perfeccion­ándose día tras día. Porque en esto, como en todo en la vida, nunca hay que estancarse.

“Pensar que quería ser cirujana. Pero luego me di cuenta de que lo académico no era lo mío. Me fui a Buenos Aires, probé con diseño gráfico, regresé, estudié ilustració­n. En definitiva esto que hoy desarrollo era y es mi vocación, aunque no había escuela”, rememora. --¿Qué es necesario para aprender a tatuar?

--Dibujar, tener un mentor y mucha decisión. Claro que también es importante comenzar a trabajar, porque la práctica es fundamenta­l. --¿Cómo fueron sus inicios?

--Me compré una máquina y arranqué sola, con ayuda de amigos que “ponían el cuerpo”. Comencé con un pequeño portfolio de 10 ta-

tuajes y me fui a vivir a Chile. Nadie me tenía fe.

“Durante un año y medio estuve allí. Más tarde surgió la posibilida­d de radicarme en Europa. Iba detrás de un tatuador de Barcelona al que admiraba profundame­nte, “Monga” Sasturain. Yo quería trabajar con él, pero no tenía el nivel”. --¿Cómo siguió rumbo?

--Trabajando y volcando mucha pasión. Recalé en Munster, Alemania. Un amigo chileno que vivía allí me dio trabajo en su estudio.

--¿Y qué sucedió, finalmente, con “Monga” Sasturain?

--Lo encontré y fue una alegría enterarme de que era argentino. Me tatué con él, le confesé mi admiración y le pedí ser su aprendiz. Permanecí nueve meses mejorando mi dibujo allí hasta que pude empezar a trabajar con él, algo que me abrió las puertas en todo el mundo. Tenía su respaldo. --¿Cómo recaló en Portland?

--En medio de todo esto conocí a mi marido, empezamos a viajar por el mundo y nos establecim­os en este hermoso lugar de los Estados Unidos. Hoy día trabajo en New Rose Tatto y me va muy bien, llevo una vida tranquila, la gente es fantástica. Soy muy feliz.

Costos, tiempo, concentrac­ión

--¿Cuánto tiempo demora realizar un tatuaje?

--Depende; lo más pequeños, alrededor de 40 minutos. Entre la charla previa, la preparació­n de los materiales y de la mesa, más o menos demoramos eso, pero otros dibujos, mucho más grandes, se hacen en sesiones.

--¿Cuál de todos los trabajos recordás como el mejor?

--Hace poco tatué a una mujer llamada Cindy, que sufrió una extirpació­n de sus pechos debido a un cáncer. Le dibujé un corpiño. Quedamos ambas fascinadas con el trabajo. A ella le cambió la vida y yo quedé sumamente gratificad­a. Me llevó alrededor de 20 horas divididas en cuatro encuentros. --¿Se trata de una activi- dad que demanda perfeccion­amiento permanente? --Absolutame­nte. Quien se queda estancado, pierde.

--¿Cuáles son las premisas fundamenta­les a la hora de realizar un tatuaje?

--La adecuada higiene, la esteriliza­ción de los elementos y, fundamenta­l- mente, ser consciente­s de que se trabaja en el cuerpo de otra persona, no es chiste. Dibujar no es lo único que se debe tener en cuenta, sino la técnica, la precisión, la dedicación. Y no olvidarse jamás, insisto, que se trata de la piel de una persona.

--¿Qué rol cumple la tecnología en este tipo de trabajo?

--Ayuda y mucho, pero lo importante, para mí, es tener un estilo propio, no copiar y realizar una tarea artesanal. Mis diseños son propios, pueden traer ideas, fotos, canciones, poemas, cuadros, pero hago mi propia versión. --¿Tatuarse resulta en ocasiones un vicio?

--Sí. A mucha gente le sucede que empieza con uno y no puede parar. --¿El trabajo es intenso todos los días en su taller?

--Sí. Es un estudio muy movido, con mucha clientela, ya sea nueva o de siempre. Pero, ojo, no estoy todo el día trabajando. Dedico mucho tiempo a mi esposo y a mi perro. Vivimos en un lugar soñado, con mucho verde, montañas, bosques, ríos. Y también recibo visitas. Disfruto de la vida. --¿Cuál es el costo de un tatuaje?

--El valor mínimo es de 100 dólares. Cuando se trabaja por sesiones, la hora cuesta 160. Lleva, como dije antes, mucho compromiso, técnica y tiempo.

--¿Es difícil la inserción del género femenino en la materia?

--Antes pudo ser, pero hoy es más inclusivo, hay mucho espacio para mujeres tatuadoras y existen increíbles talentos femeninos. --¿Cómo define su estilo?

--Tradiciona­l. Utilizo líneas y sombras negras y mi paleta tiene colores clásicos. Soy de tatuar diseños de mujeres, no sé por qué. Me gusta.

--¿Cuál es la sensación cuando la tarea estuvo realizada?

--Única, indescript­ible. Siempre quedo conforme. Los clientes se van contentos y eso me hace feliz. Eso sí: apenas termino, siento que ese tatuaje ya no me pertenece.

Bahiense de pura cepa

Nacida y criada en la zona céntrica de Bahía Blanca, Renata es hija de Beatriz y Luis. Tiene tres hermanos: Romina, Federico y Nicolás.

Realizó la primaria en la Escuela Nº 5 y la secundaria en La Inmaculada y en el Juan José Passo.

“Amo mi ciudad y la visito tantas veces como puedo. Cada vez que estoy acá me ocupo de mis amigos de siempre, de mi familia. Soy bastante clásica en ese sentido”, reflexiona.

Para quienes deseen contemplar los trabajos de Renata, pueden acceder al Instagram: @ablackrabb­it.

Quería ser cirujana. Pero luego me di cuenta de que lo académico no era lo mío. Me fui a Buenos Aires, probé con diseño gráfico, regresé, estudié ilustració­n”.

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FOTOS: RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA.
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