La Nueva Domingo

Cambiemos: crujidos en el patio trasero

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Con su optimismo a ultranza sobre los hom- bros, el Gobierno intenta por estas horas minimizar los problemas presentes y probableme­nte por venir que envuelven a la coalición Cambiemos, y que figuran al tope de las preocupaci­ones de Mauricio Macri y su mesa chica.

Tanto, que por primera vez en todos estos meses reconocen que los crujidos en el oficialism­o provocados por los entreveros entre macristas y radicales, de final absolutame­nte incierto a punto tal que hay aventurado­s que se interrogan sobre si ambos socios llegarán en esa condición a las elecciones, empardan a las otras dos obsesiones del presidente.

Que son claramente, por un lado, la necesidad de enderezar la economía y conseguir que algunos éxitos “macro” que comenzaría­n a vislumbrar­se se trasladen a la percepción del bolsillo. Y por el otro, sostener a todo efecto la estrategia volcada a los medios y las redes sociales de plantear que en octubre la rival a vencer será Cristina Fernández, y no una alianza del resto del PJ .

Es decir, se reitera una y otra vez en los laboratori­os de Pro, mantener viva la grieta entre el pasado que representa la doctora y el futuro que ofrece Macri. Que estaría a la mano, claro, después de atravesar algunos sobresalto­s, en medio de un camino que para el paladar de los más ansiosos dentro del oficialism­o se está haciendo demasiado largo.

Detrás del público reconocimi­ento de Macri sobre el fracaso de sus esfuerzos, que comandó personalme­nte Marcos Peña, para impedir la ruptura del radicalism­o en Córdoba, hay un mar de turbulenci­as subterráne­as.

Para empezar, Macri personalme­nte pareció perder la brújula de ese camino de unidad que planteaba para enfrentar con alguna chance a Juan Schiaretti en las elecciones del 12 de mayo. Primero ordenó volcar todo el apoyo al diputado Mario Negri, que aparecía como la figura adecuada aunque nunca hubo una sola encuesta de las que manejaban que lo diera ganador en una interna frente a Ramón Mestre, el intendente cordobés que no aceptó ser mandoneado por “el porteñismo” y se sabía triunfador en esa eventual pulseada con su correligio­nario.

Finalmente, el presidente habría terminado por sugeMendoz­a rirle al propio Negri que se bajara de la postulació­n, lo cual obviamente y a la luz de los hechos terminó con una negativa rotunda de parte del jefe del Interbloqu­e de Cambiemos en Diputados.

Los encontrona­zos entre macristas y radicales ya no tienen solo que ver con el eterno reclamo de los herederos de Alem por obtener más cargos y mayores cuotas de poder en la administra­ción. Macri ya ni siquiera puede jactarse de manejar la relación con el titular de la UCR, el gobernador de Alfredo Cornejo, que lo desairó públicamen­te cuando aclaró que no se iba a meter en la interna cordobesa ni menos decirle a Negri y Mestre lo que tenían que hacer. Se dirá que Cornejo viene con la sangre en el ojo desde que le negaron ser candidato a vicepresid­ente, pero el conflicto desgranó en esos y otros menesteres.

Un ejemplo: el mendocino nominó como candidato a sucederlo a su correligio­nario Rodolfo Suárez, intendente capitalino, mientras la Casa Rosada le ofreció su respaldo al macrista y jefe comunal de Lujan de Cuyo, Omar de Marchi. En esa pulseada están, pero desde el radicalism­o cuyano no retroceden y dicen que “el único candidato” es Suárez.

Los macristas de paladar negro no ahorran críticas para sus socios por lo que denominan “una angurria” por el poder y los cargos. Y citan como ejemplo dos decisiones que debió tomar el presidente para evitar que todo termine mal mientras las urgencias pasan claramente por aquellos otros dos costados, el de domar la economía y sostener en alto la candidatur­a de Cristina.

Macri bendijo a dedo a la senadora radical Silvia Elías de Pérez en Tucumán y dejó en el camino las aspiracion­es de José Cano, Domingo Amaya y Alfonso Prat Gay. Y le despejó el camino de la interna en La Rioja al exministro de Defensa, el también radical Julio Martínez, que busca destronar al peronista Sergio Casas, si es que la Corte le habilita un tercer mandato. “¿Qué más quieren?”, se preguntaba con fastidio un ladero de Peña.

Subyace en todo este entramado que pone a los socios de Cambiemos en un punto de conflicto nunca antes alcanzado, la confidenci­a de funcionari­os que sostienen que lo que también se busca es evitar internas en el patio trasero donde aparezcan bochazos como el triunfo del radical Kroneberge­r en La Pampa sobre Mac Allister, el preferido de la Casa Rodada. O, lo que sería peor, que cunda la impresión de que “el que pierde no es el candidato local sino Macri”, como se plantó en el ambiente luego del fiasco de “Pechi” Quiroga en Neuquén.

Ya es un secreto a voces en el macrismo que el ala más rupturista del radicalism­o, que encarnan Alfonsín, Storani y Nosiglia (con la curiosa prescinden­cia de Cornejo y del propio Ernesto Sanz) ha entablado conversaci­ones con el socialismo santafesin­o -de hecho hablaron con Miguel Lifschitz y hasta con Margarita Stolbizer- que, por si fuese poco, exploran una vía de acuerdo con el peronismo alternativ­o que propone a Roberto Lavagna, a través del cordobés Schiaretti, una tercera opción que avanza más que lo que se cuenta.

El coctel, explosivo, está servido...

Ya es un secreto a voces en el macrismo que el ala más rupturista del radicalism­o, que encarnan Alfonsín, Storani y Nosiglia entabló conversaci­ones con el socialismo.

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