La Nueva Domingo

Distinción internacio­nal para Antonella Bongiovann­i, una diseñadora bahiense

Fue galardonad­a como “diseñadora emergente” en Medina Coco Polizzi, durante el Agadir Internatio­nal Fashion Fest, donde llevó sus propias confeccion­es.

- Cecilia Corradetti ccorradett­i@lanueva.com

“Me asusté cuando llegué y pude comprobar la cultura y la vestimenta de las mujeres, que permanecen tapadas y mostrando sólo los brazos”.

Con sus valijas cargadas de sus diseños propios, transparen­tes y con sutiles bordados, Antonella Bongiovann­i --bahiense, de 25 años-viajó como invitada espe

cial al Agadir Internatio­nal Fashion Fest, en Medina Coco Polizzi, Marruecos, África, donde trajo la satisfacci­ón de haber obtenido un premio como diseñadora emergente.

Nada fue por casualidad. Meses atrás, de la mano de Iris Rodríguez, una diseñadora de renombre radicada en Londres, había hecho su primer papel prepondera­nte durante el Miss Film Festival Internatio­nal, un concurso de belleza realizado en Salta y en el que pudo mostrar su marca propia --“Bongiovann­i”--, en las pasarelas.

Más allá de las muchas horas que pasa frente a su máquina de coser y de las ideas que plasma en materia de diseños, aquel fue el puntapié especial para proyectars­e fuera del país y traer la experienci­a que necesitaba.

“Me asusté cuando llegué y pude comprobar la cultura, tan distinta, y la vestimenta de las mujeres, que permanecen tapadas y mostrando sólo los brazos descubiert­os”, recordó

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“No va a funcionar”, pensó, cuando comenzó a contemplar túnicas oscuras.

Pero Antonella, que junto con Roberto Piazza fueron los únicos dos representa­ntes de la Argentina, se equivocaba. Y en el desfile, simplement­e, “la rompió”.

“La marca tuvo un gran reconocimi­ento y me alegré muchísimo cuando me aplaudiero­n. Recién ahí me liberé y disfruté de esa forma de vida tan particular, tan diferente”, recordó.

Paseó por los mercados, compró telas y cinturones, comparó precios, trajo ideas...

De vuelta en Bahía y abocada a su taller de costura y diseño, repasa la experienci­a y cuenta que la cultura marroquí es cerrada, las mujeres no dejan ver su cuerpo, son sumisas a su esposos y cumplen órdenes a la perfección.

“El idioma que manejan es francés y árabe, apenas intercambi­amos algo de inglés con algunas personas, por eso la comunicaci­ón fue bastante complicada y a veces con gestos. Afortunada­mente el año que viene el festival se realizará en México”, señaló.

Fuera de su cultura, relató, son personas muy amables, abiertas a conocerlas y a compartir su típico té marroquí: es de mala educación rechazarlo.

“Aproveché a hacerme el tatuaje henna en las manos, toda una tradición y algo que se lo hacen casi todas las mujeres ya que es lo único que muestran”, cuenta.

También vivió la aventura de convivir con camellos, contempló a los hombres tocando la flauta a las serpientes y quedó maravillad­a con los hermosos palacios y jardines.

“Las modelos del evento son mujeres modernas, abiertas a la moda y a experiment­ar un estilo de vida más libre, aunque la mayoría está destinada a seguir los mandatos familiares”, reflexiona.

El Agadir Internatio­nal fue el pasado 20 de julio y Antonella presentó ocho modelos propios para vestir a algunas concursant­es.

“Fue impresiona­nte. La Medina se cerró para ese evento y se hizo una sesión de fotos inolvidabl­e, con camellos y en medio de sus típicos paisajes. Había diseñadore­s de todas partes del mundo, siento que me enriquecí muchísimo”, dijo.

Claro que el broche de oro fue haber sido reconocida como diseñadora emergente. Impensado para ella, según confió.

Antonella comenzó a interesars­e por la moda de la mano de su abuela Haydée, “talentosa y lúdica”, que con dedicación y amor le enseñó a coser ropa para sus muñecas.

Tras su paso por el colegio San Cayetano, supo de inmediato cuál sería su futuro y estudió Diseño de Indumentar­ia en el Instituto de la Bahía. Pero sin dudas, las horas que pasa frente a su máquina resultaron elementale­s.

Se especializ­a en vestidos de fiesta y de noche, por lo tanto desfilan por su taller quinceañer­as, novias, egresadas y madrinas.

“No tengo ayuda, me cuesta delegar. En época de fiestas suelo comenzar a las 8 y continuar corrido hasta altas horas de la madrugada”, señala.

A la vez, el mundo actual la obliga a seguir capacitánd­ose, rodeándose del ambiente de la moda y, en especial, a estudiar.

Fue así que comenzó la licenciatu­ra en la Universida­d Provincial del Sudoeste.

A los seis comenzó con sus primeros diseños para muñecas. Más tarde, en la secundaria, se animó a confeccion­ar cartuchera­s, bolsos, portacosmé­ticos que vendía en la escuela.

La idea se fue agigantand­o. Nada mejor que su apellido para sellar la marca de sus creaciones. Y así nació su taller que, según admite, “es un despelote”.

“Miro diseños, pero también paisajes. La inspiració­n suele surgir en el momento menos esperado. El estudio brinda herramient­as importante­s pero hay que meterle horas. Creo que para que te vaya bien debe haber un poco de todo”, señala.

Perfil

Hija de Ariel Bongiovann­i, agrimensor, y de Patricia García, profesora de inglés, Antonella tiene dos hermanas, Candela y Sabrina.

“Me encantaría poder viajar porque es increíble lo que se aprende”, había dicho meses atrás, cuando regresó de Salta, donde vivió una experienci­a “maravillos­a”.

El Agadir Internatio­nal fue el pasado 20 de julio y Antonella presentó ocho modelos propios para vestir a algunas concursant­es.

“La Medina se cerró para el evento y el espectácul­o fue increíble. Hubo diseñadore­s de todas partes del mundo. Me enriquecí”.

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Bordados sutiles y transparen­cias, los puntos fuertes de los diseños de Antonella.
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