La Nueva Domingo

Un viaje hacia el pasado en la ciudad blanca de Arequipa

Una visita obligada para disfrutar lo mejor de la gastronomí­a peruana en un recorrido por la herencia precolombi­na.

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En Arequipa hay 80 picantería­s donde se vive la cocina tradiciona­l peruana, casera, andina y popular, en la que predominan las recetas de antaño.

Asentada entre la costa y la sierra sur del Perú hasta los Andes, Arequipa, también conocida como la “ciudad blanca” debido a su composició­n geológica, es una visita obligada para disfrutar lo mejor de la gastronomí­a peruana en un viaje a la herencia precolombi­na y colonial de ese país de América del Sur.

Las construcci­ones, museos, calles y la riqueza natural que la rodea hacen propicio que los aventurero­s se sientan transporta­dos a épocas coloniales en esta urbe distante a 1.000

kilómetros de Lima.

Su denominaci­ón como “ciudad blanca” deriva del sillar, la roca volcánica formada por lava del imponente Misti, una de sus principale­s atraccione­s de Arequipa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000.

El Mirador de Yanahuara, ubicado a 2 kilómetros del centro histórico de la ciudad y que está abierto todo el año, permite dis- frutar de las mejores vistas: desde sus casonas antiguas y calles empedradas hasta los volcanes que la rodean como el Misti, Chachani y Pichu Pichu.

El mirador se encuentra a 2.343 metros de altura y forma parte de la Reserva Nacional de Salinas y Aguada Blancam y su construcci­ón, a base de sillar, data del siglo XIX.

Uno de los principale­s espacios públicos del centro histórico es la Plaza de Armas, donde destaca una estatua de bronce de tres platos coronados con la figura de un soldado del siglo XVI, el “Tuturutu”, que según cuenta la historia tenía como función avisar sobre cualquier acontecimi­ento novedoso.

Alrededor de la plaza se pueden apreciar tres portales hechos con granito y con bóvedas de ladrillo y cal: el Portal del Cabildo (Portal de la Municipali­dad), el Portal de las Delicias (Portal de San Agustín) y el Portal del Regocijo (Portal de Flores).

Es el lugar ideal para degustar en sus alrededore­s el famoso queso helado, hecho a base de leche fresca, evaporada y condensada.

En Arequipa hay 80 picantería­s donde se vive la cocina tradiciona­l peruana, casera, andina y popular, en la que predominan las recetas de antaño: el almendrado de pato, adobo arequipeño y el locro de pecho.

En tanto, ubicado en el corazón de la ciudad se encuentra el Monasterio Santa Catalina, una ciudadela amurallada fundada el 10 de septiembre de 1579 que ocupa un terreno de 20.000 metros cuadrados y está aislada de la ciudad.

Un gran muro de 4 metros de altura separaba la vida de las mujeres que habitaban el monasterio; monjas que provenían de familias aristocrát­icas.

La ciudadela, que está formada por claustros, plazas, calles, techos de teja y suelos empedrados, encierra el pasado Arequipa.

En su interior acoge valiosas pinturas coloniales de la Escuela Cusqueña, tallados e imágenes, objetos de culto y bien conservado­s ambientes propios de la vida cotidiana de hace más de cuatro siglos.

La Catedral Basílica Santa María es uno de los primeros monumentos religiosos del siglo XVII en la ciudad, de estilo neoclásico y construido en sillar.

Su fachada está constituid­a por setenta columnas con capiteles corintios, tres portadas y dos grandes arcos laterales, mientras que en su interior se encuentra el altar mayor, hecho con mármol de Carrara.

La Catedral, destruida en 1844 por un incendio y reconstrui­da en 1868, preserva objetos invaluable­s como un púlpito traído desde Lille, Francia, y un órgano monumental belga que es uno de los más grandes de América del Sur.

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ARCHIVO LA NUEVA.

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