Fuerte Quemado: una ventanita a la historia de los Valles Calchaquíes
Sobre la legendaria Ruta 40, 14 kilómetros de Santa María de Yokavil, es el último poblado al norte de Catamarca, en el límite con Tucumán.
Fuerte Quemado cuenta con un conjunto de ruinas en piedra, característico de los Valles Calchaquíes, que está ubicado a un kilómetro y medio de la Ruta 40.
En Fuerte Quemado las calles son estrechas y la Ruta 40 le atraviesa cual si fuera un sendero más, contagiando al visitante con el andar cotidiano de un pueblo del noroeste argentino.
Las casas son altas construcciones de adobe, que son un fiel testimonio de una arquitectura barroca colonial que, con la nobleza del barro y la paja, supo resguardar ancestralmente a los pobladores de la rigurosa amplitud térmica y de los movimientos sísmicos de la región.
Fuerte Quemado forma parte de los Valles Calchaquíes, que a lo largo de 520 kilómetros contiene valles y montañas de Salta, Tucumán y Catamarca; y constituyen uno de los sistemas naturales predilectos de los turistas que recorren la Argentina.
Un pasado que no se fue
La población de Fuerte Quemado no supera el medio millar de habitantes. Los relatos históricos refieren como primeros pobladores a los pueblos originarios acalianes, del período agro alfarero tardío, que supieron habitarlo entre los años 850 y 1400 d.c.; hasta la llegada del Inca, que venía bajando desde el “Qosqo”, actual Cusco, Perú.
La “Ventanita” o “Inqueños tiwatana” llegó con el Inca. Se trata de un arco o portal de piedra, que se encuentra sobre la punta de un cerro, con un ojo que permite ver directamente el amanecer y por donde, de manera perfecta, cada 21 de junio, con el solsticio de invierno se cuela el primer sol de la estación; lo que los pueblos originarios llaman el “Inti Raymi”.
Ubicada a unos 300 metros por encima del nivel del río, “la ventanita” está construida por pircas de piedra y desde allí, además, se puede observar todo el valle de Yokavil, la población de Fuerte Quemado y sus cultivos, el río Santa María y en el horizonte, las cadenas montañosas de la región: un tesoro para los gustosos de cautivar la belleza en fotografías.
Intiwatana
Tradicionalmente, las comunidades asignaban especial importancia al primer sol del invierno. En él depositaban la esperanza de una buena cosecha.
En el Machu Picchu y en otros asentamientos incaicos hay construcciones similares. “Lugar donde se amarra el sol” o “lugar donde el año solar es moderado” son algunas de las definiciones posibles para la expresión incaica “intiwatana”, con que se conoce a la “ventanita”. En rigor, permitía observar los diferentes posicionamientos del sol y las constelaciones.
Fuerte Quemado, como tal, fue un asentamiento jesuita perteneciente a la misión de Santa María de los Ángeles de Yokavil, que en 2018 cumplió 400 años. Actualmente, solos, en pegrupos o con sus familias, visitantes arriban convocados por su testimonio vivo de una historia de siglos en el continente.