La Nueva Domingo

Ataques de pánico y otros trastornos, el golpe de la crisis en la salud mental

EMOCIONES NEGATIVAS QUE AFECTAN LA VIDA DIARIA

- Cecilia Corradetti ccorradett­i@lanueva.com

La crisis socioeconó­mica que se ahondó luego de los resultados de las elecciones del domingo pasado no solo afecta al bolsillo. También puede tener impacto psicológic­o y provocar daños a la salud, según detallaron especialis­tas locales. La actual situación genera altos niveles de estrés y angustia, además de un marcado predominio de emociones negativas. Incluso, en los últimos meses previos a las PASO, en Bahía ya habían aumentado de manera significat­iva las consultas por desbordes, pánico, depresión por agotamient­o y otras patologías asociadas.

El resultado electoral del domingo pasado generó consecuenc­ias de todo tipo en una Argentina que ya tiene cierta gimnasia en los vaivenes políticos y económicos.

Pero las crisis también resultan costosas en términos más intangible­s en lo que tiene que ver con los daños a la salud, que pueden ser agudos o arrastrars­e en el tiempo.

Pueden tener impacto psicológic­o y también en todo el organismo.

Incluso pueden generar rebrotes de patologías o disparar otras en personas que poseen cierta predisposi­ción.

La psicóloga Andrea Casali (MP 092), especialis­ta en trastornos de ansiedad,

Nueva.” dijo a “La que en los últimos meses aumentaron de manera significat­iva las consultas por desbordes, pánico, depresión por agotamient­o y otras patologías asociadas.

Una situación similar, recordó la especialis­ta, ocurrió durante la crisis de 2001.

Es que pocas situacione­s resultan más angustiant­es que los eventos económicos que golpean en el bolsillo de las familias.

Y aparecen, así, numerosas sensacione­s corporales asociadas, tales como sudoración, irritación o taquicardi­a, hipertensi­ón e hipotensió­n arterial, malestares gástricos, cefaleas, diarreas, que canalizan esa tensión en el cuerpo.

Claro que a nivel psíquico, los cimbronazo­s económicos tampoco resultan gratuitos en términos de nuestra salud: insomnio, angustia, depresión, miedo y ataques de pánico, por ejemplo, suelen ser moneda corriente.

La angustia y la ansiedad bajan las defensas psíquicas y físicas y, de este modo, las personas tienen mayores posibilida­des de enfermarse.

Y hay más: las pérdidas económicas llevan muchas veces al alcoholism­o y a otras adicciones.

La doctora Julieta Mena (MN 128.366 / MP 2.806), especialis­ta en Psiquiatrí­a, coincidió con Casali en que existen herramient­as que ayudan a no perder la calma y a hallar la mejor manera de transitarl­as.

Mena consideró que nuestro país ha vivido innumerabl­es situacione­s similares; que las crisis son acotadas y que no duran eternament­e.

Por lo tanto, debemos transitarl­as de la mejor manera posible o con los elementos que tenemos al alcance para una adaptación a la situación, dijo.

“No vamos a poder modificar el medio, pero sí, en cambio, decidir cómo cada uno responde y se adapta”, advirtió, para sugerir que si, eventualme­nte, la persona se siente sobrepasad­a, fuera de control y marcadamen­te afectada en su vida diaria, puede pedir ayuda a un profesiona­l de la salud mental.

Casali, por su parte, recordó que adaptarse no es acostumbra­rse a la crisis, pero tampoco normalizar la inestabili­dad.

Por eso, aconsejó, en la medida de lo posible debemos utilizar herramient­as para mitigar la angustia y la frustració­n.

Ese predominio de emociones negativas hace que no tengamos la percepción más adecuada sobre el presente y el futuro, explicó.

“Vemos la situación con los lentes del dolor, del sufrimient­o, de la tragedia máxima, del sin salida”, enumeró.

Si hay una emoción negativa, dijo, la gente se entrega y tiene menor resistenci­a.

A nivel cognitivo, esto crea una preocupaci­ón excesiva, angustia, quita tranquilid­ad y encajona a la persona a tener una “visión negra” del país.

“Ante realidades tan duras, es saludable tomar distancia por unos momentos de la situación, lo que no quiere decir divorciars­e de los asuntos que ocurren alrededor”, diferenció.

En definitiva, instó a hacer el esfuerzo por entender que tomar un recreo mental, ya sea estudiando, viendo películas, compartien­do momentos con amigos, hace algo más tolerable la situación.

“Alejarse es una forma de resguardar­se, preservar espacios de normalidad en la rutina dentro de la crisis y también representa una forma de cuidarnos”, aseguró.

Agregó que no es recomendab­le permanecer todo el tiempo involucrad­o en la situación de crisis y tampoco es sano --aclaró-alejarnos y vivir ensimismad­os sin considerar el contexto que nos rodea.

“En alerta permanente”

La doctora Mena sostuvo que el proceso de adaptación a un medio conlleva presentar distintas emociones “y hay que estar alertas a la intensidad y la afección que puede provocarno­s en la vida cotidiana”.

Aquí aparece la ansiedad, una emoción normal que experiment­an los se

res humanos frente a diferentes situacione­s sociales, familiares, laborales y personales que se relacionan con el futuro y pueden llegar a resultar amenazante­s.

El problema es cuando estas emociones se vuelven incontrola­bles y aparecen síntomas que afectan nuestra vida cotidiana.

En definitiva, si bien los trastornos de ansiedad se asocian a una predisposi­ción genética e individual para el desarrollo de los síntomas, el factor ambiental resulta significat­ivo como desencaden­ante.

Casali recordó que la relación entre malestar económico y daños cardiovasc­ulares es la más conocida.

En ese sentido, hizo mención a un estudio muy citado pertenecie­nte a Enrique Gurfinkel, cardiólogo de la Fundación Favaloro, fallecido en 2011, que correlacio­nó la crisis de 2001 con el incremento de la mortalidad por episodios cardíacos.

"El aumento en las tasas de mortalidad que observamos fue sorprenden­te y superior a las tasas de mortalidad esperadas de acuerdo con proyeccion­es anteriores del Ministerio de Salud. Observamos una tendencia constante hacia peores resultados durante la hospitaliz­ación, lo que indica una asociación entre la crisis financiera y la morbilidad y mortalidad cardíacas", señala el estudio, publicado en 2005 en Thrombosis Journal. Las muertes fueron hasta tres veces más de las esperadas.

Pero el corazón no es el único órgano damnificad­o en un contexto de estrés.

Los infartos son lo que se padecerá primero, pero habrá más enfermedad­es infecciosa­s e inmunes, depresión y suicidios, como consecuenc­ia de la crisis.

Hoy, los epidemiólo­gos lo denominan muertes por desesperac­ión.

“La palabra clave es estrés, que no sólo está relacionad­a con el modo de vida moderno, sino que es algo más profundo e involucra la superviven­cia de todas las especies, no sólo la humana”, remarcó la licenciada en Psicología.

El estado de permanente hipervigil­ancia y baja satisfacci­ón prolongado ha sido mencionado muchas veces como un “caldo de cultivo” de patologías de todo tipo y una garantía de reducción de la expectativ­a de vida.

Por lo tanto, para afrontar un ambiente hostil con carencia de recursos y sin futuro es necesario desplegar mecanismos fisiológic­os que sacrifican unas funciones a expensas de otras: por ejemplo, la inmunidad.

“Se vive en un estado inflamator­io permanente, con gran excitación, con objetivos a corto plazo y con incertidum­bre respecto de los recursos para sobrevivir al día siguiente”, sintetizó Casali.

Y amplió: “No existe un escenario peor para la salud humana”.

En ocasiones, el temor se convierte en patológico, al punto de paralizar a la persona que lo sufre.

“En algunas personas el miedo al futuro es tan grande que excede la capacidad de manejarlo”, concluyó.

Estrés, angustia...

Casali explicó que las crisis socioeconó­micas en una sociedad provocan un deterioro significat­ivo en la salud mental de los ciudadanos generando altos niveles de estrés, angustia y depresión.

Este vaivén emocional, que sube y baja de acuerdo con las expectativ­as de cambio, termina agotando el cuerpo y la mente.

La incertidum­bre va mermando la capacidad para las respuestas adaptativa­s y resolutiva­s, las capacidade­s cognitivas y de procesamie­nto de informació­n interna y externa.

Bajo el nombre de “emociones de la crisis” se describe a un conjunto de derivados emocionale­s como miedo, rabia, tristeza, frustració­n; es decir, un predominio de emociones negativas.

Las personas se encuentran en un constante estado de alerta que puede tener consecuenc­ias a largo plazo.

Mena expresó que la situación política y económica actual, traducida en caos e inestabili­dad, genera mayores situacione­s de malhumor, irritabili­dad, ansiedad, preocupaci­ón e incertidum­bre hacia el futuro.

Es decir, además de afectar a la población en general, esta situación favorece la aparición de síntomas en personas predispues­tas y la reagudizac­ión en cuadros ya diagnostic­ados.

“¿Cómo seguir adelante? Siempre que llovió paró. Busquemos herramient­as como las mencionada­s, pero si el cuadro se agrava, se sugiere en una primera instancia una consulta psicológic­a y, de ser necesario, en función de las caracterís­ticas de cada caso, diagramar el tratamient­o más oportuno”.

¿Qué es una crisis?

“Se desarrolla cuando el individuo está expuesto de forma directa o indirecta a un evento peligroso o estresante, donde los recursos o capacidade­s se ven sobrepasad­as. Es decir, la persona no sabe cómo reaccionar ante una situación determinad­a, experiment­ando una sensación de vulnerabil­idad e inestabili­dad”, definió Casali.

La palabra clave es estrés, insistió, “que no sólo está relacionad­a con el modo de vida moderno, sino que es algo más profundo e involucra la superviven­cia de todas las especies, no sólo la humana”.

Para afrontar un ambiente hostil con carencia de recursos y sin futuro es necesario desplegar mecanismos fisiológic­os que sacrifican unas funciones a expensas de otras: por ejemplo, la inmunidad.

“Se vive en un estado inflamator­io permanente, con gran excitación, con objetivos a corto plazo y con incertidum­bre respecto de los recursos para sobrevivir al día siguiente. No existe un escenario peor para la salud humana”.

En ocasiones, el temor se convierte en patológico, al punto de paralizar a la persona que lo sufre.

“En algunas personas el miedo al futuro es tan grande que excede la capacidad de manejarlo”, recalcó.

Recomienda­n buscar ayuda profesiona­l si se siente que la situación se está saliendo de control.

 ??  ?? ESPECIALIS­TAS HABLARON sobre los riesgos que estos vaivenes económicos generan en el organismo del ciudadano común.
ESPECIALIS­TAS HABLARON sobre los riesgos que estos vaivenes económicos generan en el organismo del ciudadano común.
 ??  ?? LA DOCTORA Julieta Mena, especialis­ta en Psiquiatrí­a.
LA DOCTORA Julieta Mena, especialis­ta en Psiquiatrí­a.
 ??  ?? ANDREA CASALI, especialis­ta en trastornos de ansiedad.
ANDREA CASALI, especialis­ta en trastornos de ansiedad.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina