La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Eugenio Paillet

Es una verdad de Perogrullo decir que Alberto Fernández está a un paso de sentarse en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre, y que Mauricio Macri tiene por delante y casi como único camino el de administra­r la emergencia y asegurarse con lo que le queda a mano que la gobernabil­idad hasta el cambio de mano está asegurada.

Para empezar, todos los estudios y análisis que se han realizado desde que ocurrió la paliza electoral del Frente de Todos sobre Juntos por el Cambio el 11 de agosto, y más aún a partir de ese "palazo" (Macri dixit) y de las turbulenci­as que se desataron a continuaci­ón en medio de una tenue calma cambiaria, sostienen que Fernández ampliaría su ventaja sobre Macri el 27 de octubre.

Simplement­e por el hecho de que el reparto de votos de los que se quedaron afuera de la primera vuelta y del mayor número de ciudadanos que irían a las urnas tras pegar el faltazo en las primarias, es obviamente proporcion­al. Para resumir esos estudios, Macri podría crecer entre tres y cuatro puntos. Pero Alberto también, de tal modo que su victoria en primera vuelta sería todavía más contundent­e que la que consiguió en las PASO.

Hay un agregado que no es menor. Alberto podría cerrar un acuerdo con Juan Schiaretti. Nada menos. El gobernador de la "cuna del macrismo" que le permitió a Cambiemos ganar en las elecciones de 2015, recibirá al candidato la semana que viene, o la otra más tardar.

En el búnker de San Telmo y voces del "cordobesis­mo" aseguran que candidato y gobernador han hablado más de lo que se sabe en los últimos días. Y que si bien el Gringo de la boca para afuera no puede dejar de ser consistent­e con su postura prescinden­te que se tradujo en libertad de acción a sus partidario­s para que voten a quien más les guste, ahora hay "un guiño" mutuo que podría desequilib­rar de manera gruesa las cuentas de la Casa Rosada sobre el resultado de las PASO en Córdoba.

Dicho por un ministro del gabinete cordobés: "Juan al fin y al cabo es peronista, y los peronistas afinamos el olfato cuando detectamos un cambio en el manejo del poder". Traducción libre: Schiaretti también huele sangre. O, apelando a la historia peronista, su alianza con Macri termina en las puertas del cementerio.

Así y todo, luego de una semana en la que el gobierno volvió a tropezar con un error de cálculo, como lo fue no consultar antes a los gobernador­es sobre las medidas populistas que en parte pagarán ellos de sus bolsillos, y con una inusitada confesión interna de Hernán Lacunza respecto de que de su gestión no pidan otra cosa que no sea administra­r la transición sin que explote otra corrida cambiaria, el macrismo volvió a sus fuentes.

Macri no solo ratificó a Marcos Peña, considerad­o por muchos en el oficialism­o como el padre de la derrota, sino que le entregó el manejo de la campaña.

al gabinete con la misión de que no se desate otra corrida cambiaria.

Además, el presidente avaló, también a contrapelo de lo que parte del gabinete opina, las excentrici­dades verbales de Elisa Carrió.

Los tres, vale apuntar, son hoy los que con mayor ahínco sostienen que es posible dar vuelta la historia. Más algunas apelacione­s para la tribuna como las de Miguel Pichetto y Guillermo Dietrich, subido a segundo jefe de Campaña por el propio Macri, y el

lenguaje comprensib­le de Rogelio Frigerio, otra vez puesto a lidiar con los gobernador­es después del ostensible destrato.

Los enojados del macrismo no pueden creer lo que ha ocurrido. "No aprendimos nada, el Peña que ahora dice por WhatsApp que vamos a ganar en segunda vuelta es el mismo que la tarde de las PASO dijo que habíamos hecho una muy buena elección."

Tres definicion­es que merecen ser resaltadas. Por un lado, el plan "no hagan olas" de Alberto Fernández, con rezos para que no se le desmadren Cristina, La Cámpora, Moreno y Hebe, mientras realiza denodados esfuerzos para convencer a los mercados y a

los inversores locales y de Wall Street que no es un loco de la guerra. Se le escapó Felipe Solá y su propuesta de recrear la Junta Nacional de Granos. Por el otro, Macri repone en la campaña el "voto miedo", con llamados a Cristina para que "diga qué piensa", perdidas las ilusiones de recuperar el "voto heladera" que lo hundió en las PASO.

Finalmente, María Eugenia Vidal, dolida y empujada por su entorno, hará campaña de ser posible sin rastros de macrismo en sus mensajes, convencido­s todos ellos que el presidente y su inefable escudero son los responsabl­es directos de su pesada caída. Va con la última esperanza de evitar que a la medianoche del 27 de octubre, su dorada carroza se convierta de

Alberto podría cerrar un acuerdo con el cordobés Schiaretti. Nada menos. El gobernador de la "cuna del macrismo".

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ARCHIVO LA NUEVA. LACUNZA LLEGÓ
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