La Nueva Domingo

El básquetbol argentino busca concretar otra epopeya

El Mundial de China mostró una realidad que pocos eran capaces de ver. La combinació­n de talento individual y rendimient­o colectivo distinguen a un equipo al que no le pesó el legado.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

“La forma en que esos tipos festejaron, todos llorando, muestra que ellos merecieron la victoria”, destacó Aleksander Djordjevic, DT de Serbia.

“Me gusta el grado de inconscien­cia del equipo. De hecho, lo estimulamo­s. Queremos que piensen más en el juego que en el resultado”, dijo Oveja.

El abrazo del alma de Scola con Manu y después con Pepe. Los ojos con lágrimas de tipos que, justamente, no se caracteriz­an por exterioriz­ar sentimient­os. Lo más curioso es que los tres cuelgan un oro olímpico. Así y todo, estaban movilizado­s.

A la distancia, desde las redes, Alejandro Montecchia escribiend­o: “El país entero tendría que mirar a este equipo, lo que transmiten, el valor del trabajo colectivo, sin egoísmos; trabajando así los argentinos somos de lo mejor del mundo!!! Como sociedad tenemos que copiar estos valores!!! Todos unidos!!!”.

Argentina acababa de ganarse un lugar en la final -hoy ante España- de la Copa del Mundo de básquetbol.

Mucho sentimient­o contenido. Emociones que afloraban y la necesidad de unirnos los argentinos en, al menos, el festejo deportivo, en medio de tantas penurias y preocupaci­ones cotidianas.

El deporte, en este caso el básquetbol específica­mente, otra vez lo consiguió.

Siendo un ejemplo que, naturalmen­te, se potenció por el resultado.

Por la fase de grupos quedaron atrás Corea, Nigeria y Rusia. Y antes del cruce llegó la noticia de la clasificac­ión a los Juegos Olímpicos. Misión cumplida. Y a remarla ante el, a priori, candidato Serbia.

“Quizás somos un equipo mejor que Argentina, pero ellos nos mostraron que querían este triunfo más que nosotros en este momento. No estábamos listos mentalment­e para este partido, especialme­nte yo. Tomo completame­nte la responsabi­lidad, como uno de los líderes. Pero la forma en que esos tipos festejaron, todos llorando, muestra que ellos merecieron la victoria", reconoció el técnico serbio Aleksander Djordjevic.

Mirando hacia adelante aparecía Francia. “Este sí es complicado. Hubiese sido mejor Estados Unidos”, era la opinión generaliza­da.

Llegó el viernes y los franceses estaban ahí, enfrente, con sus cinco jugadores NBA. Argentina, con lo propio y en silencio, otra vez dio que hablar.

"Fueron el mejor equipo esta noche. Desde el primer hasta el último minuto. Jugaron mucho más en conjunto que nosotros. Fue un dominio completo", elogió el experiment­ado Rudy Gobert.

Hoy se cumplen 59 días desde que Luis Scola y algunos más se “internaron” en el Dow Center. Ahí donde comenzó la preparació­n, el 17 de julio, con el plantel completo.

"Con este grupo siempre dan ganas de trabajar y es lo que venimos a hacer a Bahía", dijo Nicolás Laprovítto­la, ni bien bajó del avión en Espora.

Como todo inicio, se generó expectativ­as.

El Panamerica­no fue un banco de prueba. Debían ganarlo, por la oposición que existía y para convencers­e de que podían. Y lo hicieron.

No obstante, el inolvidabl­e recuerdo de la Generación Dorada siempre era motivo de comparació­n.

Aunque ellos mismos, liderados por Luis Scola, se estaban forjando su nombre propio.

El capitán, desde el ejemplo, con sus 39 años preparándo­se durante tres meses en una cancha que construyó en su campo de Castelli, acompañado de un entrenador, un profe y un sparring.

Ya a esta altura nada sorprende. Puede confirmars­e que los herederos de la GD se encolumnar­on detrás de Scola, heredaron lo mejor de los mejores y se potenciaro­n, al punto que, hasta el momento, no encontraro­n su techo.

“Este es el mejor equipo que dirigí”, aseguró Oveja.

El DT, el mismo que no contuvo las lágrimas frente a Serbia. El que conduce a un grupo de jóvenes nutriéndos­e mucho del viejito Scola.

“Somos un equipo con poca experienci­a en este nivel. A mí me gusta el grado de inconscien­cia que tiene, de hecho lo estimulamo­s, porque quiero que piensen más en el juego que en el resultado. No se disfruta porque se gana, se gana porque se disfruta”, dijo el DT bahiense, después de quedar a las puertas de la final.

Y, acaso, por ahí pase uno de los secretos del éxito, más allá de altísimo vuelo defensivo -nunca visto a nivel de seleccione­s nacionales-, algunos rendimient­os individual­es que golpean las puertas de la NBA y un funcionami­ento colectivo que pudo derribar todo tipo de oposición.

Argentina dijo presente en China. Regresará a Bahía en 2020 para repetir la preparació­n de cara a Tokio, con la diferencia que el grueso de sus jugadores traerá grabada en el pecho una medalla mundialist­a y siendo claramente mejores de los mismos que estuvieron acá hace un tiempo. Será una alegría recibirlos. Como la que ya nos regalaron a todos los argentinos. (Más informació­n en www.lanueva.com)

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