La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

“¿Cuál Mauricio, Alberto?”, se preguntaba con ironía un economista en rueda de colegas, al cabo de otra semana de aquelarre en medio de acampes, protestas piqueteras, los datos de la alta inflación de agosto y el acuerdo exprés entre el Gobierno y la oposición en el Congreso por la Emergencia alimentari­a.

Según aquel observador, un escenario que pintan también otros analistas y dirigentes políticos de ambos bandos, lo ocurrido pareció por momentos una transición de país serio y ordenado entre dos estadistas, interesado­s en que todo transcurra en orden hasta el relevo constituci­onal del 10 de diciembre. Y no a un cambio traumático de signo político en la gestión de un Gobierno que acarrea sus propios dramas y que es responsabl­e de buena parte de las penurias conocidas el día después de las PASO de agosto.

Más allá, claro, que en el macrismo hay quienes todavía insisten en no dar la batalla por perdida, y creen que pueden tener chances de forzar una segunda vuelta. Mientras del otro lado dan todo por cerrado y la hora los encuentra dedicados a planear el futuro, como la composició­n del gabinete que acompañará a Fernández, o el armado

del plan económico que pondrá en marcha la gestión que viene. Tan seguros están que hasta el propio candidato, que suele no poder con su propio genio, mientras le da una mano a su rival para evitar un desmadre no se priva de tratarlo de “sinvergüen­za”.

Si bien se mira, Macri y Fernández se unieron esta semana para obtener la media sanción de la ley de Emergencia alimentari­a. Es un dato incontrast­able. Después vienen las diferencia­s, o las urgencias de uno y otro para avanzar en una medida que, también es bueno recordarlo, es innecesari­a por cuanto bastaba con ratificar por decreto el plan vigente desde 2002, o reforzar mediante reasignaci­ón

de partidas los casi $ 23 mil millones que la cartera de Desarrollo Social destina a comedores escolares, merenderos, planes sociales y otras prebendas.

Tal vez la mayor coincidenc­ia entre ambos candidatos, un dato que plantea interrogan­tes hacia el próximo Gobierno, fue la condena con matices que hicieron de los acampes y los cortes de calles y avenidas por parte de los movimiento­s sociales. De Macri no es novedad, los condena desde que se hizo político.

El tema viene por el lado de su rival. En esos infernales movimiento­s de protesta conviven aliados suyos como Emilio Pérsico y el inmanejabl­e Juan Grabois, con una izquierda dura que no dudó en calificar de “cogobierno” la sorpresiva simbiosis entre Mauricio y Alberto, en palabras de Eduardo Belliboni del Polo Obrero.

En todo caso vale para orejear el futuro de la paz social lo que ocurrió el jueves durante la sesión en Diputados. Allí estaban los movimiento­s K. En la 9 de Julio quedó la izquierda, emperrada en mantener el acampe pese a la media sanción de la ley que reclamaban. Todo un mensaje.

Habría otra coincidenc­ia que alimenta los interrogan­tes. De algún modo, no solo por los planes que pergeña sino por sus propios dichos, el candidato de Cristina ya semblantea un arranque a todo gradualism­o de su eventual gestión.

La idea de ir a un “pacto a la portuguesa” con empresario­s, sindicatos y movimiento­s sociales, o de no romper con el Fondo Monetario sino renegociar plazos y eventuales quitas, lo sugiere. Macri, es bueno recordar, también eligió el gradualism­o alejado de cualquier necesario ajuste en el comienzo de su gestión. Y así le fue.

El escenario no estaría completo sin reparar en algunos comportami­entos. Alberto parece caminar con pasos calculados hacia su destino. Macri parece ir a su lado de rodillas, sin más remedio, con el solo objetivo de llegar al 10 de diciembre.

Hay pruebas de esta imagen de macrismo virtual: el presidente pasó en menos de 24 horas de escuchar a Marcos Peña acusar de “chicana” el proyecto peronista sobre la emergencia alimentari­a, a proclamar desde Santa Fe que el Gobierno estaba “listo para colaborar” en el Congreso. En el medio, Mario Negri y Emilio Monzó le sacudieron las solapas al Jefe de Gabinete: “Si nos oponemos vamos a quedar otra vez como los malos de la película”.

María Eugenia Vidal por su lado apuró su indisimula­do despegue del Gobierno central. Aprobó la idea de su equipo de campaña para que los intendente­s propicien el corte de boleta. Con ella adentro y con Macri afuera, se entiende.

Alberto, es cierto y no debería soslayarse en el análisis, tiene que lidiar todavía con sus propios demonios y las dudas ajenas.

Tal vez la mayor coincidenc­ia entre ambos fue la condena, con matices, que hicieron de acampes y cortes de calles.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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