La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Por Eugenio Paillet info@lanueva.com

Varias de las reuniones que se han realizado en los últimos días en la cima del macrismo han tenido que ver con dos análisis puntuales que le apuntan al día después del 10 diciembre, cuando todos los indicios sostienen que Cambiemos deberá entregar el gobierno, antes que a la estrategia para intentar un milagro en octubre y luego en el balotaje de noviembre.

En el medio, el oficialism­o ha lanzado lo que pareciera ser su última carta para jugar en el afán por retener el gobierno, que supone la larga caminata durante un mes que el presidente y el resto de Juntos por el Cambio han iniciado para abarcar una treinta ciudades de todo el interior, con epicentro en la provincia de Buenos Aires, bajo el recuperado lema del “Sí, se puede”.

¿Cómo podrían conjugar esta última estrategia de campaña con aquellas reuniones claves entre los factores de poder de Cambiemos cuyo propósito central es el de prepararse más para ejercer su nuevo rol de oposición en el Congreso que les tocaría asumir, antes que en un ilusorio segundo mandato?

Lo primero es que el núcleo de los entusiasta­s de siempre, o los “triunfalis­tas” como los llaman algunos en la propia interna del partido amarillo por su tozudez en negar la realidad, no dan ni darán por perdida la batalla y creen firmemente que todavía es posible torcer la historia.

Macri, Peña, Carrió, Pichetto y el ministro Guillermo Dietrich, convertido casi en un nuevo jefe de campaña, son los que, contra viento y marea, desafían a todas las encuestas y sostienen que en octubre conseguirá­n el pasaje al balotaje de noviembre. Y que ahí “otra será la historia” y no la que ya parece escrita a favor de un cambio de mando en la Casa Rosada.

Equivocado­s o no -eso se verá el 27 de octubre- el grupo de los cinco ha resuelto que no solo no hay que dar nada por perdido antes de tiempo sino que hay que salir a machacar con un discurso que hace centro otra vez en la herencia recibida, en la corrupción pasada, en las obras públicas que se pueden palpar, en la construcci­ón de escuelas y los planes de capacitaci­ón docente, como ya planteó Macri en el arranque de la gran marcha que se inició en Salta y Jujuy.

Ese eje, casi un suicido para los más realistas del macrismo y del poder, deja de lado los temas más calientes de la economía que fueron factor fundamenta­l en la hecatombe de agosto como la inflación, el aumento del desempleo, el crecimient­o de la pobreza a niveles superiores a los que existían en 2015, los grandes bolsones de hambre, por citar algunos de los más graves faltantes de esta administra­ción.

Contra eso, aquellas reuniones que han tenido como protagonis­tas a Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y en ocasiones al propio Peña, sirvieron para empezar a delinear esos dos aspectos mencionado­s: cómo será la oposición parlamenta­ria de Cambiemos bajo un gobierno del Frente de Todos, y en especial cuál será el nuevo esquema de poder que regirá los destinos de Pro.

Allí se ha planteado desde la casi necesidad de un fuerte repliegue de Macri, aunque nadie ha hablado de jubilarlo de la política, y del propio Peña, hasta el pase de manos de la conducción hacia Larreta y Vidal, con fuerte injerencia de Frigerio y Monzó, y hasta de Martín Lousteau . Con una “pata bonaerense” que ejercería Federico Salvai.

Frente a ese panorama, Alberto Fernández parece transitar con pasos calculados hacia su destino.

Todos los observador­es y el grueso de las encuestas vaticinan que en octubre ganará por cifras más amplias que las obtenidas en las PASO. Las desventura­s de su oponente en todo caso obrarían como aliciente para esa marcha reposada.

En el bunker de la calle México se reconoce que el candidato del peronismo tiene por estas horas preocupaci­ones que refieren más a su eventual presidenci­a a partir del 10 de diciembre que a los avatares de lo que queda de la campaña hacia su muy probable consagraci­ón en la primera vuelta de octubre.

Entre esos planes que hoy ocupan buena parte de la agenda de Alberto, además de sus incursione­s por España, Bolivia y Perú, y en unos días México, más en plan de presidente electo que de candidato, y de las definicion­es más frescas sobre un inexorable replanteo del pago de la deuda con el FMI y los acreedores privados, el profesor de Derecho de la UBA semblantea dos aspectos de su futura gestión. El gabinete, y la estructura ministeria­l que lo acompañará. Todo lo demás, como en el golf, parece “estar dado”.

Macri, Peña, Carrió, Pichetto y Dietrich son los que, contra viento y marea, sostienen que irán al balotaje.

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