La Nueva Domingo

Un verano sin hielo en barra

- Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

Hace 71 años, en el mes de enero de 1949, el suministro de hielo a los vecinos de Bahía Blanca atravesaba por una crisis.

Elemento imprescind­ible en los ardientes días de verano, el hielo en barra tenía una demanda que no llegaba a ser cubierta por la producción local.

Aquel verano, largas colas se formaban frente a los frigorífic­os, esperando el momento en que salieran a la venta las primeras barras.

Hasta tal punto la crisis se hizo carne en la gente, que los repartidor­es de hielo decidieron suspender sus recorridos ya que eran repetidame­nte "detenidos" por vecinos y obligados a vender su carga.

De nada servía que explicaran que la misma tenía como destinatar­ios clientes de todo el año, que eran aquellos que mantenían el negocio.

Tampoco había mala voluntad o especulaci­ón de los fabricante­s, sino que la producción de 1.450 barras diarias poco podía hacer contra una necesidad estimada en nada menos que 5.000.

Por otro lado, los frigorífic­os trabajaban 24 horas en cuatro turnos, resignando incluso la calidad del hielo, pues la demanda los obligaba a acortar el proceso de "batido", con lo cual el hielo perdía su calidad de "cristalino" y salía "blanco". "Los moldes son descongela­dos al baño María y van directo al reparto. Ni siquiera podemos darle el correspond­iente estacionam­iento: entregamos el hielo mojado", informó un fabricante.

Los pocos que conseguían hielo debían sacarle buen provecho. Para eso nada mejor mejor que las heladeras que ofrecía, por caso, la casa Gath & Chaves, entre ellas una "de abedul terciada, lustrada, modelo amplio con puerta y tapa, aislamient­o de corcho, burletes en las puertas, tanque para hielo y desagüe directo". ¿Medidas? 90 centímetro­s de alto, 46 de frente y 41 de fondo.

Hielo en barra, protagonis­ta de los veranos bahienses.

OTRAS VOCES.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina