Un verano sin hielo en barra
Hace 71 años, en el mes de enero de 1949, el suministro de hielo a los vecinos de Bahía Blanca atravesaba por una crisis.
Elemento imprescindible en los ardientes días de verano, el hielo en barra tenía una demanda que no llegaba a ser cubierta por la producción local.
Aquel verano, largas colas se formaban frente a los frigoríficos, esperando el momento en que salieran a la venta las primeras barras.
Hasta tal punto la crisis se hizo carne en la gente, que los repartidores de hielo decidieron suspender sus recorridos ya que eran repetidamente "detenidos" por vecinos y obligados a vender su carga.
De nada servía que explicaran que la misma tenía como destinatarios clientes de todo el año, que eran aquellos que mantenían el negocio.
Tampoco había mala voluntad o especulación de los fabricantes, sino que la producción de 1.450 barras diarias poco podía hacer contra una necesidad estimada en nada menos que 5.000.
Por otro lado, los frigoríficos trabajaban 24 horas en cuatro turnos, resignando incluso la calidad del hielo, pues la demanda los obligaba a acortar el proceso de "batido", con lo cual el hielo perdía su calidad de "cristalino" y salía "blanco". "Los moldes son descongelados al baño María y van directo al reparto. Ni siquiera podemos darle el correspondiente estacionamiento: entregamos el hielo mojado", informó un fabricante.
Los pocos que conseguían hielo debían sacarle buen provecho. Para eso nada mejor mejor que las heladeras que ofrecía, por caso, la casa Gath & Chaves, entre ellas una "de abedul terciada, lustrada, modelo amplio con puerta y tapa, aislamiento de corcho, burletes en las puertas, tanque para hielo y desagüe directo". ¿Medidas? 90 centímetros de alto, 46 de frente y 41 de fondo.
Hielo en barra, protagonista de los veranos bahienses.
OTRAS VOCES.