La Nueva Domingo

Pandemia y pantallas, un combo complicado

Analizan la posibilida­d de que el Agujero Azul sea un santuario en el mar.

- AL LÍMITE DE LA ZONA ECONÓMICA EXCLUSIVA

El Agujero Azul es un foco de atracción para los buques pesqueros, donde pueden aplicar la técnica de “pesca de arrastre de fondo”.

En una porción de la zona de aguas internacio­nales conocida como Agujero Azul, unos 4.300 kilómetros cuadrados sobre la plataforma continenta­l argentina y al límite de su zona económica exclusiva (ZEE), se enciende cada noche una ciudad de luces que desde el espacio se ve como otra Área Metropolit­ana de Buenos Aires, superándol­a incluso en tamaño.

La luminosida­d la producen barcos pesqueros de diferentes banderas que operan allí con técnicas destructiv­as del medioambie­nte y en situación de dudosa legalidad, a cuya acción intenta poner coto un proyecto de ley para crear un “área marítima protegida bentónic” (del lecho marino) y otro “superador” que está en proceso de elaboració­n en el marco de la iniciativa interminis­terial Pampa Azul, en consonanci­a con uno de los lineamient­os del futuro Tratado Global de los Océanos que Argentina impulsa junto a otros países en la ONU.

La magnitud de la actividad pesquera que allí se desarrolla -involucra tanto prácticas legales como ilegales- quedó demostrada en imágenes satelitale­s de la NASA, difundidas por la organizaci­ón ambientali­sta Greenpeace,

que el pasado 12 de enero contabiliz­ó 270 buques concentrad­as en una superficie de 4.300 kilómetros cuadrados, a 500 kilómetros del Golfo de San Jorge, en el Atlántico Sur. “El Agujero Azul es una zona del mar que tiene una pequeña porción dentro de la ZEE y el resto afuera. Se llama así porque es un corredor biológico del Mar Argentino, muy rico en biodiversi­dad”, dijo Luisina Vueso, coordinado­ra de la campaña de Greenpeace por la protección del Mar Argentino.

El área es poco profunda (con áreas inferiores a 200 metros), dado que “tiene la particular­idad” de que allí la plataforma continenta­l argentina se extiende más allá del final de su ZEE, lo que la transforma en “un vivero de poblacione­s como el calamar” por la enorme disponibil­idad de alimento y condicione­s que facilitan la reproducci­ón.

Además es el lugar elegido por “muchos mamíferos en sus migracione­s”, algunos de ellos en estado vulnerable de conservaci­ón, como los rorcuales y cachalotes.

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