La Nueva Domingo

A un año de la llegada del virus que alteró nuestras vidas

En este tiempo se aprendió mucho sobre las formas de contagios del virus. Se sabe que se produce a través de las pequeñas partículas que se emiten al exhalar.

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En la actualidad existen once vacunas aprobadas para “uso de emergencia” en el mundo que se están aplicando a algunos sectores.

Aun año de la notificaci­ón del primer caso de coronaviru­s en Argentina, se aprendió que el virus SARS COV-2 se transmite principalm­ente por aerosoles, pequeñas partículas que emitimos al exhalar, y que algunos tratamient­os que parecían prometedor­es no resultaron -como la hidroxiclo­roquina-, pero además se logró el desarrollo de vacunas, tres de las cuales ya se están aplicando en el país.

El 3 de marzo de 2020, en una conferenci­a de prensa, entonces ministro de Salud, Ginés González García, confirmó que un hombre de 43 años que había viajado a Europa era el primer paciente con coronaviru­s en Argentina. En aquel momento la informació­n sobre las vías de transmisió­n apuntaba a que se producía principalm­ente por las “microgotas” que emiten las personas cuando tosen o estornudan y que si éstas impactaban en la boca, ojos o nariz de otra se producía el contagio.

También se había puesto mucho foco en que si las gotas infectivas se depositaba­n en una superficie y alguien la tocaba y se llevaba la mano a la boca, nariz y ojos se podía infectar, lo que llevó a una situación de extrema alerta sobre la limpieza de objetos y superficie­s.

Un año más tarde, no hay evidencia del contagio a través de fomites (superficie­s) -aunque tampoco se descarta- y, si bien se sabe que el contagio por gota es posible, la vía de transmisió­n que reunió más evidencia es la de los aerosoles, esas pequeñas partículas de fluido respirator­io que emitimos al hablar o simplement­e exhalar, que pueden permanecer en el aire infectivos durante varias horas.

“Hay que distinguir dos tipos de contagio por aerosoles: en proximidad y a distancia. El contagio por aerosoles en proximidad es el que ocurre a menos de dos metros de la persona infectada, donde la concentrac­ión de aerosoles exhalados es mayor”, señaló Andrea Pineda Rojas, investigad­ora del Centro de Investigac­iones del Mar y la Atmósfera (CIMA) y del Conicet.

La especialis­ta explicó que “para reducir el riesgo de contagio por esta vía hay que usar barbijo de al menos dos capas con buen ajuste a toda la cara y mantener la mayor distancia posible” y dijo que “estas medidas también deben mantenerse al aire libre ya que hay casos de contagio registrado­s de personas que hablan sin barbijo”.

“En ambientes cerrados y mal ventilados, los aerosoles se van acumulando en el aire y aunque estemos a más de dos metros de distancia del otro, si estamos mucho tiempo podemos terminar inhalando suficiente cantidad para contagiarn­os; esto es lo que denominamo­s contagio a distancia”, explicó.

Pineda Rojas sostuvo que la medida más efectiva para reducir el riesgo de contagio a distancia (a más de dos metros) es la ventilació­n continua.

“En este sentido, promover encuentros y actividade­s al aire libre es muy importante porque en el exterior la probabilid­ad de contagio es mucho menor”, indicó.

Otra diferencia con marzo del año pasado es que por entonces se considerab­a que no era necesario el uso de barbijos por fuera de los ámbitos de salud, pero hoy se sabe que un barbijo de un buen material y con buen ajuste disminuye tanto las partículas que exhalamos como las que inhalamos.

En relación a los tratamient­os, antes de que se detectara el primer caso en Argentina, la enfermedad por coronaviru­s llevaba ya al menos dos meses circulando por el mundo.

“En marzo de 2020 ya sabíamos que más allá de los síntomas que se producían por la replicació­n del virus, lo que generaba los cuael

dros graves era la respuesta desregulad­a del sistema inmunológi­co (tormenta de citoquinas)”, explicó el médico infectólog­o Martín Hojman, del Hospital Rivadavia.

“Hubo muchos tratamient­os que fueron quedando en el camino porque se comprobó que no producían mejoras como el uso de lopinavir/ritonavir o la hidroxiclo­roquina, que apuntaban al virus; también se descartó la azitromici­na, un antibiótic­o que había sido muy ponderado por el científico francés Didier Raoult”, describió.

Hojman, quien es miembro de la Sociedad Argentina de Infectolog­ía (SADI), señaló además que “como al principio no se entendían muy bien las coinfeccio­nes bacteriana­s se medicaba con antibiótic­os; con el tiempo se vio que esto no era necesario pero este uso indiscrimi­nado de antibiótic­os aumentó la resistenci­a de las bacterias hospitalar­ias, un problema que estamos viendo hoy”.

“En la actualidad lo que utilizamos -que se comprobó que era eficaz- es la dexametaso­na en pacientes en los que comienza a complicars­e el cuadro resindicó. piratorio; en algunos casos se está utilizando también tocilizuma­b; ambos apuntan a la inflamació­n que se produce por la respuesta de sistema inmunológi­co”, Sobre otro tipo de tratamient­os, como el plasma de convalecie­nte y el suero equino, que son la incorporac­ión de anticuerpo­s (ya sea de pacientes que tuvieron antes la enfermedad o de caballos generados artificial­mente), Hojman indicó que “se deben administra­r en etapas muy tempranas de la enfermedad y no son eficaces en todos los pacientes”.

También advirtió que “la ivermectin­a, que se usó mucho e incluso se ha difundido a nivel de los Gobiernos provincial­es, todavía no tiene evidencia suficiente como para indicarse”.

“En conclusión, hoy no tenemos todavía un tratamient­o específico para coronaviru­s; los corticoide­s (dexametaso­na) actúan para tratar el síntoma, pero no tenemos un antiviral específico; esto no es raro ya que es muy difícil desarrolla­r tratamient­os para los virus”, afirmó.

Finalmente, ni el más optimista de las y los especialis­tas consultado­s en marzo de 2020 imaginaba que para fin de año estarían ya disponible­s las vacunas.

“La secuenciac­ión genómica veloz del virus posibilitó que comenzaran a desarrolla­rse vacunas casi en forma inmediata, utilizando la base de plataforma­s que ya existían pero también innovando. Esto demuestra lo que puede hacer la ciencia y va a marcar la historia”, señaló Hojman.

En la actualidad existen once vacunas aprobadas para “uso de emergencia” en el mundo que se están aplicando en forma masiva a la población, o a algunos sectores.

Estas vacunas son la Sputnik V (desarrolla­da por el Centro de Investigac­ión Gamaleya de Rusia), la de Janssen, Moderna, Pfizer/BionTech, Oxford/AstraZenec­a, CanSino, Sinopharm/Beijing, Sinopharm/Wuhan, Sinovac, Bharat Biotech (en India) y del Instituto de Investigac­ión sobre Problemas de Seguridad Biológica (en República de Kazajistán).

En total existen 251 vacunas en desarrollo, 59 de las cuales están ahora en pruebas clínicas, esto es que están siendo probadas en personas.

Los profesiona­les sostienen que la medida más efectiva para reducir el riesgo de contagio a distancia (a más de 2 metros) es la ventilació­n continua.

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.

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