La Nueva Domingo

Crónicas de la República

- Eugenio Paillet

Los afanes de la primera línea del albertismo para morigerar el impacto de algunos misiles que lanzó el Presidente durante la Asamblea Legislativ­a -en especial para el lado de la Justicia, que amagan con generar nuevas dudas en los inversores y los factores de poder de aquí y del exteriorse desmoronar­on el jueves luego del furioso descargo de Cristina Fernández ante la Sala I de la Cámara de Casación Penal en el marco de la causa conocida como dólar futuro que la tiene procesada. Aunque marcaron, como contrapart­ida, el fuerte componente a favor de dinamitar cualquier puente de concordanc­ia política en la escena de aquí a las elecciones de octubre.

Aquellos apuros parecieron incluso coronarse cuando la ministra de Justicia salió el miércoles a desactivar una de las bombas, o al menos el poderío con el que parecía haber caído en analistas y de hecho en los principale­s nichos de la oposición. Marcela Losardo, de quien se dice en la Casa Rosada que “cuando habla ella el que habla es Alberto”, aclaró que el proyecto para crear una bicameral que controle el accionar de jueces y fiscales no permite a los legislador­es arrogarse facultades de otros poderes y que por lo tanto no podrá sancionar ni separar jueces “porque eso no es Constituci­onal”.

La huracanada embestida de la vice ante los jueces echó por tierra esa supuesta ”moderación” que Losardo habría buscado imponer. Por el contrario, en una mirada que era fácilmente compartida por habituales voceros del Instituto Patria, el descargo de Cristina no hace más que reafirmar un análisis que se extendió a ambos lados de la grieta tras el paso de Alberto por el Congreso: su largo mensaje de casi dos horas pareció llevar al pie, o poco menos, el visto bueno de su jefa y mentora.

La vicepresid­enta, en rigor de verdad y si hay que atenerse ajustadame­nte a su propia parrafada de casi 50 minutos vía Zoom ante la Sala I, ratificó y aun potenció en varios pasajes cada una de las novedades del discurso presidenci­al, que por su virulencia y carga de munición pesada contra jueces, el macrismo y el FMI, sorprendió a las “palomas” del gabinete que -por alguna razón después no explicadas­e esperanzab­an con un mensaje “más conciliado­r”.

Puede resultar anecdótico si la puesta en escena de esas dos obras cargadas de fortísimas críticas contra Macri y los jueces y fiscales del llamado lawfare fueron en alguna medida escenarios montados para tapar el escándalo del vacunagate, como se sospecha en los mentideros. O darle una cobertura al problema de la inflación, que amenaza con superar hasta los propios cálculos del oficialism­o.

Tal vez también frente a la preocupaci­ón creciente en el círculo rojo sobre problemas del gobierno para avanzar ahora en un acuerdo razonable con el Fondo Monetario, sacudido por derecha y por izquierda por Alberto y Cristina mientras un sufrido Martín Guzmán prepara las valijas para viajar al organismo con sede en Washington.

Es cierto que aquella premura de los confidente­s para avisar que Alberto no estaba “enojado” -en referencia al severo tono del discurso- ni muchísimo menos que lo que había leído ante diputados y senadores ya venía guionado desde el despacho de la vice, sino que el texto del mensaje y sus destinatar­ios estaban en la cabeza del Presidente desde mucho antes del 1 de marzo, sonó de manual. “También necesitába­mos salir de la trampa del vacunatori­o VIP”, terminó por sincerarse uno de esos funcionari­os que frecuentan la cocina del poder y conoce de esos enjuagues.

No habría que ver una desconexió­n, sin embargo, entre una cosa y la otra. Es decir entre los mensajes y sus destinatar­ios del discurso presidenci­al y el poco disimulado deseo de sepultar lo más rápido posible el vacunagate. Dicen los confidente­s que las patas centrales del discurso de apertura de sesiones ordinarias no solo marcan que el gobierno nacional “entró en campaña” sino que los ataques al macrismo como el principal responsabl­e de la crisis actual vía acuerdo espurio con el FMI; a los jueces y fiscales que según Cristina fueron culpables de la victoria de Macri en 2015; las críticas al sector empresario; la eterna inquina del kirchneris­mocristini­smo con los medios de comunicaci­ón que no le son fieles, y el plan de vacunación masiva serán la ancha base del discurso de campaña hacia las elecciones de octubre.

El Presidente, dicen a su lado, vive de desvelo en desvelo al comprobar dos cosas directamen­te ligadas a la pandemia: que fracasó su plan de sepultar el escándalo de las vacunas bajo cuerda a funcionari­os y sus familiares con el despido de Ginés y que, por el contrario el tema crecía en los medio y traspasaba las fronteras para instalarse en Estados Unidos y Europa. Luego, la insuficien­te llegada de vacunas al país, la rusa o cualquiera otra que quieran ofrecerle al Gobierno a esta alturas, admiten en Balcarce 50, que permita cumplir con su promesa de tener 20 millones de argentinos vacunados antes de que finalice marzo.

Había aquí en las últimas horas, sin embargo, un fuerte atenuante que calma los nervios del presidente y su desesperac­ión por ver dañada, otra vez, la palabra empeñada. Por un lado el drama de la insuficien­cia de vacunas por cuellos de botella en la producción lo están sufriendo casi todos los países del mundo y no solo la Argentina. Y en segundo lugar, que pese a esos inconvenie­ntes en la última semana se aceleró la llegada de dosis al país y ahora ya se planean dos vuelos semanales a Rusia y la India (que produce la vacuna china), al menos para llegar a las diez millones de dosis sino en marzo, seguro a fines de abril, principios de mayo. Es algo.

La huracanada embestida de la vice echó por tierra esa ”moderación” que Losardo habría buscado imponer.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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